El tema no es que sea santo de mi devoción, pero lo he pensado necesario.
En realidad, el único santo por el que siento algo de respeto y admiración es mi santo patrón. Y sólo si se diera el caso de que, todo lo escrito y descrito sobre él fuera cierto; cosa que dudo.
Pero me he decidido a escribir sobre Medicina, porque he visto una serie de seis capítulos que se titula ‘Lethal medicine’ (por una vez, los títulos anglosajón y castellano coinciden, lo que es de agradecer) y me ha hecho rememorar viejos y dulces recuerdos de juventud y adultez.

Entonces me he dicho: ¡Vamos a ello! . ¿Quién sabe?, igual es de utilidad para quien tenga a bien la lectura.
Esto de nuevos canales – o como se llamen – , no fue idea mía, sino de dos Reyes Magos (Isabel y Dolores) que siempre me traen, aunque no les pida los regalos, porque siempre me porto muy bien.
La serie va de cómo la exorbitante prescripción y toma de algunos medicamentos, puede convertirse en menos que canta un gallo tenor tempranero, en una verdadera epidemia en determinados países llamados del ‘primer mundo’.
En la serie se describe la situación en Estados Unidos – dónde pude mamarla en su más cruel manifestación –, pero si han pensado que España se escapa…’nanay del peluquín’.
La cosa va así: Un laboratorio farmacéutico desarrolla un fármaco que vino a ser una revolución en el tratamiento del dolor. De cualquier tipo de dolor.
El producto activo era la Oxicodona. Es un analgésico opioide con acción agonista pura sobre los receptores Mu y Kappa. Estrechamente relacionado desde el punto de vista estructural y farmacológico con otros agonistas puros de los receptores Mu opioides, tales como la Morfina y la Codeína y unas diez veces más potente que la Heroína. Produce analgesia, euforia, relajación (o sea, lo más guay para los yonquis)… Y lo peor, una depresión respiratoria que, en dosis altas, produce irremediablemente la muerte irreversible.
La serie empieza con testimonios de padres cuyos hijos e hijas han fallecido por la culpa de la oxicodona, en su uso y – sobre todo – su abuso, y solicitan que deje de fabricarse por los desgarradores efectos secundarios que produce.
Los laboratorios en cuestión hacen un estudio de mercado impoluto.
Los “visitadores médicos” – yo siempre les he llamado así, ahora tienen un nombre mucho más pomposo – son en su inmensa mayoría unas ‘tías de toma pan, moja, vuelve a mojar y lo que sea de menester’. Con un poder de convicción, en los moteles u hoteles que se ponga a tiro, que más quisiera el perverso Pablo de Tarso.
Y, claro, como es humano y normal, los médicos – sobre todo de primera instancia – pues lo recetan a tutiplén con el consiguiente aumento de guita tanto para el laboratorio productor como para las insignes visitadoras (también hay machos ¿eh?) convencedoras de recetario a cambio de unos pocos minutos de placer y champán.
Ellas – escribo de ellas porque solo salen pibones en la serie – van a porcentaje de ventas y, por supuesto, el coche más sencillo que manejan es un Porche 917 K, de entre 16 y 18 millones de dólares. Con que imaginen los millones que ganan los fabricantes de la oxicodona, que a mi me daría igual siempre y cuando el fármaco no tuviese efectos indeseables tan críticos como la muerte, la muerte súbita.
Los facultativos recetadores pensaban que los únicos efectos secundarios se remitían a un estreñimiento pertinaz que se subsanaba con una hierbas de Sen, o unas pastillas de Fortasec (en España) que, por cierto, se dosifican horrorosamente.
Por lo visto, no cayeron en la cuenta de que cualquier fármaco, incluso los no neurolépticos, producen dos tipos de consecuencias inexorables, que voy a separar en puntos, quizá más didácticos:
TOLERANCIA.- Básicamente y en roman paladín viene a ser que, para conseguir el mismo efecto, cada vez se necesita más dosis.
DEPENDENCIA.- Básicamente y en el mismo paladín de antes, viene a decir que como no se disponga de la dosis necesaria, se coge un monazo de mil pares de huevos fritos. Y así vienen los daños colaterales, a saber:
amenazas de muerte con , a veces, conquista de la amenaza a los médicos si se niegan a recetarlo; atracos y amenazas a farmacias, varias… y todo lo que el mono lleve a realizar. Toma de sobredosis de producto (tolerancia) , depresión cardio-respiratoria que pilla donde pille al sujeto o sujeta. Y otro fiambre para las estadísticas.
Eso está ocurriendo absolutamente todos los días en cualquier país medio desarrollado. Los médicos hacen sus agostos, las visitadoras – recuerden qu en la serie solo salen tías que quitan el hipo y más – y de los laboratorios productores, ¡para que contar: muchos miles de millones de dólares mensuales… ¡mensuales!
El final de la serie es más o menos feliz: una visitadora se arrepiente un poco y los laboratorios se pegan una hostia financiera que tiembla el basto.
No quiero hacer de spoiler, pero merece la pena ser vista.
Ya saben: “Lethal Medicine”. Lo que no recuerdo es el canal donde la ponen.
Si no fuera porque tales situaciones las he vivido en primera mano y porque considero necesaria la información, ni de coña hubiese escrito de Medicina.
¡Créanme!
P.S.- No se tiene en cuenta en la serie ni el orfidal, ni el rohipnol, ni cientos de productos de acción central (sistema nervioso central) que andan por aquí unas veces necesarios y otras – muchas – para venta ventajosa de segunda mano a vaya usted a saber quién.
Un servidor lleva más de treinta años sin recibir a visitadores médicos. Sé que me han puesto a caer de un burro comiendo hojas de perejil, pero me da igual. ¡Créanme de nuevo!