Villanueva de Guadamejud y el Ramo
Enrique Buendía
Había un sentido especial en mi viaje a Villanueva de Guadamejud. Buscaba yo en estas fechas iniciales de febrero conocer cómo se rendía devoción y cariño a San Blas. Sus gentes, que viven entre las barrancadas y las cárcavas de la tierra alcarreña me iban a mostrar sus comportamientos llenos de religiosidad popular y, también, con otra clase de tradiciones muy arraigadas como el ramo.
La mañana comenzaba temprano para ser bien aprovechada: Como cada día desde el viernes en las vísperas y el sábado en La Candelaria, sus calles se llenaban con los sonidos de la dulzaina de Carlos y el tambor de Paco, el de Huete, y otra vez volví a ver a los vecinos de la localidad llevando una enorme rama de pino en alegre conversación a la puerta de las casas. Eran los componentes de la Ranra y el Ramo portado, este, con mucho esfuerzo por los miembros de la familia Cuesta Sanabria quienes así cumplían el encargo de sus padres, ya mayores, por realizar este tipo de actividad. Recordaba yo, en tales momentos, unas estrofas de los gozos a San Blas:
Al buen San Blas
venimos a saludar
para ofrecerte este ramo
y sus glorias cantar.
Al pasar por la plaza Mayor, los rescoldos de la hoguera de la víspera dejaban notar su presencia. “Ayer, este fue un espacio para la convivencia alrededor de su luz y calor se asaron chorizos, patatas, sardinas y nos dio tiempo a echarnos unos pasodobles y a algunos a saltar la hoguera purificadora”.
Aún, en una oscuridad relativa, la iglesia de Villanueva se me mostraba en su techado un artesonado de madera de par y nudillo, ochavado en el arco triunfal y sistema cuadrado en el coro según dice el texto del Catálogo Monumental de la Diócesis de Cuenca, citándola como una de las más representativas de la zona.
La procesión comenzaba a caminar por las calles. En primer lugar, el ramo, luego la cruz parroquial y los portadores de los cetros de la Hermandad, a continuación la imagen de San Blas y ,por último, el pueblo devoto entre sonidos de la dulzaina y el tambor, el ruido de los cohetes y los vivas que se han sucedido durante todo el recorrido.
Una vez acabada la misa, tocaba el reparto de la caridad por los miembros de la familia Cuesta, recordando las limosnas que se entregaban a los menesterosos en situaciones festivas o importantes de la vida de la comunidad.
Después, en la calle, ha comenzado el galopeo en el que hombres, niños y mujeres han entrelazado sus manos rodeando al portador del ramo, bailando al ritmo de los sonidos de la dulzaina hasta llegar al Centro Social en donde, la rama de pino, ha sido desprovista de sus galas alimenticias y, con los licores que llevaba, han preparado un refresco con vino, azúcar y frutas, una comida posterior y el baile popular.