Lloran las dulzainas en el adiós a Herminio
La iglesia parroquial de Villares del Saz, bajo la advocación de santa Eulalia de Mérida, ubicada sobre las ruinas de una antigua fortaleza de los templarios, construida en el siglo XV, quedó pequeña porque no cabían en su interior tantas muestras de cariño, de admiración, de respeto y de dolor por la pérdida, por el adiós de Herminio.
Fuera, en el atrio, en esa pequeña plazuela entre las calles del capellán García Moreno y María Luisa Vallejo, el viento doblaba ramas, arrastraba hojas, movía pétalos de flores blancas y hasta arrancaba claveles rojos de las coronas que no sé cómo pudieron colocar en el segundo coche furgón, fúnebre, procedentes de la familia, de sus amigos dulzaineros, de los de la peña Girasol, de Hontecillas, María Luisa y Antonio, de la JOC, de mucha más gente y de, cómo no, de Tiruraina que hizo sonar su música cuando, el féretro, era introducido en el interior de esta iglesia de tres naves, sostenidas por columnas cilíndricas en la que está la tumba de D. Juan de Cabrera y Cereceda, familia noble de la 2ª mitad del 18.
La misa funeral fue todo un homenaje a Herminio porque, las músicas de Tiruraina, eran las músicas de Herminio y sonaban como, si él mismo, estuviera en ese coro, en ese anfiteatro desde donde se apreciaba el escenario en el que, el féretro, conteniendo el cuerpo sin vida de Herminio, era el centro de todas las miradas que abría en canal un río de emociones y de lágrimas.
El tema “La Muixeranga d´Algemesí”, nos llevó al cuidado y limpio cementerio de Villares del Saz y, con la última corona, con la última flor depositada en la lápida, con el viento ondeando lo que difícilmente se puede describir, nos dijimos adiós.
Vídeo. Lloran las dulzainas