
Pedro era especial y metódico como pocos. Muy suyo también, claro, hasta las últimas consecuencias. Quizá por eso tardé en entender que se sumara a esa huelga de ánimos caídos cuando precisamente, él, se opuso siempre a un cierre por derribo aunque la ruina ya la llevara dentro.
De niño tuvo que hacerse amigo de la polio porque no le quedaba otra y, a pesar de eso, hizo atletismo, montó en bici, nadó lo que quiso, jugó al tenis e hicimos grandes recorridos corriendo, sufriendo y riendo porque era eso, un luchador amante del deporte y porque, si dejaba de practicarlo, lo más probable es que la pierna se fuera secando poco a poco como planta sin riego. “No me queda otra” decía una y otra vez. La misma frase que me soltó cuando, una analítica, le pegó de frente avisándole de que algo serio se había metido dentro de él sin pedir permiso.
Vamos, le dije. El camino siempre ha tenido arenas, piedras, raíces y barro y siempre lo has hecho. “No me queda otra”, respondió.
En nuestra Radio Nacional de España de los años setenta, como colaborador, Pedro Cerrillo hizo de todo: informativos, programas, aquél infantil llamado “Hola Chicos” al que acudió una vez Chanquete y otra los Payasos de la Tele…le gustaba el mundo del periodismo radiofónico y escrito pero, finalmente, se inclinó por lo que verdaderamente era lo suyo: la Filología Hispánica y la Didáctica de la Lengua y la Literatura y, de ahí, la literatura infantil sobre todo lo demás creando el CEPLI: el Centro de Estudios de la Promoción de la Lectura y Literatura Infantil siendo, en eso, una figura mundial que lideraba el grupo de investigación LIEL e infinidad de proyectos sus principales líneas de investigación la LIJ y educación literaria, lírica popular infantil y poesía infantil dejando un proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Economía sobre “Censuras y LIJ en el siglo XX en los países del ámbito hispanoamericano».
Lo suyo era la literatura infantil y, como especialista, dio cursos y conferencias en universidades españolas, estadounidenses , mexicanas, portuguesas, brasileñas, francesas, taiwanesas, colombianas y argentinas así como en los institutos “Cervantes” de Estocolmo, Berlín y Londres, o en las Ferias del Libro de Buenos Aires, Madrid, FILIJ (México), Miami o FIL de Guadalajara (México), entre otras, dejándonos más de 40 libros entre los que cito solo uno: “el jardín de Oscar” dedicado a su nieto. El primer poemario infantil que publicaba como un diálogo entre niño y adulto:
-“Dime, abuelo, dime,
¿por qué los perros ladran?
-Para que todos sepan
Que con su amigos hablan.”
El 5 de Septiembre del pasado año marchó a México, tocado ya, a recoger el “Reconocimiento” de la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Autónoma de México (UNAM) que, desde 2012, concede anualmente su Facultad de Filosofía y Letras a académicos de Educación Superior que hayan destacado en la docencia, la investigación y la difusión de las humanidades valorando, igualmente, su trayectoria académica e investigadora de más de 40 años (https://www.liberaldecastilla.com/71949-2/#.Wz5QdtIzaHs)
Fue el último acto público al que acudió acompañado de su familia más cercana porque, el pasado viernes, el día 29, muy a pesar suyo, ya no pudo estar en el que organizó la Universidad poniendo su nombre a la Biblioteca. A partir de ahí, de citas imposibles y de un abrazo imborrable, ya no encontró espacio para aparcar el vehículo de la esperanza. Ni siquiera en el jardín de Oscar. Qué pena.
José L. Muñoz Martínez