Debe hace un año que escribí “Sin nombre, sin patrón y sin bandera“.
Uno jamás relee -y mucho menos retoca- sus escritos. Así le va. Claro que, lo que pueda perder en calidad literaria, lo gano en espontaneidad. O eso me parece.
Decidido a dejar de escribir durante un tiempo – largo…largo- para no redundar en los temas que me ponen a huevo las noticias y los noticieros de siempre, no he podido resistir volver a hacerlo por una buena causa. Una buena causa para mí, claro está.
El título del presente no es mío. Ni de lejos. ¡Ya me gustaría!: «Sabor a Ron» .
Se trata de una novela de doscientas y pico páginas cuya lectura, si bien no me lleva en volandas, si que me deja llevarla.
Como a todas las novelas, o casi, los celebérrimos y sapientisismos críticos analizadores – inapelables ellos – no han hecho otra cosa que recargarla de apelativos, calificativos y demás raleas.
Que si “intimista“, “ autobiográfica“, “ descriptiva“, y hasta “iniciatica“.
¡Iniciatica! Ni más ni menos y sin previa explicación. Término éste que, al leerlo en contraportada, me entró un canguelo de no te menees mucho que me mareo. ¿Iniciatica? …madre mía en qué berenjenales me voy a meter. Yo, que todo lo que medio atufe a sectario ya me entra un prurito inaguantable sin antihistamínicos ni ‘panacéicos’ urbasones que lo mitiguen. Para mí que el interfecto (o interfecta, que ya andamos otra vez con tanta tontá) que escribió la contraportada, solo pretendía transmitir que era de inicio, o sea, la primera novela de una autora (en su segunda edición) – de la que luego escribiré-; sin nada que ver con sectas y demás estofas. Y es que a un servidor, todo lo que no sea un aforismo, una profunda cavilación, o un precepto a seguir ineludiblemente, de tipo coelhista, le entra el cerote más inmisericorde.
Si es coelhista, la cosa cambia radicalmente:…paso página y chimpún muy buenas.
Pero…¡ea! (Dios cómo me gusta el “ea”), como ha de haber gente ‘pa’ todo, los supuestamente inapelables autodenominados “críticos de arte” engominan las palabras y los criterios envolviéndolas en un halo de irrefutable empaque y…se quedan tan panchos (y panchas, que ya estamos otra vez, maldita sea).
A lo que voy. Que me he leído de un tirón (y sin correprisas) la novela “SABOR A RON”, y me he quedado encantado, casi patidifuso. Máxime porque es de una “autora” y un servidor- redomado machista, asquerosamente potante según mis inefables , dulces y sutiles feministas que tienen a bien leerme de vez en cuando- soy mas de autores, ya ve usted; salvo acrisoladas excepciones ( Pearl S. Buck; Gabriela Mistral; Violeta Parra; Virginia Woolf; Almudena Grandes; Elisa Monge; y unos cientos de literatas más que no vienen al caso y me ocuparían cientos de folios). Además – y francamente- me dan un pepino amargo aquello de los sexos de los literatos – y literatas-; si tienen penes como si tienen vulvas o lo que tengan a bien tener; porque el autobús ese anaranjado (el verderón tampoco) no ha resuelto mi más inconfesable duda: ¿cuál será el sexo de los ángeles (o de las ángelas)?…esa es la verdadera cuestión para mi, ¡pero bueno!).
La autora tiene a bien llamarse Charo Cutillas Hernández. Doscientas cuarenta y siete páginas exactamente, en rústico y de la editorial “nausícaä” (así…como suena).
Podrá ser una novela “intimista”, “autobiográfica”, “iniciática”, o como les salga del moño, – recogido y con pasador, eso sí- , a los distintos e infalibles críticos de arte. Pero a mi me ha gustado. Y mucho.
El titulo –SABOR A RON– ya te da una idea de lo que puede ir ; la descripción literaria de Charo Cutillas es impecable. Y la descripción real resulta equiparable a la literaria (uno no había leído con tanto y tan buen detalle cómo se crea un ‘alcoholismo letal’ con tan intimo pormenor, desde una persona supuestamente lega en tales menesteres médico-psicológicos, cual la autora – Charo Cutillas- parece ser).
Voy ya cogiendo el portante que tengo que hacer unos mandados. Y me cierran los quioscos.
Mis estimados lectores (y lectoras). Gracias por la lectura o la mirada de reojo.
Aun no siendo muy proclive al lisonjeo y otras minucias más atrevidas, les recomiendo candorosa y calurosamente la lectura de “Sabor a ron”, de Charo Cutillas Hernández. Igual no llegan a conocer personalmente a la autora, vale. Pero léanla; y ya, si eso, lo comentamos. Uno ya ha pedido la novela a mi Amparo, la bibliotecaria mayor de mi Biblioteca de los Depósitos del Sol.
Un servidor si tuvo el honor y la complacencia de conocerla personalmente. En el Ateneo de mi pueblo. A las veinte treinta pasadas.
Que los nuevos vientos te sean propicios amiga Teresa, porque se fue de tu vera un hombre que te amó hasta el frenesí y no supiste entenderle. Y a ti, amigo y compañero Luis. … rellenate de ron hasta las trancas, allá, dónde quiera que hayas ido.
Así…”Sin nombre, sin patrón y…sin bandera”. Con mis mejores deseos y un brindis de ron a pelo, en chupito corto, a palo seco y… de un solo trago.