¿Alguna vez ha tenido esa sensación al mirar una pintura, una escultura o incluso un edificio tan hermoso que de repente sientes que el mundo gira a tu alrededor, tu pulso se dispara y, por un momento, piensas que podrías desmayarte? No, no es que te hayas enamorado perdidamente del artista, ni que el café que tomaste antes de entrar al museo te haya dado un subidón de cafeína.
Está ante un fenómeno psicológico real y fascinante: el Síndrome de Stendhal.

Yo mismo lo sentí. Tan enfermo me puse que, por no asustar a mi compaña – mi hija Dolores – le dije que qué le parecía si pasábamos por el hospital a saludar compañeros italianos. Allí les dije a los galenos lo malísimo que me encontraba. Ellos se pusieron a reír y reír – revolcándose por los suelos – haciéndome sentir cual payaso en su número circense. ¡Estas en Florencia! Me dijeron los muy malandrines. Y ni más caso que me hicieron…”que me lo tomase con más calma, me recomendaron”
Pero no se preocupe, no se trata de una enfermedad rara ni de un trastorno mental grave. Es simplemente una respuesta emocional extrema ante la sobrecarga de belleza.
Si alguna vez se ha sentido «abrumado» por el arte, se dará cuenta de que, en realidad, tu cerebro solo está intentando procesar toda esa magnificencia a la velocidad de la luz.
Y sí, eso puede ser un poco mucho para manejar.
El Síndrome de Stendhal es un trastorno psicológico raro que se da cuando una persona se siente abrumada por la belleza o la grandeza de una obra de arte. Aunque la gente suele hablar de él con tono dramático, no se preocupe: no se va a caer desmayado ni perderás la razón por mirar un cuadro (a menos que tengas un problema muy serio con las multitudes en los museos, pero eso es otro tema).
Este síndrome recibe su nombre de un escritor francés, Stendhal, quien describió en su libro Nápoles y Florencia (1817) la sensación de vértigo y confusión que experimentó al ver el arte renacentista en la ciudad italiana. Fue como si su cerebro se hubiera inundado con tanta belleza que no supiera qué hacer con ella, y acabó en un estado de ansiedad y mareo. El pobre Stendhal casi se desmaya frente a tanto arte.
Desde entonces, el nombre se ha quedado como sinónimo de ese efecto de «exceso de hermosura» que, como todo exceso, puede ser un poco… abrumador.
Ahora bien, ¿por qué sucede esto? Los neurocientíficos creen que el Síndrome de Stendhal ocurre cuando el cerebro se enfrenta a estímulos visuales tan intensos que no puede procesarlos con la rapidez que necesita. Piensa en una «sobrecarga sensorial»: el cerebro recibe más belleza de la que puede manejar y empieza a liberar una serie de reacciones físicas: palpitaciones (yo alcancé los 140 lpm), mareos, sudoración, incluso un extraño sentimiento de «perder el control» de lo que estás viendo. Un poco como si tu sistema operativo interno se colapsara por tener demasiadas pestañas abiertas.
Y claro, como todo lo relacionado con el arte, la experiencia es muy subjetiva.
Un visitante en el Museo del Prado podría no sentir nada al ver un Velázquez, mientras que alguien más podría quedarse tan absorto que se le acelera el pulso. Es como si cada uno tuviera su propia «pico de belleza» al que no puede resistirse.
Los síntomas del Síndrome de Stendhal pueden variar. No todo el mundo que se enfrenta a una obra maestra de la pintura o la escultura va a empezar a sudar o a desmayarse (aunque, sinceramente, sería una forma bastante dramática de demostrar que te ha impresionado). Los síntomas más comunes incluyen:
- Palpitaciones: Como si el corazón estuviera a punto de saltar fuera del pecho. ¿Es amor o es solo la adrenalina del arte?
- Mareo: O sea, estás tan deslumbrado que te sientes como si estuvieras flotando en el aire.
- Confusión mental: El cerebro se queda tan lleno de ideas y sentimientos contradictorios que casi no sabe cómo procesar lo que está viendo.
- Sensación de desrealización: Como si te encontraras en un sueño en el que el arte lo es todo. El mundo real parece desvanecerse.
Yo tuve todos y a tutiplén, en Florencia.
Ahora, no crea que todo el mundo es propenso a esto.
De hecho, el Síndrome de Stendhal es bastante raro.
La mayoría de nosotros somos capaces de admirar una obra maestra sin que nos dé un infarto, pero aún así, el fenómeno es tan fascinante que lo convierte en una especie de «viaje emocional» para los amantes del arte. Y yo sin saberlo: ¿será posible?
A veces, las personas que se sienten «consumidas» por el arte se preguntan si realmente están sufriendo un trastorno o si simplemente están reaccionando de una manera muy intensa a algo que les llega muy al fondo. La realidad es que el Síndrome de Stendhal no es una enfermedad mental ni algo de lo que haya que preocuparse (¡por suerte!). De hecho, en la mayoría de los casos, la experiencia es relativamente breve. Después de un rato, todo vuelve a la normalidad, como si el cerebro hubiera procesado suficiente belleza para dejarte seguir tu camino. Lo que más tranquilo me dejó a mí, fue la risa de mis colegas: ¡olé!
Pero claro, también hay algo un poco divertido en todo esto.
¿Quién no ha deseado alguna vez poder tener una reacción tan profunda ante una pintura o una escultura que sientas que la belleza te está “devorando”?
En un mundo donde estamos constantemente abrumados por el estrés, el caos y la rutina diaria, quizás deberíamos permitirnos tener un pequeño episodio de “demasiada belleza” de vez en cuando.
Si te preguntas si estás en riesgo de sufrir el Síndrome de Stendhal, la respuesta es: tal vez.
Si alguna vez te encuentras frente a una obra que te deje sin palabras (ante el “Moisés de Buonnaroti, por ejemplo, en San Pedro ad Víncula o mirando la cúpula de Brunelleschi en Santa María di Fiore) , toma un respiro profundo, disfruta del momento y recuerda que no todo el mundo reacciona igual.
Si siente que tu pulso se acelera o sus ojos se llenan de lágrimas de emoción, ¡no entre en pánico! Tampoco es necesario que vaya al hospital, que igual tiene el mismo cuadro facultativo que yo.
Está experimentando la maravilla de un mundo lleno de arte que tiene la capacidad de tocar tu alma de una forma tan intensa que tu cuerpo no puede evitar reaccionar.
Así que la próxima vez que visite un museo o una galería, prepárese para rendirse ante la belleza y, quién sabe, tal vez salga de allí con una pequeña «crisis de arte».
¡Es solo el Síndrome de Stendhal haciendo su magia!
Firma invitada: Francisco R. Breijo-Márquez. Doctor en Medicina.