Anduve días atrás por una de las comarcas más características del centro de España. Digamos que por la divisoria entre ambas Castillas, al noroeste de la provincia de Guadalajara, paraje limítrofe con las provincias de Soria y de Segovia; un pueblo de la Transierra que a veces nos solemos encontrar en los tratados de Geografía como enclavado en el Macizo de Ayllón para los foráneos, y en la Sierra Norte de Guadalajara para las gentes de esta tierra. Cantalojas es el nombre de este pueblo, justo donde la casualidad me quiso enviar en mis años jóvenes para regentar su escuela de niños, y que se habría de convertir después, al margen del que nací, en el segundo de Castilla para el que guardo mis mejores afectos. Es el pueblo donde alguna que otra vez se dan las temperaturas más bajas de España, y en cuyo término municipal, rico en vegetación y en ganadería de lanar y vacuno, se encuentra el bosque de hayas más meridional de Europa.
Queda constancia de que en el siglo XIV, incluso antes quizá, el hayedo de Tejera Negra lo solían visitar con cierta asiduidad los reyes de Castilla. Alfonso XI, en su libro “La Montería” nos da noticia de este privilegiado lugar de la Sierra Norte de Guadalajara, con frases tan esclarecedoras como ésta: “Texera Negra es un boen monte de osso et de puerco en todo tiempo”; de oso y de jabalí, un añoso apunte cinegético que cientos de años después tan solo se cumple en su mitad, pues de los osos en aquellos parajes hace siglos que no se tiene noticia; sí, en cambio, de otras especies raramente conocidas en otras partes de España, pues allí nos podemos encontrar con águilas reales, con buitres leonados, con halcones abejeros, con corzos, con nutrias, con gatos monteses, y por supuesto, también con el jabalí.
El nombre de “tejera” la viene de “tejo”, (texux baccata), árbol texáceo que siglos atrás debió de ocupar importantes superficies de terreno por aquellos humedales de bajas temperaturas, y del que todavía se pueden ver, a modo de reliquia, algunos ejemplares como muestra, entre otras interesantes especies de las que se debe destacar el roble, el acebo, el serbal de cazador, la jara, el abedul, el cerezo silvestre y el haya. El haya es en su conjunto la especie más abundante en Tejera Negra, destacando, al menos por su número, los ejemplares jóvenes de blancuzca piel, entre otros centenarios de rugosa corteza y hueco corazón.
A partir de estas fechas y durante casi todo el otoño, el hayedo de Tejera Negra recibe muchos más visitantes que a lo largo del resto del año. Es admirable la variedad de colores de los que se tiñen sus copas en la ladera inmensa. Un espectáculo visual, nada común, a manera de milagro de la Naturaleza, que os invito a conocer