Recordando Carnavales de Cuenca
Redacción. Enrique Buendía
El colorista Carnaval de Minglanilla
El Carnaval de Minglanilla es una de las manifestaciones populares más participativas de cuantas se celebran en la localidad y tiene, desde 1988, una asociación vecinal encargada de todo lo que a él se refiere. Su presidente, y coordinador organizativo, decía apenas un par de minutos antes del comienzo del Gran Desfile del sábado: “ verás esta tarde que, aquí, todo es fantasía, elegancia y detalle. En ello se esmeran las peñas participantes, unas formadas por vecinos del mismo barrio, otras salidas del ambiente de los pubs, las hay también integradas por grupos de amigos etc”. Se ultimaban los detalles repasando la indumentaria particular, personal, el engalanamiento de las carrozas, los últimos pasos de las comparsas acopladas a los ritmos de la charanga…
La tarde era primaveral y propiciaba la presencia en el desfile de un buen número de grupos. “Cada peña lleva su propia música para que todo el mundo pueda mover el cuerpo a su gusto. Es una fiesta brillante, los disfraces un lujo, el trato extraordinario, lo pasamos muy bien y esperamos que de la misma manera se lo pasen con nosotros” decía un músico de Aliaguilla.
Me muevo entre la gente observando el buen rollo coloquial existente en una calle llena de egipcios, mujeres y hombres de la nobleza, de la edad media, de los años veinte, hay payasos, unas cuatrocientas personas he contado que componen este arco iris de fantasía, este desfile: “lo estamos celebrando con el fin de semana posterior a los días oficiales, pues ya ha pasado el Miércoles de Ceniza. Cambiamos las fechas hace quince o dieciséis años y así seguimos”. En otros pueblos, este fin de semana se conoce como de Piñata. Siguen sonando las charangas poniendo los ritmos a la comitiva del Carnaval que ya se mueve por las calles de Minglanilla, ocupando cerca del kilómetro desde el inicio hasta sus últimos participantes. Un desfile que terminaría horas más tarde en la Plaza del Salero donde todos compartían una misma música para lanzar su proclama de amistad y fiesta.
Siempre hubo Carnaval en Quintanar del Rey
Quintanar del Rey ha estado viviendo, desde la festividad de los Reyes, en contínua preparación del Carnaval llenando sus ratos de tiempo y ocio en ver y disponer el modo de disfrazarse para las máscaras invernales de este año. El pueblo quintanareño deja estas fechas su trabajo para gozar de la fiesta por excelencia, del disfraz y la máscara: “nunca, a pesar de las prohibiciones propias de la época de la posguerra, dejó de celebrarse este carnaval aunque, a veces, hubiera que correr y esconderse por la proximidad de la Guardia Civil pero ello le daba un aliciente mayor al hecho carnavalero”, me hablaba así un abuelo que, con su nieto, presenciaba el prólogo del desfile.
Años atrás, los padres no dejaban a los niños disfrazarse como lo hacen ahora. Los mayores eran los únicos que salían a la calle a disfrutar. En la casa se vestían de fantasmas para meternos miedo. Aquí, en Quintanar del Rey, el Carnaval sigue perteneciendo al pueblo estimulado por su Ayuntamiento a base de subvenciones y premios en metálico. Más de mil doscientas personas se ponían en marcha en los festejos del sábado de Piñata dentro de un gran ambiente de diversión y fantasía, llenas las aceras de un público expectante que aplaude el paso de cada comparsa. Un desfile que ha partido desde la Plaza Mayor a las cinco y media y, todo en él, ha sido un continuo muestrario de alegría y originalidad. Hemos visto unos treinta grupos de más de doce componentes y otras tantas charangas aquí: “ha cambiado la participación ciudadana en cuanto al vestir. Años atrás, los disfraces eran de trapillos rebuscados en el baúl familiar y, hoy, también ocurre ésto pero, igualmente, se crean vestidos de diseño en función de la idea que cada comparsa participante quiere”. Hay peñas con nombres familiares como la de El Charco, La Honda, El Gargajo, Fantasía… “También se disfrazan y participan las guarderías del pueblo, las escuelas de música, los colegios, las amas de casa…”
Una vez que el desfile del Carnaval hubo terminado, han seguido hasta el salón de Jubilados, alquilado por el Ayuntamiento para los diferentes bailes de estos días, en el que se contará con la presencia de grupos y orquestas capaces de hacer las delicias de quienes aquí se acerquen el sábado. Habrá un nuevo desfile y el pueblo volverá a sentir el soplo del aire juguetón de esta fiesta felizmente recuperada.
La tradición en San Clemente
En San Clemente, todas las actividades que tienen lugar en la celebración del Carnaval son organizadas por una junta de comparsas establecida, contando con la colaboración económica y de apoyo del Ayuntamiento. Comenzaban el sábado, los días del Carnaval, con el desfile de los grupos de adultos donde las comparsas mostraron, a quienes esperaban su paso por las calles, todo un catálogo participativo de buen gusto y capacidad para agradar, sorprender y divertir a los cientos de personas que lo contemplaban.
Ya en la Plaza Mayor, en la que esperaban los miembros del jurado calificador para ejercer la valoración de las características de cada grupo a concurso, se pudieron ver diferentes coreografías en una animada velada y un no menos vibrante y rítmico espectáculo del Carnaval. Escuchaba a las personas decir que este año ha habido mayor participación y calidad. El domingo hubo un gran ambiente con el tradicional desfile infantil, las calles se llenaron de familiares y amigos de los niños y niñas participantes quienes, vestidos de los personajes de los cómics y series televisivas que más les gustaban, hicieron las delicias de quienes se encontraban viéndolo. Para el miércoles quedaba el final de estas fiestas de Carnaval con el Entierro de la Sardina dentro del Recinto Ferial y, tras su quema, se pudo disfrutar de una sardinada popular.
Este año, 2023, hay una clara apuesta por relanzar esta fiesta en el municipio, tras el parón por la pandemia, que arrancará el 18 de febrero con el desfile de adultos que partirá desde la Plaza de Toros a las 17:00 horas. Una cita carnavalera en la que la mayoría de participantes son locales aunque, en los últimos años, ha atraído grandes comparsas de Las Pedroñeras o El Pedernoso.
Además, la programación del sábado no terminará con el desfile sino que, el Ayuntamiento, en colaboración con la Asociación del Mojito, ha optado por organizar una fiesta en el EMPE para mantener el espíritu carnavalero activo. Eso sí, el ‘Desfile infantil’ previsto para el domingo 19 de febrero, a las 16:30 horas, con salida desde el Parque del Arrabal, “tiene mucha relevancia en San Clemente” porque especialmente desde las comparsas y las AMPAS de los colegios se esfuerzan cada año por preparar un montaje innovador.
Y para terminar las fiestas, el 22 de febrero, se retoma la celebración del tradicional Entierro de la Sardina. Para mantener el mismo nivel de participación y la buena acogida del evento en su última celebración, el Ayuntamiento ofrecerá a partir de la 21:00 horas lumbre, pan y vino para motivar a los vecinos y vecinas a cenar juntos en el Recinto Ferial.
Cofradías de Ánimas
Las Pedroñeras
En Las Pedroñeras, capital mundial del ajo, se mezclan y conviven dos actitudes de comportamientos en estos días: la lúdica y desenfadada del Carnaval y la piadosa y seria de la Cofradía de las benditas ánimas del purgatorio. Es Domingo de Carnaval en la localidad y José Guijarro, el mayordomo de ánimas, está en su casa preparando el desayuno de los alabarderos y tocadores del tambor de la cofradía. Mientras tanto, a la puerta de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el Judas, otro cofrade vestido de forma muy llamativa, solicita de los fieles asistentes a la misa una limosna mientras que, los diablos, hacen lo mismo en las esquinas de las calles adyacentes a la parroquia.
La documentación oral y escrita que poseen, da fechas de su antigüedad con citas concretas al siglo XIV. En la actualidad, forman parte de ella unos 150 vecinos y rara es la familia de Las Pedroñeras que no está representada pudiendo pertenecer a ella cualquier persona que lo solicite con un único requisito: ser consciente del significado de formar parte de una cofradía de ámbito religioso.
Cada ocho de diciembre, fiesta de La Inmaculada, se reúnen con el sacerdote para concretar la actividad a desarrollar. Hay que nombrar a los tocadores del tambor, a los alabarderos, el que va a vestir de Judas, los diablos disponibles etcétera. Todo su quehacer está recogido en unos estatutos con una junta rectora compuesta por el mayordomo, un secretario, el abanderado, el alabardero mayor, el jefe de tambores y el diablo mayor elegida democráticamente.
El abanderado me dice que todo el dinero de las cuotas, y el que recaudan durante el tiempo en el que salen a la calle a pedir, desde el día posterior a la Navidad, todos los domingos y festivos hasta el martes de carnaval, se destina a pagar sufragios misas y responsos para las ánimas del purgatorio.
En la semana previa, el carnaval, es el momento de la aparición de los diablos que recorren, no solo el pueblo, sino también las aldeas cercanas pidiendo donativos. La blancura de sus vestimentas y el sonido de los cencerros ponen una nota fantasmal en la tarde noche pedroñera frente al espíritu licencioso del Carnaval.
Luis Pacheco, el alabardero mayor, se encarga de organizar y mandar a los niños y alabarderos a los distintos barrios del pueblo. Vestidos de blanco, también, van pidiendo limosna y siempre que alguna persona les da algo les dicen esta frase: las ánimas den que dan
Hoy es domingo de Carnaval y la cofradía va en formación a misa. Los diablos, al paso de su bandera , detienen el quehacer limosnero y, respetuosamente saludan gorra al aire . Al acabar la ceremonia religiosa en honor de las Ánimas, ha habido un refresco en la casa parroquial: “en el martes de carnaval hacemos, bien temprano, una hoguera donde se amasan las tortas pastoriles de ánimas que son, por cierto, muy solicitadas y que se pueden comprar mediante donativos”, me dice Vicente, el diablo mayor. El sonido de los tambores de la ramra de la cofradía nos acompaña con la cantinela escuchada a las puertas de las casas en uno de los momentos en que, los alabarderos, solicitaban su limosna: “gracias señora, las ánimas den que dan”
Albaladejo del Cuende y los Ranreros
Oigo, a llegar a Albaladejo, el sonar del tambor de la ranra y, eso, es señal de que los animeros están ya por la calle ahuyentando los malos espíritus. Desde la entrada al templo, donde me encuentro, les veo acercarse en formación vestidos con traje negro, camisa blanca y, a la cabeza, un sombrero con florecitas. Delante va el abanderado y, en dos filas, a los lados, los cofrades: a la derecha los del cinco, a la izquierda los del cuatro y, en el centro, el paje. El hecho tiene gran interés para el vecindario y pocos son los que faltan a la cita.
El sacerdote los ha recibido a la entrada de la iglesia dialogando y comentando con ellos cómo serán los diferentes detalles del acto religioso que tendrá lugar a continuación, mientras el cofrade campanero va a tocar la tercera. Una vez ya dentro, y delante del altar mayor, observo que está colocada la cruz parroquial y, a su lado, la imagen de San Antonio. El ceremonial tiene como base un responso a las Ánimas y, a continuación, la entrega de distintivos a los nuevos miembros cofrades. Cogidos de las manos por parejas, uno del cinco y otro del cuatro, se han acercado al altar y han hecho tres genuflexiones. Han besado la cruz y dejado sus distintivos en las vacías y han puesto unas monedas de limosna para las ánimas.
Jesús, el paje saliente dice: “ San Antonio bendito, busca novia a los mozos de Albaladejo, que nos quedamos sin randeros”.
Corresponde ahora el turno a los nuevos cargos, varones, casados en el pueblo que han pedido pertenecer a la hermandad y todo se vuelve a repetir: arrodillarse tres veces, coger sus distintivos, dejar unas monedas. Un ceremonial que se rige por una disciplina castrense que hace mantener el paje que lleva espada y escudo y, sus decisiones, son ley. Hay por cada grupo un teniente y un alférez distinguidos por el uso de bastones, hay capitanes encargados de tocar el tambor y, así, anunciar la presencia de los alimentos. También albaceas que son los que se ocupan de recoger el dinero de las limosnas en unas bandejas, llamadas vacías, que según la tradición tienen fecha de 1748, y llevan una inscripción referida a las personas que las donaron: “a las benditas ánimas de Miguel Chicano y Domingo Olivares”.
Cuevas de Velasco
En cuevas de Velasco mantienen una hermandad de ánimas dedicada, en estas fechas del Carnaval, a contrarrestar el escándalo y la permisividad de los comportamientos del vecindario en los siglos pasados. La Hermandad, conforme ahora funciona, proviene de una reforma realizada en 1912 según nos cuenta José Torrecilla, uno de sus componentes.
Se trata de una hermandad organizada a la manera militar, siendo sus miembros representativos personas a las que se conoce como animeros, que tiene en el capitán la dirección y el bastón de mando.
Otros miembros son el portador de la alabarda, el que lleva la bandera, el del chuzo grande, el del chuzo pequeño y, finalmente, el del tambor.
A partir de Nochebuena “se salían todos los domingos a pedir por las casas anunciando su presencia a golpe del tambor de ánimas” dice Antonio Ballesteros. Ahora solo se pide, este sábado, que es tenido en cuenta como si fuese Martes de Carnaval. Son las consecuencias de la disminución de población aunque, para estas fechas, algunos vuelven al pueblo para vivir esta jornada de ánimas. Tampoco celebramos lo que antes llamábamos el domingo del gallo en donde, la Hermandad, para sacar dinero para sufragios, colocaba a un gallo colgado de una cuerda, en la plaza y, allí, con los ojos tapados, los participantes intentaban darle al animal con un palo mientras se hacía sonar de forma continuada, un tambor para que los participantes no oyeran las voces de los que intentaban guiarlos.
Años atrás hubo baile de Ánimas y, allí, existía la costumbre de entregar dinero para que alguien bailara con una, u otra persona, no lo hiciera, o poner dinero para que la música dejara de sonar o cambiar su ritmo.
Gascueña.
Alrededor de una casa estaba la Hermandad compuesta por una quincena de personas: los oficiales, capitán, teniente, alférez, sargento…, los ‘reformados’ que ya cumplieron su presencia en la oficialidad y otros miembros, mujeres y hombres, casi todos mayores de setenta años.
Vicente, el alguacil-pregonero, llamaba a la puerta de una vivienda. Una persona se asomaba a la cancela y depositaba un billete o unas monedas en su mano y él, inmediatamente, solicitaba a los presentes con su vozarrón:
– ¡A rezar por su intención! –
A renglón seguido, el capitán de la cofradía, comenzaba su letanía.
– ¡Padrenuestro que estás en los cielos…!
– ¡Dios te salve María, llena eres de Gracia…!
Según el dinero recibido y la indicación del limosnero, las oraciones se repiten como lo indique Vicente, el alguacil.
Repica el tambor su monótono ‘ratataplan rataplan…’, como anuncio del caminar de los ‘animeros’ a otras viviendas, a rezar por las intenciones y deseos de sus moradores. Llegados a la Ermita de San Isidro, ubicada en lo que fuera iglesia del convento y hospicio de los Mercedarios Descalzos durante los siglos XVI a XVII, el rezo al patrón de los labradores es para que guarde los ‘frutos del campo’. Pero también se reza a San José para que les acompañe en la hora de la muerte, y al pasar por la casa del cura, a Fray Julián y a Vicente Baquero.
Águeda lleva la ‘piquilla’, un pequeño cetro para ser llevado por un niño o niña, como el paje de la cofradía, también porta un bolsito con dinero del que va extrayendo monedas para pagar los rezos de todas aquellas familias que hoy no están en el pueblo y que le han pedido lo haga la cofradía. Así es la espiritualidad gascona en cuanto el culto a sus muertos.
Los rezos finalizan en casa del Capitán, Jesús García, donde se reza ‘por la intención del capitán’, ‘por las ánimas benditas’ y por el primero que falte de la Hermandad a partir de la fecha. También aquí se hace el recuento de lo recolectado para los ‘sufragios’ de las ‘benditas ánimas del purgatorio’.
En un rincón de la vivienda de Jesús me encuentro con la única referencia al carnaval entendido en lo que al disfraz y al retozo convencional ocurre por otros pueblos. Es una muñeca vestida al gusto de la tierra, a la que se la conoce con el nombre de ‘María Basquiña’, y que se acostumbra a sacar a la calle para ‘forzar’, ante su presencia y la de los animeros, a que cuantos encuentre a su paso, atiendan las peticiones de limosna participativa.
- «Era llevada en un burro y acompañada por música y la hermandad y, llegado el momento, o bailabas con ella o pagabas una cantidad de dinero para evitarlo. Era el Baile de las Ánimas.», me dice Vicente Baquero, un ‘reformado’.
Han sonado las campanas de la Iglesia. La Hermandad de Ánimas y del Santísimo dirige sus pasos hacia la Iglesia de la Natividad, barroca, del XVII. Por delante la bandera, detrás los diferentes miembros, el capitán Jesús con su ‘bastón de mando’ seguido por Cesáreo en representación de su hermana Maribel, la teniente, que se encuentra en estos momentos imposibilitada por enfermedad. Lleva la ‘pica’ más alta. Al lado de los anteriores, el alférez-abanderado Domingo, el sargento José, con la alabarda forrada de tachuelas y con ellos, los ‘reformados’, mujeres y hombres con su bastón acreditativo, sin capa castellana, por aquello de ser carnaval y demostrar su espiritualidad y sacrificio.
A las puertas del templo, dejan las armas los cofrades y el abad de la hermandad, Jesús Galache, les saluda y ofrece agua bendita. Asisten a la Misa del Santísimo que hoy tiene lugar por aquello de su pertenencia a la Hermandad con la que se unieron al comienzo del siglo XVIII como consta en los archivos. Y cuando esta termina, y a la entrada de la iglesia, los hermanos ‘pagan las campanas’, una forma simbólica de satisfacer la cuota anual establecida por pertenencia a la misma.
Al pie del Altar Mayor se ha puesto un reclinatorio para cumplir delante del Abad de la «Soldadesca» el cambio de armas, que permitirá ir ascendiendo de categoría a los oficiales y pasar a reformado al Capitán saliente, cumplido su mandato anual.
El Ánima de Zafra de Záncara
La llegada a la localidad coincidió con la preparación de la «Subasta del Ánima», acción tradicional que realiza la Hermandad de Ánimas, existente en el pueblo, y de la que son componentes un número de varones limitado, no más de catorce, me dicen.
Llegué en el momento preciso en el que el cura de la localidad estaba pidiendo a los presentes un tiempo de silencio, para echar un rezo por las ánimas, e iniciar el proceso de la Subasta. Al acabar las oraciones, el Alcalde de la Hermandad mandó que redoblara el tambor y así avisar al pueblo de que ésta iba a comenzar y, con ello, las pujas para conseguir el nombramiento de Ánima, una actividad con tradición muy arraigada entre las gentes del pueblo, como pude comprobar en las horas que pasé pendiente de lo que ocurría y como se lo tomaban las gentes de Zafra. Personaje, además, que tendrá que vestir de blanco total, incluido el capuz que tapa su cabeza, llevando una calavera en sus manos con la obligación de visitar, sin apenas descanso, todas las casas habitadas del pueblo, en la noche…
El Ánima ha quedado concedida. El tambor se vuelve a oír y el sacerdote, presente en el lugar, propone el rezo de un padrenuestro. La cantidad así conseguida ese año rondaba las 100.000 pesetas. Y mientras unos miembros buscan al Ánima y le comunican lo ocurrido, otros despistan a la chiquillería del pueblo y, a otros, no tan chiquillos, para que nadie conozca quien es la persona que ha tomado tal responsabilidad y honor este año. El resto, se van a solicitar del Alcalde de Zafra de Záncara la autorización para que la Hermandad y el Ánima pueda salir por las calles del pueblo.
Al llegar la noche, una singular comitiva se ha puesto en marcha para visitar todas y cada una de las casas del pueblo. El cortejo va acompañado por el portador de faroles, el campanero, el que lleva la bandera de la compañía, el cestillero, el alcalde propio, los hermanos mayores, “los pinchos”, “los alabarderos”, etc., y toda la gente que lo desee. El Ánima, toda de blando, lleva una calavera en la mano y va acompañada de una rezadora. Me sobrecoge, es como si fuera otro tiempo el que estoy viviendo aquí aunque tenga bastante de irreal, como lo es también el espacio urbano del pueblo colocado en la ladera de la montaña.