Las norias son máquinas hidráulicas que sirven para extraer agua siguiendo el principio del rosario hidráulico. Una noria es una gran rueda con aletas transversales que se coloca parcialmente sumergida en un curso de agua, el cual, gracias a las aletas, imprime a la rueda un movimiento continuo. Esta, posee en su perímetro una hilera de recipientes llamados cangilones que con el movimiento de la rueda se llenan de agua, la elevan y la depositan en lo que llaman “artesa”: una especie de depósito rectangular provisto de un desagüe desde el que se escapa el agua al canal de regadío.
Ya en el siglo III antes de Cristo, Arquímedes se refería a la noria. Dos siglos después, el poeta Lucrecio y el arquitecto Vitrubio, notificaban la existencia de estas ruedas elevadoras en el cauce de los ríos.
El invento fue desarrollado y mejorado por los romanos ante la necesidad de sacar agua de las minas. Una técnica que fue adoptada por los árabes al introducir diversas modificaciones para adaptarlas al exclusivo uso del riego.
Más adelante, la rueda hidráulica se transformó en la gran máquina de la Edad Media, utilizándose en molinos harineros, en aserraderos, martillos y bombas, para accionar fuelles, para la batanadura de la lana, para exprimir la caña dulce, primer paso para la fabricación del azúcar; incluso fueron usadas ruedas hidráulicas para ayudar en el proceso de extracción de los minerales en la famosa mina del Potosí, en Bolivia. Las grandes ruedas hidráulicas medievales de madera desarrollaban una potencia máxima de cincuenta caballos de fuerza.
Con esta finalidad, se les quitó travesaños y se les sustituyó por radios, haciéndolas mucho más ligeras para poder ser movidas por caudales menores de agua.
Esta que os presentamos se encuentra en Villalba de la Sierra (Cuenca). La mueve las aguas de un caz que se hizo a principios del siglo 19 para alimentar las ruedas de un molino harinero existente en lo que hoy es el Tablazo. Un complejo residencial y de ocio para los amantes de la pesca.
Aunque la noria es bastante posterior al proceso harinero, la actual tiene unos 20 años porque, la anterior, prácticamente se la había comido la caliza y, aunque relativamente nueva, de vez en cuando hay que repararla.
En realidad, la noria sirve para regar las huertas que se extienden al pie del “Ventano del Diablo” o del Salto de Villalba: Una central eléctrica inaugurada en 1926 por el rey Alfonso XIII, que funciona gracias al aporte hídrico de la laguna de Uña por medio de un canal que conecta, la misma, con un depósito de agua situado en un monte próximo a El Salto desde donde cae con fuerza, a través de unos tubos, para mover las turbinas. Y si esto es así todo el año, no ocurre lo mismo con la noria que, si durante el frío invierno permanece quieta, comienza a girar con la llegada de los primeros calores primaverales porque hay que preparar la tierra, sembrar, regar, volver a regar, recoger los frutos y, de nuevo, a parar con la llegada del otoño.
Son para el verano
Volviendo al siglo 19, la historia daría una vuelta con el nacimiento de George Ferris, un ingeniero especializado en la industria del ferrocarril que, a partir de 1893, y con motivo de la Exposición Universal de Chicago, inauguró su obra maestra. Una noria de 80 metros de altura y de 76 de diámetro que a diferencia de las conocidas hasta ese momento, tenía simplemente fines lúdicos.
Esta fue la primera, aunque a la lista de la fama habría que sumar algunas que en la actualidad están en funcionamiento y hasta se han convertido en grandes atractivos turísticos de las localidades donde se ubican. La lista podría ser interminable, pero en ella no podría faltar la Noria del Milenio sobre el Támesis, la de Greenwich, en Londres, la de la Plaza de la Concordia en París etc.
Ya, desde hoy, añadimos otra más en el listado. La noria de Villalba de la Sierra movida por las aguas del Júcar en un caz de ensueño, con microclima especial y un sonido que te transporta al 19.
Vídeo