Cuando vamos a los diccionarios o estudios etimológicos y nos hablan del término Cecilia, aparece lo siguiente: “Cecilia, nombre propio de mujer, femenino de Cecilio. De origen latino Cecilius se traduce como pequeña ciega o cieguecilla al derivar de Cæcus (ciego) y illius/illa (diminutivo). La Gens Cecilia era una de las grandes familias de la República Romana”.
Sin embargo, cuando escuchamos a algún sacerdote, me viene a cuento, mi amigo Gonzalo párroco de El Salvador, nos hablan de esta mártir que ofreciendo su virginidad a Cristo, tuvo que casarse con el joven Valeriano, por obligación de sus padres, aceptando esa condición. Y si indagamos un poquito más, nos dicen el por qué de su patronazgo en la música, y encontramos cómo “aparece en la onomástica como aquella joven virtuosa, la cual desde muy temprana edad tocaba instrumentos musicales, piano y arpa especialmente –cosa difícil ya que su invención es del siglo XVIII-“.
En 1584 fue elegida patrona de la Academia de Música de Roma y, desde esa fecha y cada 22 de noviembre, diferentes corales, orquestas y bandas la festejan son solemnidad en cada una de sus fiestas. Sin duda, su santidad ha generado una de las advocaciones que más templos tiene en el mundo espiritual cristiano y nos dice su oración a la Música: Tú, Cecilia, has hecho todas las cosas bellas, y ellas manifiestan el esplendor de tu grandeza; sus acentos armoniosos resuenan en todo el Universo. A la voz de tu trueno, la tierra se pone a temblar; pero cuando el viento murmura a través de las hojas, cuando el manantial balbucea, es como un reflejo de tu gracia. Y cuando los pájaros hacen resonar sus cantos tan variados y tan melodiosos, percibimos como un eco, la música de tu voz.
Pero, sin duda, esta festividad tan celebrada cada año por los Músicos y en nuestro caso por esta Banda Municipal de la ciudad de Cuenca, dirigida por Juan Carlos Aguilar, haciendo lo loores a la imagen, a todos cuántos formaron parte de esta gran familia musical, a los que ahora están para que sigan ofreciéndonos su maestría, y a quienes de una u otra manera, sienten en cada melodía el placer de su esencia, no ha podido hacerlo con la solemnidad y alegría que merece. Y no lo ha hecho porque la ausencia reciente de dos grandes, de dos conquenses especiales, humildes en su hacer y maestros en su génesis, los Herminio Carrillo –padre e hijo- los que no han podido acompañarnos como cada año porque se han marchado –casi sin avisar- y desde allá arriba, desde donde Santa Cecilia les esperaba, han dejado sonar sus celestes melodías y han acompañado esta solemnidad, en esta Cuenca, en su Cuenca, donde tantos pasacalles, cuitas musicales y encuentros festivos, fueron protagonistas; los mismos que han vestido a Cuenca de solfas, romances y canciones, que han significado cuál es el valor de la música y de la solidaridad, del ejemplo virtuoso y del “buen amigo” que siempre está, que lo hace con la magnitud que da su “bonhomía” en generosidad, en placer y en compostura.
Y así se hace historia, porque la vida debe de continuar y porque entre todos, debemos seguir ofreciendo generosidad y honestidad, ser “conquenses”, dejando de lado hipocresías y contradicciones, provocando apoyo para crecer como personas y ciudadanos, sentir que el peso y el valor de cada uno ha de justificarse y reconocerse antes, en vida, y menos, cuando el destino te lleva y no has podido disfrutar de lo que mereces, de un poco recibido de lo que tú has dado.
Viví Santa Cecilia con ese deseo de escuchar la buena música. Recordamos en el Salvador que la vida tiene muchos más alicientes que el sentir de la crítica negativa, y observé en la ceremonia como el pueblo vibra con la música, siente ese valor como algo que ha de mantener el espíritu en constante alerta de disfrute, emoción y sentimiento. La Banda y todos sus componentes, nos ofrecieron parte de su sentimiento musical, lo hicieron en alarde –como lo hacen siempre- de lo que es sentir cada nota musical de cada instrumento en el marco de la onomástica o de la festividad, ahora más que nunca, cuando ha cumplido su ciento veintisiete aniversario como Banda Municipal, recordando que fuese fundada el 16 de diciembre de 1895 cuando don Santos Fontana, alcalde de la ciudad por aquel entonces, propuso a la Corporación Municipal la creación de una Banda de Música, la cual fundamentalmente debería acoger a los estudiantes de aquella Academia Municipal de Música, creada 15 años atrás.
Escucharlos fue –como lo es siempre- un placer para los oídos y para el corazón, por sus bondades interpretativas y por sus baluartes en la maestría instrumental. Y como yo, esa parte del pueblo conquense que sabe de excelencias, que abandera proyectos de cultura, que sigue respetando a los que humildemente están o no están, porque en el recuerdo y en el respeto está la dignidad de la persona, por eso ahí, Poli, Lerma, Enrique, Germán, Javier, Arturo, Mencía, Vacas, Olegario o Ismael –ya fallecidos algunos- y tantos y tantos que dieron y siguen dando vida al folclore popular, al mundo de la dulzaina, a la música costumbrista, se dejaron ver, sentir y llorar, pero a la vez, alegrar su espíritu y corazón porque Santa Cecilia seguirá estando para bendecir, apadrinar y generar vocación y virtuosismo. ¡Vayan pues, mis palabras, especialmente, para los que faltan!
Por Miguel Romero Saiz. Cronista Oficial de Cuenca
Gracias. Bonitas palabras escritas con un gran sentimiento y cariño hacia esos músicos que desde el cielo aplauden con todas sus fuerzas. Qué no pare la música!!! Nos alegra el Alma y la vida es más llevadera con música. Felicidades. Un fuerte abrazo.