Aunque la cuerda se procuró tejer con buena fibra, el roce del tiempo y la constante presión por exigir lo que no se podía dar, acabó por romperse. Del uso razonable y correcto de las cosas al abuso en su empleo, es pasar del día a la noche. Las cosas tienen un límite que nunca se debe sobrepasar a riesgo de que surja el conflicto. Se trata de una de las más elementales normas de convivencia entre personas civilizadas, de manera que no atenerse a ella suele acabar en problemas difíciles de resolver.
Hace unos días supe por este mismo periódico que se había producido el enganche dialéctico, acalorado en las gormas, entre la Asociación de Municipios Ribereños de los embalses de Entrepeñas y Buendía, contra los regantes del Segura, como respuesta a la petición, por parte de estos últimos, de un nuevo trasvase de agua del Tajo, cuando el contenido de ambos pantanos apenas llega al nueve por ciento de su capacidad, como es fácil comprobar a pie de cauce, y sin esperanzas fundadas de que el agua embalsada aumente, habida cuenta de que las tierras secas, debido a la escasez de lluvias, sea absorbida por el medio natural sobre el que cayó, como el papel secante.
La riqueza hortícola del Bajo Levante Español, adonde van a parar las aguas de la Alcarria, es boyante, cosa que todos los españoles debemos celebrar, y de hecho así lo hacemos. Ahora bien, no olvidemos que la solución a los problemas del riego en las regiones costeras del Levante, les viene de otras tierras del interior, cosa que a bien o a mal las comarcas receptoras debieran, cuando menos, agradecer; pero, por lo visto no es así, sino que poseedores que se saben de tal beneficio, han aumentado fuera de toda razón las hectáreas de árboles frutales, conscientes de carecer de propio del agua que necesitan, exigiendo como remedio nuevas remesas del preciado elemento, que, debido a los prolongados años de escasez, ni pueden ni les deben dar.
Son cerca de cuarenta años los que las cosas vienen funcionando de esa manera. Tiempo más que suficiente como para haberse provisto de un remedio alternativo. Contra la opinión de la comarca donante, las aguas del Tajo viajan hacia tierras mediterráneas en un acto de colectiva solidaridad; pero la gente se cansa y se enerva cuando se emplea el abuso, llegando, como en el caso que nos ocupa, a valerse de la mentira como argumento, (los receptores aseguran que la reserva actual es de un cuarenta por ciento, cosa demostrablemente incierta, como sabemos todos), sin que desde los altos poderes nadie haga lo posible por evitarlo. El agua es de todo el mundo, sí; pero dentro de un orden.