Redacción.
E. Buendía
Qué hacer en Cuenca.
En estos quince días que quedan para finalizar enero del 23, te invitamos a salir de casa y, con permiso del tiempo, de la borrasca Fien, disfrutar de estas fiestas que tienen lugar en Cuenca y provincia.
San Antonio Abad, San Antón, fue un santo que vivió en el desierto afrontando innumerables tentaciones hasta mediados del siglo IV aunque su fama de santo milagrero no la cobró hasta el siglo XI siendo, en época posterior, cuando se le tomó por patrón de los animales.
En la actualidad se trata de una de las fiestas más perdidas debido, en gran parte, a la industrialización del campo que llevó, como bien sabemos, la desaparición de los animales como instrumentos de trabajo que, llegado este día, además de ser liberados de los trabajos a los que, diariamente, estaban sometidos, se les alimentaba de forma más abundante y se los enjaezaba con adornos en los que, los esquiladores, eran auténticos maestros.
Cañete
El día 16, por la noche, se prendieron hogueras por todo Cañete. Cada uno de los barrios tiene la costumbre de encender su pira. Muebles y objetos viejos, junto con madera de cortas, son el combustible utilizado al que se suele añadir los árboles de Navidad guardados hasta este día. Se trata de un aspecto singular, de moderno origen, pero que sigue la línea antropológica de la destrucción de lo viejo que impregna los fuegos festivos.
El día 17, por la mañana, se celebra los oficios religiosos y una pequeña y entrañable procesión con la imagen del santo. Después de los actos litúrgicos se organizaba, hace años, una carrera pedestre, habitual en toda la comarca: la Joya, en este caso de unos 2 kilómetros de longitud; también se hacían carreras de caballos, de mulas, de burros y de sacos para niños. Todavía hoy se conserva la tradición en el caso de los caballos, así como varios juegos para niños en la Plaza Mayor. Era costumbre, también, el Cerdo de San Antón, celebrado en otros varios pueblos de la comarca.
Por la tarde se celebra la bendición de animales de quienes, San Antón, es su santo patrón y se subasta la bandera en el transcurso de un acto en el que, más alto puja, gana el privilegio de guardar el estandarte del santo hasta el año siguiente.
Hontecillas
A Hontecillas lo encontramos en la ribera del embalse de Alarcón, entre Valverde de Júcar y Buenache de Alarcón. Un lugar de gentes encantadoras donde el tiempo se hace convivencia y alegría en la relación, que al amparo de San Antonio Abad, establecen las personas que allí viven manteniendo el espíritu de las viejas tradiciones regidas por normas antiquísimas. Los protagonistas de la fiesta son los Cargos, personas que cada año, en el segundo día festivo, son nombradas por el sacerdote y sacadas del registro de la Hermandad según una lista rigurosa. Cargos que responden, en su quehacer, a los títulos de Capitán de Diente, Alférez y Capitán Abanderado que deberán de estar presentes en los actos organizados y, cómo no, acompañados por los piteros: músicos contratados para amenizar los distintos momentos festivos.
La fiesta comienza las Vísperas por la noche con los sonidos de la campana de la iglesia avisando de que se va a encender la hoguera en honor al Santo Patrón. Una obligación, por cierto, que contrae el capitán de la Hermandad. Alrededor de la misma se cena con las viandas dispuestas por los cargos de San Antón. Una cena que se anima con las anécdotas y los cantos de unos y otros al calor de la lumbre entre las brumas de la niebla de la noche, el humo de la leña quemada y el baile final con las músicas del grupo Tiruraina.
Las campanas de la Iglesia han dado su aviso para que el pueblo y la Hermandad vayan a misa con lo que, según la tradición, hay que ir a recoger a los cargos y al alcalde al ritmo de pasacalles. Y ya, de vuelta a la iglesia, se ha procedido a la bendición -con agua bendita- de los animales domésticos y de las tradicionales tortas del santo que serán mañana vendidas, el día después de San Antón, en pública almoneda con los productos que la gente ha donado para la ocasión.
Vídeo. San Antón 2019 en Villanueva de la Jara
Campillo de Altobuey
Enrique Buendía acude, en el año 2003, a Campillo de Altobuey para conocer cómo es la fiesta de San Antón en la que, la pita, es un clarinete y, el tambor, es el tambor que amenizaban la tarde de vísperas desde el instante en que la gente de la Asociación Deportiva San Andrés, de fútbol sala femenino, iniciaba su labor petitoria por todas las casas del pueblo: “pedimos la voluntad para el santo y, así, organizar la fiesta en su honor” dice Mari Luz Palacios, la presidenta. “Es una actividad en la que estamos implicados todas las personas que tienen que ver en el equipo porque hay muchas cosas que hacer y preparar”.
A la hora prevista, las campanas de la Iglesia han comenzado a llamar a la procesión y a las puertas del templo llegan los cargos: cuatro personas, niñas, jugadoras del equipo de fútbol a las que se identifican por los objetos que llevan en las manos y que son, en realidad, tres varas floridas diferenciadas en el tamaño y en la jerarquía de sus responsabilidades a saber: el bastón, el husillo grande, el husillo pequeño y la bandera de San Antón.
Llueve y, en corrillos se rumorea si habrá o no procesión pero, aprovechando un momento de calma de las nubes, se decide su comienzo y cuando por la puerta de la iglesia asoma el santo con su vara florida, respiran por fin las gentes de la Asociación. En un camión han colocado unos barriles de zurra y varios sacos con mezcla de cañamones, garbanzos torrados, almendras, y nueces en determinados puntos del recorrido en los que han ido parando por cumplir con la tradición de recoger y gustar la caridad del santo, ofrecida por las chicas del equipo de fútbol de las que recordamos estrofas como estas:
“Al perro le pegó un palo
y San Roque al gorrino,
le cortó el rabo”
Vídeo de Amelia Sahuquillo grabadado en 1989
San Sebastián.
Campillos Paravientos y el salto del grillo.
El veinte de enero del año 2006, la campana de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción suena cantarina llamando a los fieles a la misa que antecede a la procesión y romería de San Sebastián a La Mesilla.
En apenas unos minutos se ha llenado el espacio del templo de gente bien abrigada, pues el sol todavía no ha podido asomarse a través de la niebla matinal, y nada más acabar la ceremonia religiosa, la procesión ha dado comienzo por unas calles por las que, los devotos rezan y cantan el rosario de un modo singular, muy al gusto de las gentes de Campillos, al tiempo que lanzan vivas dedicados al patrón hasta la Mesilla a la que han venido, temprano, bastantes personas para dejar todo a punto en la cercana comida familiar. Colocada la imagen de San Sebastián en el templete ya dispuesto, los romeros han abierto hueco a unos pocos metros para extender sobre el suelo una sábana blanca que será bendecida por el párroco. Mientras el hisopo dejaba caer sus gotas de agua en la blanca tela, una multitud relativa de puntitos negros han aparecido sobre ella. Son los grillos que han venido para cumplir con la tradición como hacen todos los años, me dice Pedro Juan, que también me comenta que esta concurrencia de grilletes, aquí, tienen un positivo y reconocido significado como que habrá un buen año para el pueblo. Después se ha bendecido la Caridad de San Sebastián, o sea, los molletes, panecillos, las sardinas saladas que por aquí llaman civilonas, los huevos cocidos barnizados de color anaranjado y también el vino. Las brasas de las hogueras han ido permitiendo que las mesas romeras se llenaran minutos después de toda clase de alimentos para, al atardecer, volver al pueblo con la imagen de San Sebastián porque mañana, día veintiuno, muy temprano, las mozas acostumbran a juntarse y, untadas de hollín, van por las casas para levantar a los jóvenes y tiznarlos también.
Culebras y la quema de sabinas
En las afueras de Bonilla, un desvío y una empinada y estrecha carretera nos lleva hasta Culebras, un pequeño núcleo de viviendas pertenecientes a Villas de la Ventosa.
A espaldas del Centro Social encuentro a José Antonio, un extremeño de Navalmoral de la Mata que, junto a otras personas, cocinan caldereta para la comida posterior.
Al lado de las casas, unas ramas de sabina se amontonan lo mismo que a la puerta de la iglesia. “Ayer fueron vísperas y salimos a podar las sabinas por seguir la costumbre de nuestros mayores”, me dicen unos vecinos que encuentro por la calle. No conocen el nombre de la persona o personas que propusieran lo de quemar las ramas de sabinas pero el caso es que esto es lo que hicieron y, así, comprobaron que la fórmula era positiva y la peste y su problemática desaparecía porque, siglos atrás, los vecinos de culebras ayudaron a los del Val, una aldea cercana que estaba invadida por la peste, a mitigar e intentar hacer desaparecer la epidemia y lo hicieron de una forma generosa, sin poder evitar su contagio. Fue entonces cuando los vecinos decidieron hacer una procesión de acción de gracias con la imagen de San Sebastián por sus calles, costumbre que se sigue manteniendo en la noche de vísperas donde, el vecindario, ya con las ramas de sabina podadas de los parajes cercanos, prepara y enciende hogueras delante de sus casas.
Esta mañana el sonido de las campanas de la iglesia está anunciando la procesión con la imagen del santo, obra del escultor Fausto Culebras. Una procesión en la que no faltó la quema de ramas de sabinas y, con ella, el intenso humo blanco y el suave olor producido mientras pasaba delante de las casas. Tampoco faltó la traca ni la densa humareda en el exterior e interior de la iglesia. Al regresar, luego, hubo misa y, al acabar la ceremonia religiosa, un aperitivo en el bar continuado con una comida popular degustando la rica caldereta que José Antonio les había preparado
San Julián en Cuenca
Burgalés y conquense, nuestro Patrón. Segundo Obispo de la diócesis después de Juan Yáñez. En lo alto de las Hoces del río Júcar hay un espacio para su recuerdo. Los devotos, y aquellos visitantes que lo desean, vienen aquí para, al mismo tiempo, gozar de la naturaleza, sentirse más libres, más cerca del cielo y mucho más en familia.
La mañana de éste 28 de enero, muchos conquenses han ido al paraje de la Ermita de San Julián, en ‘El Tranquilo’. Hace frío, y un ligero vientecillo sacude los cuerpos de aquellos devotos que se aventuran en las primeras horas.
A la cabeza de ellos, el capellán de la Ermita, Rafael Rodríguez, presidente de la Asociación de Devotos, hombre infatigable de gran vitalidad y corazón, que ha conocido de este espacio toda clase de tiempos, unos mejores y otros peores, pero que como el mismo me decía, nunca le faltó el apoyo incondicional de los fieles para superar las adversidades, que se encontró en su quehacer.
- “El tiempo me ha ido dando la razón. Las dificultades iniciales, debidas a la lejanía de Cuenca, y a una cierta desidia, han sido un acicate más para conseguir este agradable lugar, en el que nos encontramos, donde es más fácil, por la paz y serenidad que en él existen, acercarse a Dios. El ejemplo de nuestro patrón y su capacidad de trabajo nos ha impulsado. La gente aquí, se siente mucho mejor” -me decía D. Rafael.
He llegado hasta la Ermita, a través del ‘Camino del Escalerón’, en el que se le han añadido pequeños espacios con bancos, donde aquellos que lo desean pueden hacer un alto en el esfuerzo de subir por este empinado lugar, con casi 200 metros de desnivel desde la carretera que acompaña al río Júcar. La barandilla, que existe a ambos lados de la estrecha senda, es un apoyo eficaz para la subida.
Cuando se inicia la parte del recorrido más costosa, hay personas repartiendo la ‘caridad’ del santo. Me dicen, que es el recuerdo de la capacidad de limosna de San Julián, que siempre dio lo que a veces no tuvo. Son panecillos. 10.000 se van a entregar en este día a todos aquellos que lleguen hasta allí.
Suben los devotos, muchos con vasijas para llenar en la fuente de la Ermita. Dicen que es un agua especial, potable, y con excelencias para ‘curar’, mejorar a los que tienen reuma y otras enfermedades.
- “Yo llevo viniendo aquí, -me dice Angustias-, desde mis primeros años, cuando me llegaba con mis padres a pasar el día. Ellos me inculcaron la devoción a San Julián, y desde la parte alta de la ciudad aquí me acerco todos los domingos, y hoy especialmente, porque es el día del Santo. Vengo con mi familia, aquí almorzamos, oímos Misa y recogemos para la abuela y para el resto de la familia, unas vasijas con agua de la fuente de la Ermita”.
Las alegres campanadas del Santuario están advirtiendo de la próxima Misa a celebrar. Este día se han anunciado dos, mejor dicho, tres, una a las 11 de la mañana, otra a las 13 y una tercera a las 5 de la tarde.
- “En la última, será D. Ramón del Hoyo, nuestro Obispo, el que oficiará en ella, y tiene prevista su asistencia, el señor alcalde, y además será armonizada por el Grupo ‘Voces y Esparto’” -me dice Gimeno-, un buen amigo devoto.
El Ayuntamiento de la ciudad ha ido poniendo en ayuda de la mejora del espacio, los recursos necesarios para el adecentamiento del mismo, pero nada habría sido posible si los ‘devotos’ del Santo no hubieran ‘echado’ numerosas veces ‘su cuarto a las espaldas’. Obras son amores y bueno es el reconocerlo.
Hay buen ambiente en los alrededores de la Ermita, a la que los jóvenes y menos jóvenes van llegando a través del Escalerón y de la Cantera vieja. El día es propicio para buscar el encuentro con la naturaleza, después de un tiempo invernal relativamente duro, que apenas nos ha dejado disfrutar del clima para ‘escapar’ de la tenue prisión de la ciudad. Es como si estuviésemos en Jueves lardero, por la cantidad de gente joven que hasta aquí ha subido, o que aprovechando la festividad, se encuentra en las eras de la otra ribera del río Júcar.
En las parrillas de debajo de la explanada donde está la Ermita, y donde se van a decir las Misas, hay diversos grupos preparando su almuerzo. Todos los años son fieles a la cita. Aquí está la familia de los ’Pimenteros’ y algunos amigos. Están cocinando las tradicionales gachas, acompañadas de los ricos torreznos, fritos de matanza, junto con las sugerencias estimulantes de las guindillas, y variantes con vinagre, amén de un buen vino de Casas de Fernando Alonso.
- “Vendremos a este lugar siempre, -me dicen-, es un ‘gozo’ difícil de explicar; por arriba la Ermita con nuestro patrono, abajo, el río Júcar a nuestros pies, y en plena naturaleza aquí…, esto es especial”.
Son muchas las personas, que están en la Ermita de San Julián ‘El Tranquilo’ sobre la 1,30 del mediodía. Llegan escalerón arriba por el desvío cercano a Las Grajas, o por la senda de la cantera vieja, frente al Recreo Peral. Desde aquí arriba se observa cómo abajo en la carretera que acompaña al Júcar en su orilla, se van colocando gran cantidad de coches, que le dan a la ribera del río el aire de las grandes ocasiones. Un enorme bullicio se mezcla en el recinto, con el ir y venir de las gentes al interior del recinto de la Ermita, donde una imagen de San Julián, sirve para señalar la devoción a los presentes, que ocupan todos los bancos de la pequeña capilla.
… Es tiempo de volver a la ciudad. La carretera hacia Cuenca está llena de voces cantarinas, de rumores de juegos y de encuentros. Paréceme a mí, escuchar a las serranillas entonando sus dulces cantos de amor, mientras juegan con los chopos del río al escondite:
“Venid, venid, llegad, llegad,
que las serranas van a cantar.
‘Venid, venid, llegad, llegad,
que las serranas van a bailar”.
Salvacañete
En Salvacañete, el veintiocho de enero existía la costumbre de quemarse todos los trastos viejos, recordando al Santo Patrón de Cuenca y de los cesteros.
Las Pedroñeras
En Las Pedroñeras, la festividad de San Julián está organizada por la Hermandad del Santo. Entre los actos que se programan sobresalen los puñados y los refrescos del mayordomo y el capitán, y la doble procesión de la imagen del Santo desde la ermita a la parroquia, y vuelta a ella. Se reparte el panecillo de caridad, y se almonedan, igualmente, los productos que en forma de ofrenda han sido entregados para cubrir las necesidades del santo protector
Tarancón y la Virgen de Riánsares
Tarancón lleva a su santuario, a la Virgen de Riánsares, el mismo día veintiocho, día de San Julián en Cuenca, desde la parroquia hasta su ermita situada a unos tres km, en dirección a Cuenca, donde iba a quedar la imagen hasta el quince de agosto fecha en la que, de nuevo, volverá al pueblo en sus fiestas patronales.
Allí, en el año 2003, estuvo Enrique Buendía para vivir esos momentos, cientos de ellos en la cita anual con devotos haciendo el camino a pie, cumpliendo promesas, y con otras personas llegando en coche hasta el santuario. A las tres de la tarde, los sonidos de la Banda Municipal se hacían eco por las calles acompañando a las autoridades a su cita de despedida con la Virgen de Riánsares. En el interior del templo se rezó una salve de Acción de Gracias iniciándose, así, el comienzo de la salida de la procesión y romería en la que numeroso público se unía a la comitiva al pasar por debajo del arco de la Malena.
Por delante iban las imágenes de los santos mártires, San Víctor y Santa Corona, luego lo hacía la imagen patronal, mecida en los hombros de los componentes de su hermandad y, después, las autoridades y el pueblo de Tarancón.
La imagen actual de Nuestra Señora de Riánsares es obra del escultor Luis Marco Pérez. La imagen de la Hermosona, como cariñosamente la llaman las gentes de Tarancón, entraba en su casa santuario aunque, más tarde, en ese mismo día, volvería en traslado privado por parte de su hermandad, a la parroquia, motivado por las obras que se realizaban en la ermita. Fueron minutos igualmente cargados de recuerdos. De los que hemos venido hoy y de los que no lo han podido hacer, me decían emocionados e igualmente alegres. No era para menos, la Virgen de Riánsares se lo merece.
Quedan más fiestas, claro está. Las de Quintanar del Rey, Santa María del Campo Rus, Casasimarro, Huerta del Marquesado, El Provencio, Villar del Saz de Navalón y sus danzantes, Villalba del Rey con danzantes también, Uclés, Horcajo de Santiago, Villar del Águila, Mira, Garaballa y los Cargos, El Herrumblar…
Cualquier opción, es buena.