Charnego es el nombre castellanizado de la palabra “xarnego” con la que algunos catalanes designan, como insulto, a los españoles de otras regiones que no hablan el catalán. El diccionario de la RAE define esta palabra como “emigrante de una región española de habla no catalana”. En su origen la palabra “charnego” significa “perro”, de manera que con ella nos quedaremos si se nos ocurre pasar de Fraga (Huesca) a Soses (Lérida) por la Nacional II. Experiencia que, por motivos de residencia en tiempos ya lejanos, me tocó vivir más de una vez; tiempo feliz aquel en el que esta fiebre separatista no contaba en la mente de nadie, o de muy pocos en el peor de los casos.
Cataluña está llena de charnegos, es decir, de españoles de otras regiones que por motivos, casi en todos los casos de carácter laboral, tuvieron que emigrar a la región catalana, como pudo ser el caso de doña Manuela Ruiz Toledo, emigrante de La Carolina (Jaén), abuela del presidente bis Sr.Carlos Puigdemont, quien entre sus primeros ocho apellidos lleva los de Ruiz, Valdivia, Toledo y Valero, más españoles “que la de Alba”, que diría la canción.
Es verdad que Cataluña se repobló con trabajadores del resto de España, que acudieron a la llamada de sus industrias donde encontrar trabajo, lo que quiere decir que, directa o indirectamente se ha ido enriqueciendo con el sudor ajeno. Es posible que la comunidad autónoma que más mano de obra llevó a Cataluña haya sido la de Castilla la Mancha, y de ella dos provincias de manera especial: Guadalajara y Cuenca. ¿Quién no tiene algún familiar, algún amigo, algún vecino, que en su momento, bien por la necesidad, bien por la fuerza de la corriente se marchó a Barcelona, a Badalona, a Manresa, a Sabadell o cualquiera de las grandes ciudades industriales de Cataluña? Gentes fieles a su tierra de origen a la que desean volver, pero que las circunstancias personales no se lo permiten. Profesores de Cuenca y de Guadalajara, amigos unos, conocidos otros, me faltan dedos en las manos para contarlos, se marcharon en su momento y vuelven hoy con las manos vacías, sin haberse cumplido aquello que en su día les hizo soñar. Es verdad que no es lo mismo ejercer la profesión en Sabadell que en Cubillejo del Sitio, por ejemplo. Son charnegos, lo han sido durante casi toda su vida, y ahora, duro es decirlo, tienen que pagar su error con el insulto, no sé si con el desprecio, de quienes en teoría van a dirigir los destinos de aquella maravillosa región española.