Quizá porque la última vez que me acogió era más joven; y bien sabido es que, cuanto más joven… mayores se te hacen las cosas que amas. Compostela la vi más pequeña.
Pero siempre, eterna.
Empedernido amante de ‘piedras’, nada tiene que envidiar este País a otros considerados – por vaya usted a saber – cómo más bellos y con más abolengo. ¡Nanay!
Compostela, junto a Toledo y Granada han sido – y así seguirán siendo – las ciudades españolas que me resultan siempre hechiceras, mágicas…seductoras.
Y he vuelto a almizclarme de medievo gallego hasta empapar el más diminuto de mis sentidos. Poco tiempo…suficiente.
Compostela es piedra. Todo es piedra. Piedras mudas que no paran de hablarme.
En cada paso que dé por sus empizarradas calles, mojadas eternamente por esa imperceptible lluvia que cala hasta la médula, siempre seré aquél caballero vestido de morrión, gorguera y con espada envainada, sin ánimo de extraer; o pobre plebeyo, hambriento y pordiosero, del siniestro Fonseca.
Pero me transportarán ineludiblemente a aquellos tiempos. Siempre seré eterno peregrino sin camino al que rendir.
Tal vez porque fue el camino primero que tomé antes de estremecerme al ver – a la vuelta de la esquina – las dos infinitas agujas pendientes (y alertas siempre) de saltar hasta los cielos, siempre que vuelvo a Compostela le digo al taxista que me deje en la Iglesia de San Francisco. Desde allí tomo, andando, la rúa homónima, me embeleso con la arquitectura de la que pudo ser mi facultad y, en la esquina del arco (acústica perfecta), me topo sin previo aviso con las dos torres, casi iguales, de la parte frontal de la actual Catedral, permanentemente en obras. Apuntando a la gloria (en su Pórtico no fue posible volver a sublimarse…¡obras!)
Más atrás se adivina la torre del Reloj, dando esas campanadas que ya no oirán los estudiantes que, habiendo terminado sus carreras universitarias, partirán a sus orígenes. Como dice – y aún se escucha- la célebre balada tunesca.
El Obradoiro se me brinda en todo su esplendor. Peregrinos con bastón y sin vieira (¡qué pena) lo pueblan intermitentemente y en distintos colores, diferentes al marrón preceptivo. Párome en cada detalle de los tres monumentos circundantes, Reyes Católicos incluido. Sigo hacia el Palacio de Xelmirez. Vuelvo a fascinarme y me bifurco.
Decido –una vez más- seguir la rúa de mi izquierda, rodeando el edificio catedralicio. Llego a Praza Praterias y Quintana. Persiste mi embeleso inagotable. Sus cuatro caballos en medio, una mujer con estrella. Las escaleras estudiantiles al fondo. La Porta do Perdón a lado izquierdo. Casa do Cabido inexcusable. Rodeo la catedral y vuelvo al punto de partida.
Escojo esta vez la otra rama de la bifurcación: Rúa do Franco (desconozco si es en honor y gloria del dictador), guirilandia donde las haya. Directa, con múltiples callejuelas a patear, hasta Parque de la Alameda. ¡Lindo, lindo!.
Paro en el Café Casino. Los cielos siguen derramándose, pero opto por la terraza. Me pide el cuerpo un buen café y me lo sirven tal. Lo saboreo hasta la última gota. Sin bastón, ni vieira (solo con gorra e impermeable) reemprendo el camino.
Me pierdo por las callejuelas adyacentes a la de rúa do Franco. Y la maravilla me sigue embargando. ¡Qué de cosas no conocía, descubrí u olvidé!
Me hago un ‘piscolabis’ en «O 46» (es una taberna de ‘viejos’ donde todavía sirven el Riveiro en taza y te ponen tapas de buen pulpo ‘a feira’). Me despejo en el parque de la Alameda y.…vuelta a empezar. O a retornar.
La lluvia fina me sigue acompañando. No es ni calabobos ni sirimiri…es compostelana.
Reyes Católicos para abajo, rúa do Hortas, desciendo cuidadosamente por aquello de los resbalones, llego a rúa Pomba y a mi hotel: «Pazos Alba» (le puse cinco estrellas en uno de tres a los ‘pesaos’ del google maps – o cómo quiera el patrón que se diga – que solo hacían que preguntarme).
Rendido de kilómetros y belleza, me tumbo y amanezco sin rechistar a tomar un café ‘americano’. ¡A matizar! Y… Volver a empezar. Por si el más basto de los detalles me pasó por alto.
Misa de doce en la Catedral. Botafumeiro en pleno rendimiento (diminuto…diminuto). Incienso hasta la desesperación. Gregorianos llenan mis oídos. Abrazo al santo patrón. Visita a una especie de urna plateada y grande que dicen que es donde reposan los restos del insigne apóstol. Y poco más… y hasta la próxima.
Todo esto está escrito en primera persona del presente de indicativo. No es cierto. Nada hubiese sido igual sin que estuviera a mi vera la mejor compañera de viaje que jamás tuve ni tendré: mi hija María Dolores Breijo. A quien tanto amo y que, sin ella, solo hubiese sido un viaje de puro retorno.
¡Gracias por tan lindo viaje hija mía! Sin tu compaña no hubiese sido ni la media de la mitad.
¡Sólo nos queda Jerusalén! Aunque las gaitas no nos acompañen.
¡Roma y Compostela ya están cumplidas!
P.S.- Por unos días, solo por un pequeño rato, me olvidé de temas tan insoslayables como un gobierno nuevo y sin rumbo conocido. Plagado de personal capaz que no sabemos si apañará tanto asunto de acuciante arreglo. Ni de tener que deliberar que las «victorias, fueren las que fueren, siempre se consiguen en retaguardia».
¡ Lashanah Habaah Bi Yerushalayim, amada hija y camarada: falando galego!
No he podido escribir sobre el maravilloso «Mercado de Abastos». Donde hay que regatear, como mandan los canones y el santo patrón
Amigo, has estado muy cerca del paraíso. En la calle del Franco, llamada así porque esa calle era la utilizada para entrar los peregrinos franceses, tiene una colección de bares y tabernas rememorables. Su olor aún me empapa y su recuerdo me trae imágenes maravillosas. El 32, 42,46,el Orellana el patata… Yo viví, durante 6 años en la calle S Francisco, justo enfrente de la facultad ( algún día he asistido a clases con el pijama debajo de la ropa. Ya ha desaparecido gran parte del encanto de tan gloriosa ciudad universitaria, donde el número de alumnos triplicaba a los habitantes.
Has conocido casi el cielo.
Así que ahí te perdiste.
Compartiendo lluvia con otro tiempo.
Con las mismas piedras que hoy ven deambular entre sus adoquines las otrora calles de barro.
Con fantasmas de caballeros con espada enfundada, mientras que otros llenan las calles, evitando empujarte mientras tu, embuidp en sus alientos, ensimismado y reinventando tus otros pagos, coges del brazo a tu hija y compartes la lluvia de emociones que entran hasta tu alma.
Con señoras principales que no cambian su paso, bajo negros pañuelos, al rosario del alba. Detras le sigue una rapaza menuda, que se sorprende al cruzaros. Sus pies estan en el barro y los vuestros no estan mojados.
Hombres de espalda encorvada, bajo gruesas cargas, mujeres con niños hambrientos, te observan y pasan sobre tu alma.
Tus pies estan secos y los suyos se hunden en el barro.
En esto un grupo de niños, atraviesa azorados, ruidosos y en el temor, del hombre, en el nombre de Dios.
Abajo, en donde empieza la plaza, se oye gritar al alguacil, la chusma clama, caballeros de espada al cinto y señoras principales.
La pira esta encendida…la meiga clama…de su boca blasfema, Dios es su daga, a él maldice su abandono, aél y a alguno que ahora calla, por no rendir sus favores a quien le culpó, ante la iglesia de los hombres, la que vocea y mata.
En nombre de un Dios muere.
Un Dios, que no es Dios, es justicia sin justicia, clamor de espadas…que quisieron salir de su cinto para clavarse en su falda.
Y sigues caminando, la lluvia ya no moja el impermeable que te guarda.
Hace rato calló la bruja..tu sigues tu marcha.
Las botas siguen mojadas. Los fantasmas mueven el barro, mientras su aliento frio, cruza por tu espalda.
Tiritas, te estremeces, luce el sol y no calma, tu desasoiego en carnes.
Miras a tu hija, se abraza a tu mirada, la tuya es aviesa, la suya es cálida.
El barro de las calles, no notaa sus pisadas.
La bruja ya calla, los fantasmas escapan. Solo un ruido inquieta las últimas ánimas, el crepitar de unaa llamas que sin saber porqué, hielan tu alma.
Maria Dolores habla, la escuchas y miras al suelo, en un charco que nadie pisa….se levanta el agua.
Es la última pisada, quizas de un rapaz que no oyó la llamada y sigue entre guiris, jugando sin entender nada
Si la meiga no me atrapa en su justa blasfemua de nuevo, te diré sin entrar en exageraciones halagadoras para tu vanidad, que es la mejor estancia en Santiago que he vivido.
He sentido caer la lluvia deslizándose por el impermeable sin encogerme de frio. Recorrí sus calles rodeada de sus piedras longevas, apiladas y oradadas por los tiempos.
Pude escapar a nuestros dias de la mano de ese cafe en la terraza y entrar en un bar eb el que lo importante no es el swing del decorador de moda, sino la clientela y el pulpo a feria.
Pero sobre todo…estoy deseando poder visitar en tus ojos, en tus sensaciones, Jerusalen.
Cuando vamos?
Como me gustaría haber estado con vosotros en Santiago y María Dolores que pequeña era cuando la vi.UN BESAZO para todos
Francisco, tenía yo unos 14 años cuándo hice un viaje de fin de curso a Compostela – Ya ha llovido lo suyo – y leyéndo tu relato me has hecho recordar momentos muy agradables que tenía completamente olvidados. Gracias, me alegro mucho de que lo hayas disfrutado con tu querida hija…. eres un gran narrador, un contador de historias. Un beso querido amigo y buenas noches
Hasta a mi alma gallega le parece dificil de superar. Tal vez falta la visita al «patata» que yo nunca perdono. Sublimación de un tubérculo insipido sin ser sometido a sabiduría.
Agradecer sinceramente todos y cada uno de los comentarios.
Apuntar que, la frase “Lashanah Habaah Bi Yerushalayim”, significa “el año próximo en Jerusalén”. Es el brindis que, habitualmente, hace el pueblo judio como un deseo insoslayable.
Mil gracias a los que me han dado ‘pistas’ acerca de sitios emblemático y que yo desconocía. Después de unos cinco años sin aparecer por Compostela, es lo que tiene…siempre te dejas algo por descubrir.
Una especial gratitud para los comentrios de ZARINA. Pura literatura…