Por el camino a Tragacete, como íbamos sobrados de tiempo e hicimos el viaje por un carril, cogimos un montón de mizclos que es como, por la zona, llaman a los níscalos como denominan buje al boj. Así nos presentamos en Tragacete a las fiestas en honor del patrón, San Miguel Arcángel, hace 33 años, en el momento en el que Gregorio y su hijo, Vicente, acababan de dejar a las ovejas no muy lejos del reluciente campo de fútbol, de hierba, pegado, casi, a la plaza de toros portátil que había comprado el Ayuntamiento años atrás, en donde construían viviendas a escasos metros.
Eran días en los que, a pesar del elevado número de fuentes, había problemas con el abastecimiento de agua potable por la falta de presión, y estaban pensando en la posibilidad de hacer un nuevo depósito para que no tuvieran problema alguno los 450 habitantes de entonces que, ya, rondaban el envejecimiento de una supuesta pirámide de población. Hoy, la población, se reduce a la mitad.
Entonces, la gente de Tragacete, hace 33 años, se quitaba los calores en el Arroyo Salado en donde, además de sal, había una especie de playeta y, por metas, tenían dos: la construcción de una piscina y la fábrica de biomasa.
Rebobinando historias, buscando raíces que nos lleven a enramadas de la vida, encontramos en Tragacete a Policarpo Sánchez González que, con 67 años, ejercía de alguacil-pregonero en Tragacete, tras 28 de servicio aunque se había jubilado tres años antes. Le daba igual. Seguía pregonando buenas historias porque, malas, lo había hecho en contadas ocasiones: algún incendio, pocos, pocos –dice-, y lo del pago de la contribución.
El pueblo está ahora mejor que nunca, me dijo. Las fiestas también eran buenas antes, como las de ahora de buenas, sí, aunque, ahora, hay cosas diferentes.
Policarpo recuerda la antigua plaza de toros hecha con troncos de pino o vigas de madera. Es que, esas plazas, eran más prácticas y daban sensación de cercanía. Como descansaban los pinos, uno encima del otro, dejaban espacio, un hueco entre viga y viga por el que te podías meter y escaparte de una buena. Y, ahora que lo dices, pues sí, tenía un sabor distinto, como a más fiesta, asegura Policarpo.
Eran tiempos en los que, a Tragacete, llegabas tres o cuatro turroneros que vendían sus productos en plena calle. Ahora ya no viene ninguno. Bueno, solo uno y no tiene nada que ver con aquellas piedras de turrón y lo que hacían los turroneros cuando pasaba el Santo. Que tiraban al aire puñados de almendras pero, eso, se ha perdido como se perdió la banda de música.
Hace 33 años, los Wakual amenizaban la verbena. Un grupo orquesta que estaba de moda en todos los pueblos de la Sierra aunque, Policarpo, recordara tiempos atrás los bailes con acordeón y los movimientos de la gente el día de San Juan pero, de su niñez, nada de nada.
Tras la novillada de rigor pasada por agua y el “arrastre” de los animales, izados por encima de nuestras cabezas gracias a la grúa montada para las obras de las nuevas viviendas, antes de que comenzara el baile me reuní con Francisco Martínez, Miguel Mondaráiz y Esteban Martínez, los guardianes del folclore de Tragacete. Más tarde, Policarpo, daría el pregón por orden del señor alcalde.
Pregón de Policarpo
Jota de Tragacete
Yo conocí a Policarpo Sánchez y escuché sus pregones de niña, soy natural de Tragacete, las dos personas que se mencionan al inicio, (Gregorio y Vicente) son mi padre y mi hermano.
Me ha llegado al corazón esta publicación, recuerdo todo lo narrado como si fuera hoy.
Gracias por contar como era mi pueblo y sus gentes hace 33 años.
Un saludo afectivo.