Raíces 1986. Cuando el Día de los Difuntos llegaba sin disfraz.
Reportaje. Programa de radio “Mi Tierra, mi Gente” (R.N.E.)
La noche del 1 al 2 de noviembre, mucho antes de que llegara la influencia de Halloween que, en cierta manera está enterrando tradiciones ancestrales, era propicia para contar relatos fantásticos y sobrecogedores relacionados con las almas de los difuntos que, esa noche, decían, pululan por las casas y bajan a la tierra.
Además de la típica gastronomía, los puches, elaborados a base de harina, agua, pan tostado y anises, en nuestros pueblos de la sierra era costumbre taponar los ojos de las cerraduras de ciertas casas con puches e incluso, en ciertos casos, cuando había mala fe, ponían excrementos o, como nos contaron en Cañamares, trocitos de pelo de las mulas mezclados con los puches que hacían de pegamento porque, entonces, las llaves que abrían y cerraban las puertas eran grandes y, el ojo de la cerradura, era un perfecto túnel en el que introducir la citada plasta pero, como dijo Emilia, en 1986, yendo a dar de comer a sus gallinas poco más allá del Cuervo, la gente se marchó de los pueblos y, los jóvenes, ya no siguen estas tradiciones. No saben qué es una lamparilla ni cómo hacerla y, encima, ni quieren saberlo porque, los tiempos, como cantaba Dylan, están cambiando.

