Recibí hace unos días la comunicación de un individuo, desde los Estados Unidos, en la que me hacía saber que soy titular de una herencia de 26,7 millones de dólares, de un supuesto familiar mío de apellidos Watson Belinchón, del que jamás tuve noticia. Me consta que a otros amigos, con apellidos distintos, le ha llegado después la misma propuesta. Todo tan sencillo como compartir con el dicho comunicante la herencia en partes iguales. El supuesto familiar falleció años atrás en un terremoto. En fin, la cosa parece tener cierta gracia, pero a mí no me ha hecho ninguna. Os pongo sobre aviso, porque nunca suelen faltar incautos entre la gente de vida ordenada y normal, que podrían meterse en lios. El comunicado me llegó de un tal Andre Sayegh.
He sabido después que ese es el tipo “Nigeriano” y que hace años que circula por la Red; llamado así porque fue en Nigeria donde se perpetró por primera vez ese delito. Parece ser que cada cierto tiempo mandan un correo intensivo en busca de incautos, que nunca suelen faltar. Me aseguran que son muy difíciles de cazar policialmente y, además, es bastante improbable que nadie se crea lo de la tal fabulosa herencia. Ni qué decir que acto seguido a la recepción del mensaje, intenté quitar de mi lista de “amigos” al susodicho Sayegh, pero me encontré con la sorpresa de que no aparece. Vivir para ver, y un mensaje en el que se nos advierte que cada día hay que andar por la vida con los ojos más abiertos.