Un país de tontería
“El sábado se nos murió una mujer y tuve que limpiar la calle hasta la casa de la difunta y, desde allí, hasta el cementerio con más de 40 centímetros de nieve. Le dimos sepultura aunque luego te enteras de que en otros sitios cierran todo y tienen al muerto tres días en casa. Pero, claro, hasta llegar a ese punto tuvo que venir la médica desde Beteta en un todo terreno de la Guardia Civil para certificar la defunción”.
Podría tratarse de alguna escena de las que Berlaga o Saenz de Heredia retrataban como nadie en aquellas películas en blanco y negro de los años 50, pero no. Es lo que nos cuenta Antonio Hernández, alcalde de Poyatos, en la realidad de un invierno cualquiera en el Parque Natural de la Serranía de Cuenca aunque, el suceso, haya ocurrido hace días.
“Es que estas cosas son así. Ocurren en pueblos como el mío, Beamud, que ha caído nieve y con las bajas temperaturas se convierte en hielo” me dice Raquel Oliver, alcaldesa de este pequeño núcleo de población al que encontramos entre arroyos y barrancos, a 1.391 metros de altitud, en el que viven menos de 40 personas.
Al lado contrario, en esa especie de ceja geográfica de la Serranía de Cuenca, pero fuera del Parque, encontramos Beteta. Un lugar, mágico también, en el que viven unas 240 personas, que viene a ser el centro neurálgico de un territorio que, por vecindad, comprende pueblos de la provincia de Guadalajara (Poveda de la Sierra, Peralejos de las Truchas) y otros como Masegosa, Lagunaseca, Santa María del Val o Poyatos en la de Cuenca que, casi a diario, recorre Alfredo Monteagudo, farmacéutico de toda la vida, a bordo de un todo terreno: “las carreteras están limpias. Ayer estuve a las 2 en Peralejos, a las 4 en Poveda y, el lunes, a las 4 de la tarde en Poyatos. Lo peor son las calles de los pueblos que están, en su mayoría, mal. Sobre todo los pueblos pequeños porque la gente que queda es muy mayor y no puede hacer tareas de limpieza como se hacía antes”.
Calles heladas
En eso coincide con Antonio Hernández, alcalde de Poyatos. Una especie de nido con casas y fuentes, a cuál mejor, que aunque parezca mentira solo está a 1.239 metros de altitud. Más o menos como Beteta. Un lugar precioso, entre medieval y serrano de una castilla que ponía soportales en su ayuntamiento: “el pueblo esta nevado, está muy bonito para el que no tenga que trabajar pero, las calles, las tenemos con un poco de hielo” me dice Antonio nada más terminar su trabajo relacionado con la cantería en esa coqueta plaza delimitada por el Ayuntamiento, las casas y la iglesia a la que se llega bajo el arco medieval o directamente desde la carretera. Una plaza en la que se encuentra una fuente ahora con más hielo que agua desde la que se ve una salida lateral que da a una calle llena de sorpresas arquitectónicas. “En invierno estamos unos 50 habitantes y, como comprenderá, todos ellos mayores de edad”. Son, como le digo, los que vivieron esos nevazos de los años 50 y, por eso, no les sorprende nada los que caen en los últimos tiempos. Están acostumbrados al ciclo de la vida. A que en verano haga calor y en invierno venga la nieve y, si se tercia, a coger muérdago de los albares para alimentar a las ovejas cuando no salen de los establos porque por fuera hay un metro de nieve.
“Yo me acuerdo de cuando, los vecinos, limpiaban las calles para que salieran las ovejas al campo. Hacían sus veredas, sus calles. En otros pueblos de por aquí llegaban a hacer como túneles por culpa de la ventisca. Es lo que me han contado mis padres. Que en el año 1955 cayó un nevazo en toda España que no daban abasto y se morían los animales” añade Antonio.
Venís a dar por culo
En los años 50 de pasado siglo, los que ahora superamos los 66 del actual y vivíamos en pueblos por encima de los 1.300 metros de altitud, veíamos con normalidad lo que, ahora, con perdón, parece ser el resultado de fenómenos atmosféricos de películas de serie B en las que, los exteriores, eran de cartón piedra. Hasta Ángel Martín, el presentador de televisión, cómico también, ha abierto la ventana twittera para advertir de que “no hace falta que enviéis a personas a dar el tiempo desde la nieve. Todos sabemos que hay nieve, tranquilos”. Y eso que estábamos prevenidos porque, los Brasero y compañía, ya se habían encargado, días antes, de pregonar que se preparaba una gorda sobre todo para esa gente que solo ve en la nieve diversión. Y si no, ojo a las redes sociales llenas de críticas a esa gente que sale con sus hijos sin preparación alguna porque, leído está, “venís a dar por culo”.
“Es que manda cojones. Tiene que pasar en Madrid algo así para que sea noticia la nieve cuando, en esa España vacía que vive por encima de los 1.000 metros, es el pan nuestro de cada invierno”, me dicen.
“Lo normal, lo habitual. Es lo que pasa en la Sierra cada invierno” me dice Vicente Caja, ganadero, impulsor de la Asociación de Productores del Cordero Serrano (ahora en pausa por culpa del Coronavirus) y devorador de libros en Buenache de la Sierra. “He visto los tascazos que han caído en Madrid y en las carreteras y son tremendos. Por aquí, por la Sierra, estamos más o menos preparados porque nos viene de herencia y, para el ganado, pues hacemos lo que se ha hecho siempre, alimentarlo con pienso. Llevamos ya 12 días sin salir al campo con el ganado pero que no hay problemas. Para nosotros es lo habitual en el invierno. Pero claro, somos pueblos pequeños y con poca vida y cuando pasan cosas como esta, de Madrid, es que desbordan a cualquiera porque los medios que se tienen no dan abasto. Los que tenemos funcionan muy bien pero, cuando es la provincia entera la que padece un temporal de este tipo, la cosa se desborda. La pregunta es, ¿cómo estar preparados para algo así?. ¿es rentable adquirir material para prevenir nevazos que se producen cada 50 años? No estamos preparados y luego es noticia cualquier cosa. Pones el telediario y te aburres. Es como lo de Pedro y el Lobo”, me dice, “no se sabe criticar porque es lo que siempre se hace y, cuando viene el lobo, nadie lo espera. Las redes sociales se llenan de tonterías, la gente se preocupa del partido del Real Madrid pero no de que los supermercados estén desabastecidos aunque tampoco pasa nada porque no comamos pescado uno o dos días”.
Rafael Usero, de Las Majadas, a 1.400 metros de altitud, explota con sus hijos una ganadería de vacuno de las razas Charolés y Limusín. Es de esas personas que dejas por ahí, con los ojos cerrados, y te identifica el paraje por el olor y los sonidos. Lo está pasando realmente mal. “Muy mal porque no nos limpian los caminos, los accesos y, así, tal y como están las pistas no podemos movernos. Ayer pasaron por los Callejones y dieron una vuelta por la peña del Acebo. Eso nos dio un poco de vida pero nos cuesta mucho”, dice Rafael al que entrevistamos en pleno desayuno en Villalba de la Sierra, poco antes de subir al pueblo de Las Majadas. “Luego hay otro problema añadido porque, una vez que te han abierto el camino, de una sola dirección, vienen los turistas con sus coches y lo vuelven a bloquear. El problema es grande y, aunque no se puede prohibir el acceso a esos caminos, en casos como estos habría que pensar en algún sistema de protección para uso de servicios ganaderos y de emergencia. Es que lo toman esto como diversión y vas tú, a trabajar, y te encuentras con el pastel. Estoy peor que estaba”.
En el análisis comparativo de los nevazos de entonces, y los de ahora, sale a colación la movilidad. Si entonces las gentes del pueblo –que no viajaban porque no se podía- se las apañaban para moverse de un lado a otro, incluso medio atados a la cola de la yegua para regresar a casa en días de mucha ventisca y poca visibilidad, ahora el objetivo es lo contrario. Salir de casa. “Es que ahora, cuando me preguntan por lo del turismo, pues siempre digo lo mismo. Que el turismo es una plaga y que estamos por todas partes dando por saco. Que es una plaga de las malas y que la sociedad que se la juega al turismo, no quiere ver la vaca ni la oveja por el pueblo, ni las gallinas y, eso, pues alguna vez tiene que ocurrir. Claro que se ve de otra manera, con otros ojos, cuando los de las cabañas pasan con los caballos por el pueblo dando por saco”, me dicen mientras regreso con Rafael que recuerda la de ventisqueros que hay. “Ha subido una retro al pueblo porque hay un cerro de nieve. Que no hay 4 dedos, que hay 60 centímetros largos y cuando llegas al ventisquero te encuentras con un metro. Y claro, les dejas comida a los animales pero, como ha caído tanto, muchos no pueden llegar y habrá bajas pero, esa, es otra historia” me dice sin llegar a entender cómo han limpiado la pista hasta el Hosquillo ahora, que los osos ni se enteran, y no han tenido salero de llegar a las Coronillas: “eso te cría una mala leche que no veas y más cuando, a mí y a mucha gente, cuando regresas al pueblo por tu pista, no puedes llegar porque, las quitanieves te han dejado más de un metro de nieve tapando ese ramal. Encima te dicen que eso no es competencia de ellos”.
Primero abrir los pueblos
Rodrigo Molina, alcalde de Vega del Codorno y delegado provincial de la Consejería de Desarrollo Sostenible quita hierro al asunto porque, en situaciones así, hay que poner preferencias sobre la mesa de trabajo: “hemos sido sensibles con los problemas que ha habido y la decisión primera que tomamos fue la de abrir pueblos. En el Hosquillo hemos actuado para dar de comer a los animales y, al hilo de esto, Cristian, el alcalde de Las Majadas, nos pidió que abriésemos la pista que viene desde la Toba, unos 24 kms que, en esos momentos, no podíamos afrontar.
Limpiamos hasta los Callejones y la Peña del Acebo y estamos a punto de poder actuar en las demás pistas forestales, que son muchísimas, pero, insisto, lo que manda es la prioridad” y la prioridad, era abrir pueblos como Vega del Codorno: “Lo que puedo decir es que el servicio de quitanieves de la Junta y de la Diputación, ha funcionado perfectamente. En cuanto dejó de nevar, dejamos limpias la carreteras y, después, fuimos a por el callejero y pudimos abrir el consultorio, el colegio, y todo está funcionando aunque hay nieve en las calles. Hemos superado los 22 bajo cero y, ahora, la nieve se hace una costra que hace difícil el caminar. Hemos limpiado sobre todo los sitios en donde vive gente porque los conductores del Geacam son del pueblo, y saben dónde vive la gente”
22,9 grados bajo cero marcaron los termómetros la noche del lunes y, anoche, llegaron a menos 17. “Lo del 2018 fue más grande porque cayó mucha más nieve. El doble. La diferencia es que ocurrió en abril y no en enero y los calores primaverales hicieron el resto. Fue una lástima porque esa nieve, tan pesada, ocasionó un desastre medioambiental muy grande porque tiró pinos albares y sabinas afectando, igualmente, a gran parte de la fauna del Parque Natural de la serranía de Cuenca”.
La vida, me dicen, hay que tomarla con normalidad y, sin señalar con el dedo, añaden que hoy en día hay muchos periodistas que crean noticias. No las dan, las crean según ideologías. Estamos en un país de tonterías en el que las ocurrencias más insostenibles marcan nuestro día a día. Delante mío, por ejemplo, estoy hasta los mismos de que, en los medios no escritos, digan Lleida en lugar de Lérida cuando New York es Nueva York o Londres no es London.
Como asegura Vicente Caja, todos los criticadores “tenían que leer a Jenofonte y a Maquiavelo” a ver si de una vez salimos de la tontería reinante.
José Luis Muñoz Martínez