En las fiestas en honor de la Virgen del Sagrario, la Plaza Mayor de Las Majadas (Cuenca) , con la fuente y los pilones, era cerrada a cal y canto con troncos de pinos, pelados, uno encima de otro, hasta donde subía la gente para ver los toros. Subían los hombres vestidos con pantalones de pana, nuevos, porque las mujeres y los críos se quedaban, debajo, descansando su peso en sillas de enea.
Allí, en ese ambiente de turroneros a granel, de petardos reales y de Ideales para fumar, se cernía una leyenda taurina en la que tienen nombre propio muchos de los habitantes del pueblo en lo que se llamaba, y aún se llama, toro de los mozos. Un bicho que, después de la actuación de los toreros, salía a esa plaza para ser tentado por la juventud de la época: Fermín, el Cabo, Boni, Enrique, Serafín…
A Pedro Miota le hervía la sangre taurina mucho antes de que nos diéramos cuenta. Quizás porque su padre, Serafín, era uno de esos que citaba al toro a cuerpo descubierto o, también, porque ya lo hicieran sus abuelos Alejandro o Nicasio muchos años antes.
Lo cierto y verdad es que, Pedro, lo lleva muy dentro y, encima, se ha criado ahí mismo. En esa Dehesilla próxima a los vados de la Peñuela o Cabrillas del río Júcar porque, siendo niño, Curro Fuentes le enseñó los primeros pasos del toreo en la que, ahora, es su finca.
Torero y ganadero. Casi nada. Ganadero de bravo. ¿Quién se hace de eso, ahora? Yo creo que el que ama el toro bravo, el que lo ha mamado de pequeño, el que ha soñado ser figura del torero y aspira mantener lo que amas, la embestida que sueñas y que buscas. Esa es la motivación diaria: un nacimiento, un tentadero, un herradero, un año nuevo, desilusión, disgustos, satisfacciones a millones…todo eso. Es que, mira, lo que queda de Curro en la ganadería es muy poco. En algunas ocasiones he dicho, siempre en broma, que el ganado casi mordía y, ahora, embiste. Comienza a ser otro muy distinto partiendo de la base de que, lo que queda, es de Marqués de Domecq. Vacas antiguas de una de las bases de muchas ganaderías como Zalduendo, Fuente Ymbro etc. Beben de la misma sangre y lo que queremos de todo esto es una raza pura, algo auténtico.
La temporada, a falta de dos plazas, ha finalizado. Nos vimos cuando comenzaba, a finales de junio, y las previsiones eran muy buenas: tenemos sobre 90 madres y, los nacimientos, no dan para tantos festejos populares. En lo que me ocupo ahora es en hacer ganadería. En ir ampliando. Hay muchos festejos de lidia y, lo que compro, es para festejos populares aunque también, en eso, echo novillos míos porque me lo piden muchos novilleros. Me piden eso porque, la mía, empieza a ser una ganadería llamémosla de los palos de Cuenca. No es de Vitorino Martín pero, sí, a pequeña escala.
Por ahora, y por seguir la tradición de la ganadería, las metas más cercanas son los festejos populares, sueltas, encierros, becerradas pero, Pedro, lo tiene muy claro cuando se refiere a la ilusión y a sus metas: festivales y novilladas sin picar. Las plazas más representativas, para nosotros, son Mira y Las Majadas en donde se hacen festivales con novilleros y toreros grandes. Exige mucho a mis novillos y, encima, si hay toreros toreros mejor. Hay festivales que son puntos de escaparate para la ganadería de Pedro Miota. Y, en esos festivales, hay que recordar que indultamos un novillo en Mira y que, 2, dieron la vuelta al ruedo. En la plaza de toros de Las Majadas, 4 novillos, de 5, dieron la vuelta al ruedo. Tenemos una una selección de madres con nota que, además retentamos. Cogemos a la madre con 12 años, que ya tuvo crías, y volvemos a tentarlas para volver a sacar la bravura y ver lo que tienen dentro. ¿Qué nos da?, dice Pedro, pues una objetividad para poder decidir, entre los sementales, qué macho meter según los criterios morfológicos que buscamos.
Pero, eso, Pedro, lograr un animal que embista, que tenga el cuello más lago o los pitones asá es un trabajo de muchísimos años. Algo casi imposible, sí. Pero hay que intentarlo.
Regresamos a los festivales porque, el de Las Majadas, ha sido especial. Sí. Este año ha venido El Califa que llevaba sin torear desde el año 2011. Vino con su hija, Isabella, que fue la primera vez que le vio vestido de toreo. El que una figura de esta categoría, con dos puertas grandes en Madrid, venga a Las Majadas, un pueblo de 200 habitantes, a torear un novillo de alguien que, como yo, está empezando, pues todavía no me lo creo. Nos habíamos conocido hace poco porque vino a tentar dos becerras mías y disfrutó como un enano.
Lo de Pedro, ya lo dejé escrito, viene de lejos porque la familia tira. Su padre, Serafín, creó el prestigioso Trofeo Taurino la Utrera que ha ido a parar, entre otros, a manos de Rafael de Paula, Frascuelo o Dámaso González y, estas cosas, calan hondo y te introducen en el mundillo.
Pues claro que influyen. Las raíces, la cultura que transmite mi familia, sobre todo mi padre que es un purista y un radical del toro. Hace falta gente así en momentos como los que vivimos y en los que nos sentimos perseguidos. Recuerdo una noche entera hablando con Rafael de Paula y, eso, no lo puede decir todo el mundo. Hablar con él, de sus vivencias, de sus logros, de sus fracasos, de sus ansias, es como recibir una clase magistral. Ahora no se transmite la tauromaquia. Hay mucha TV, sí, mucha, pero pocos toros. Solo sale a colación cuando hay sangre, cuando un toro ha cogido a un torero y, eso, es una lástima. Lo que hacemos va más allá de la anécdota. Se trata de una vida dedicada a un animal, a una especie, a una selección que es única en el mundo.
Pues la tenemos clara porque, algunos, se han subido en una noria intelectual de vértigo y, tras dar vueltas por no sé qué espacios, pisan suelo afirmando que los gallos violan a las gallinas pero, comen carne o pescado de animal al que se la quitado la vida y lechugas arrancadas de la madre tierra. Vamos a pensar que esto es una racha. Me gusta la historia de la tauromaquia y, de hecho, se han prohibido los toros en numerosas épocas de la historia. La ganadería Marqués de Domecq, por poner un ejemplo, aunque el nombre venga de los años 50 del pasado siglo, procede de los nobles que tuvieron que hacer o comprar ganadería para satisfacer al pueblo. Donde vayas, todos son “conde”, “marqués” …. de ahí vienen los distintos encastes. Tuvieron que volver a programar después de quitarlos y, ahora, es igual. Hay un movimiento animalista que obvia el dolor humano viendo, solo, el dolor animal. El dolor afecta, claro que sí, tanto en lo humano como en el mundo animal. Nunca diré que el toro no sufre, no, porque el sufrimiento es parte de nuestra vida. De todo lo animal. Que vengan a ver las ganaderías y vean, con sus propios ojos, cómo tratamos a los animales.
Dejando aparte la delirante intelectualidad de veganos, animalistas y cosas de esas, ¿quién te ayuda a la hora de trabajar la morfología? Muchas veces la luna porque me pongo a mirar y le digo, aconséjame. Toda la selección la hago yo y, luego, vienen los amigos a probar, a tentar pero, la idea, es mía. Lo que transmites a la plaza tiene que ser muy personal. Lo decido yo todo.
El propio Pedro, en su ganadería, al mismo borde de la pequeña plaza de tentaderos, asegura que lo que te da de comer, también, son los sueños y que, hagas lo que hagas, tendrás que hacer lo que te gusta para que, cada mañana, te digas a ti mismo vamos palante.
Todo ello desde un pueblo, venido a menos, en el que hay 70 locos pagando 60 euros al año para ver cinco animales ese día. Para regalárselo al pueblo. Ese gesto no tiene precio, dice Pedro. Lo que se ha hecho en Las Majadas lo están haciendo ya en muchos pueblos, lo copian. Están surgiendo asociaciones que compran toros y hacen los festejos. Eso es buenísimo. Y en Las Majadas, un pueblo en ruina, tiene un mérito tremendo. Y encima tenemos una plaza de toros con 1.600 localidades que hay que aprovechar. Y se aprovecha.