Cuando buscamos datos sobre la imagen del Santo Niño de la Bola, nos viene documentado como una advocación de Cristo representando su infancia que se venera en la iglesia de San Esteban de la Villa segoviana de Cuéllar en Castilla y León. Si seguimos investigando aparece el Niño Jesús de Praga, imagen que se venera en esta ciudad de Chequia y que curiosamente tiene un antecedente en nuestra provincia de Cuenca.
Una y otra no dejan de ser imágenes de bulto en madera, representando al niño Cristo sexuado, posiblemente del siglo XVII y de estilo barroco. Sostiene en su mano izquierda un orbe o globo terráqueo en el que se apoya la cruz cristiana. Dispone de peluca natural en muchos casos y va vestido con ropajes realizados en tela de hilo de oro y plata.
Pues bien, no tenemos más que darnos una vuelta por los pueblos de la comarca de Valverde de Júcar, para encontrarnos unos cuantos Niños de la Bola, patronos de la Hermandad “Dulce Nombre de Jesús”, originaria de la época moderna –allá por el siglo XVI- cuando la familia Ruiz de Alarcón, mantenía señoríos por estos pueblos: Buenache de Alarcón, Valera de Abajo, Valverde de Júcar, Albaladejo de Cuende, etc.
Tal vez, estos Señores fueron “los culpables” de esta singular devoción; tal vez, los franciscanos o los dominicos, carmelitas o quién sabe. Lo cierto es que, en el Renacimiento (siglo XVI) dos escultores fueron los artífices de la realización de la mayor parte de las imágenes del Niño de la Bola, tales como Jesús Martínez Montañés y Jerónimo Hernández.
Curiosamente, el Niño de Praga se encuentra en una iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Victoria y San Antonio de Padua, y la leyenda lo atribuye a Santa Teresa de Jesús como su propietaria, siendo doña Manrique de Lara quien la llevase hasta aquel lejano lugar, dejándola en un convento de padres carmelitas.
Pero yo quiero aquí hablar de la imagen del Santo Niño de Valera de Abajo. La misma que este pasado día 8 desfiló en olor de multitudes por las calles de esta localidad, recibiendo los honores de toda una población y especialmente de sus dos Compañías: Moros y Cristianos.
Si la de Praga perteneció a Santa Teresa, porqué no, la de Valera de Abajo que vino de la mano de Sor Ana de San Agustín, fundadora de este convento carmelitano en Valera; y fuera ella misma quien lo trajera para su custodia y veneración. Es normal que lo trajera desde su sede en Villanueva de la Jara para que quedase aquí durante todo el tiempo que ella residiese y luego que el pueblo entero lo devocionase. ¿Porqué no?
De una u otra manera, la imagen del Santo Niño de la Bola de Valera de Abajo, es singular, bella, maravillosa, indulgente, conmovedora y sencilla. Por eso, los habitantes de esta localidad conquense, a mitad de camino entre la Serranía y la Mancha, disfruta con sentimiento de su fiesta mayor, la que encierra mayor compromiso, la que sienten desde niños, la que viven con intensidad, siendo cada vez, más ordenada y reconocida.
A lo largo de toda una mañana, paseó entre la multitud que escuchó los Dichos de sus dos generales, excelentes en su disertación, mientras el olor a pólvora provocada por los trabucazos de algunos soldados de filas, mantenía el espíritu solemne que guía a los valerosos y valerosas a mantener viva una tradición histórica de cientos de años atrás.
Al son de dulzainas y tamboriles, bien ataviados con elegante traje, tanto unos como otros, se desfiló por los tres lugares donde los Dichos, ancestrales versos de profunda religiosidad, fueron recitados entre el silencio de un pueblo volcado hacia la tradición. Fue, uno de los mejores años, quizás el mejor de los últimos tiempos, a pesar de la lluvia y a pesar del frío. Lo fue porque se han organizado como nunca, merecen ese reconocimiento regional como Declaración y se sienten cada vez más identificados con sus valores. El Museo sigue su camino vivo para cumplir su meta en este año 2023.
Revivir en su parroquial, la Misa Mayor, entre solemnidad de su tropa, dirigida por sus dos generales, mantenida entre la devoción, el respeto y la religiosidad de un pueblo que se vuelca totalmente a su fiesta. La homilía de su párroco José María –histórica y reconocida- y un coro excepcional que entonó un repertorio maravilloso de canciones, donde la voz de sus tenores ambientó un oficio religioso intenso. En ese retablo renacentista, restaurado y significado, frente a la imagen de su Santo Niño, vestido con sus galas y portando el gorro cristiano, las autoridades allí desplazadas, los invitados, el ayuntamiento en pleno, las filas bien ordenadas y todo un público ensimismado, ambientó este momento.
El Reo del Cura y el Reo del Alcalde, en convivencia, alegría y entusiasmo –un verdadero placer-, la atención de su Ayuntamiento –un lujo para el visitante- y especialmente, las mujeres de Valera, verdaderas protagonistas de la preparación culinaria, encargadas de mantener intactas y elegantes los ropajes de sus asentados en filas, verdaderas albaceas de una Fiesta que sin ella, no existiría ni sería posible –lo mejor-. Un aplauso sin límites para ellas.
¡Valera de Abajo vibró ante el Santo Niño!
Por Miguel Romero Saiz. Historiador, Académico y Cronista