Dos conquenses en el Sáhara. Quinta jornada de incidencias y el hotel de adobe, en medio de la nada, pero con piscina
Luis Lapeña y Manuel Sanz
Jornada de las incidencias. Hemos salido tempranito, dirección sur desde Merzouga y, a la media hora de salir, en el paso de unas dunas que con las aguas que ha habido pues ha creado barranqueras creando saltos, nos hemos metido en un desfiladero con tan mala suerte de que, un coche, ha partido toda la transmisión y, allí, pues hemos estado como hora y media intentando, bueno, intentando que los mecánicos desmontaran el bloque y, al final, como el tiempo corría y no podíamos hacer nada de nada, Manolo (Plaza) ha decidido que se quedaran los mecánicos y, los demás, tirásemos para adelante.
Hemos continuado, hemos comido en un oasis precioso -que ahora no sé cómo se llama- y, ahora, a las ocho y media de la tarde, hemos llegado al hotel donde vamos a hacer noche y vamos a esperar a que lleguen si es que consiguen terminar la reparación de la dichosa transmisión.
También, hoy, en el cúmulo de llamémosle desgracias, hemos tenido que dejar otro coche en un poblado tuareg porque se había reventado una rueda y no ha habido manera de ponerle la de repuesto. Lo hemos dejado para mañana si es que conseguimos una cámara. De tenerla mañana, podríamos rescatar al Range Rover que, como digo, se ha tenido que quedar allí, en el pueblo, claro. Y gracias a que al jefe, Manolo Plaza, además del conocimiento de las dunas, de los coches o de las mecánicas, por aquí, vayamos por donde sea, es más conocido que un actor de Hollywood y, así, le abren puertas y corrales cuando hay apuros como el de hoy dejando el coche con total tranquilidad.
Pues así, sin incidencias físicas, sólo mecánicas, hemos pasado esta quinta jornada así que, como digo, estamos ya en un hotel que está en medio de la nada. Un hotel, el Riad Belvedere, en Ouzina, que flipa con solo contemplar sus muros de adobe, de paja y barro, como se construía en los pueblos de la sierra en los años cincuenta. Es un hotel precioso del que, además de su arquitectura, destaca el olor especial a no sé qué.
Vamos a ver si cenamos y hasta mañana
Vídeo de Luis Lapeña