Los pequeños hospitales fueron surgiendo en los pueblos y ciudades durante la Edad Media, siendo lugares en los que se prestaban unos cuidados muy básicos. Más adelante llegaron los grandes hospitales, ya en la Baja Edad Media y principios de la Edad Moderna, por lo general, bajo Patronato real o de la nobleza.
Los primeros, con apenas recursos, sobrevivían intentando aliviar a pobres enfermos, con limosnas; los segundos fueron grandes instituciones, donde se aplicaban cuidados y técnicas que iban evolucionando. Los grandes hospitales estuvieron dotados de una organización con Reglamentos y Constituciones, detallando todos los pormenores necesarios para un adecuado funcionamiento. Algunos de estos centros fueron: el Hospital real de Granada, el Hospital general de Madrid o el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla.
Sin embargo, los hospitales de los pueblos atendían a pobres y peregrinos como buenamente podían. Estos lugares fueron, en definitiva, espacios de acogida, curación y reinserción social. Pero, la mayoría de ellos atendieron a aquellos indigentes y caminantes en el necesario hospedaje, sencillamente, para no morir y tener un techo bajo el que cobijarse.
No solamente se erigieron estos centros en España, sino que, en América, desde principios del siglo XVI, también disfrutaron de ellos. Así es el caso de Nueva España, a donde llegaron 12 religiosos franciscanos el 13 de mayo de 1524, quienes además de su tarea evangelizadora e instructiva llevaron a cabo la construcción de hospitales para curar a los enfermos.
A principios del siglo XVII, Sebastián de Covarrubias, en su Diccionario de la Lengua castellana, nos acerca a la imagen que se tenía de aquellos espacios, definiendo así los hospitales:
Hay muchas diferencias de hospitales: en algunos se curan enfermos, en los que llaman generales; o que están dotados de mucha renta, curan de calenturas, de heridas, de mal francés, locos, niños expósitos.
Otros curan solo una suerte de maletía.
También hay hospitales de incurables, en los de san Antón, san Lázaro, santa Lucía, san Roque.
La Orden de Cavallería de Señor Santiago tiene en muchas partes hospitales donde se curan todas enfermedades, y ni más ni menos los Comendadores de san Juan.
Un caso bien conocido para nosotros es el Real Hospital de Santiago de Cuenca, con una trayectoria secular y por la que pasaron enfermos durante siglos.
Continúa Covarrubias abundando en su definición:
Ay hospitales de peregrinos, en los cuales dan a los tales cama, leña y agua, y en muchos de comer un día, más o menos.
Y, a Dios gracias, en toda España ay muy pocos lugares, por pequeños que sean, que no tengan un hospital para los peregrinos.
Según escribió Covarrubias, tenía que haber un lugar público donde los recojan, aunque sea con solas las limosnas de los naturales del pueblo. Los que tienen con qué pasar, se van a los mesones y quedan los hospedages particulares para los amigos, personas graves o religiosas, que no están con decencia en los sobredichos lugares.
En directa relación, en su Diccionario define el hecho de hospedar como recibir en casa huéspedes, forasteros y peregrinos. Una de las obras de caridad que se nos ha de hazer cargo el día del juycio, si no nos hemos compadecido del pobre peregrino y albergándoles… De hospedar se dijo huésped.
Y, efectivamente, la legislación española, desde el siglo XIV, estableció normas sobre los hospitales, siendo un hecho la multiplicación de estos edificios. Ya en el año 1315, se prohibió que los caballeros pudieran posar (hacer posada) en los hospitales destinados a los pobres y enfermos, según el artículo 5 de las Ordenanzas de las Cortes de Burgos: Otrosí, a lo que me pidieron que toviese por bien los cavalleros en los ospitales que fueron fechos para los pobres e para los enfermos, ca quando y vinían posar echan los pobres fuera e mueren en las calles, porque non han de entrar (…) Daquí en adelante, non posen en los ospitales cavalleros nin otros ningunos, e que sea guardado…
Y en las Cortes de Valladolid se volvió sobre lo mismo el 15 de febrero de 1326.
El 4 de agosto de 1525, en la petición hecha a las Cortes reunidas en Toledo, se pedía un hospital único en cada pueblo: Suplicamos a Vuestra Majestad que aya en cada pueblo un hospital general y que consuman todos los hospitales en uno, y para ello Vuestra Majestad mande traer bula del Papa, y, así mismo, mande dar provisiones para que en los pueblos se examinen los pobres y mendicantes, y que no puedan pedir por las calles sin cédula, de persona diputada por el regimiento.
Pero ¿cuál fue la realidad de estas instituciones? No es difícil comprobarlo, habida cuenta de la información que ha llegado a nuestros días a través de diferentes fuentes documentales. Ya en la Relaciones de los pueblos de España realizadas a finales de la década de 1570 podemos saber qué pasaba en diferentes pueblos. En Belmonte, el 1 de abril de 1579 manifestaron que hay en la dicha villa un hospital de la vocación de san Andrés, de las rentas del cual se curan los pobres enfermos y acogen a los peregrinos. Este hospital lo dotó Juan Fernández Pacheco. Aumentólo después el maestre de Santiago, don Juan Pacheco, su hijo.
En Castillo de Garcimuñoz hubo un hospital de la vocación de Nuestra Señora de la Concepción, que está incorporado a la iglesia de la Concepción, e que dicha iglesia e hospital es para beneficio de pobres peregrinos e naturales de esta villa, que tiene 400 ducados de renta, es cuales todos se convierten en beneficio de los pobres.
En Horcajo de Santiago tuvieron un hospital muy pobre, donde se recogen los pobres, que puede tener de renta hasta 400 maravedís, e no se alcanza quién lo fundó.
En otros lugares hubo hasta dos, como en Iniesta: Hay dos hospitales, uno para recibir peregrinos pobres y curallos, de poca renta, hasta dos mil maravedís. Pídense limosnas por el mayordomo para lo necesario.
En Minglanilla, el hospital no tenía renta alguna, con lo que se dependía, exclusivamente, de las limosnas: Hay un hospital donde se recogen los pobres, pero que no tiene renta ninguna, salvo la que le dan por Dios.
Además, se incidió en el hecho de que era un lugar de mucho trasiego, a pesar de lo cual no había un lugar de hospedaje: Esta villa es muy pasajera y está en camino real para Valencia y Toledo, pero que en este término no hay ventas.
Otro caso de hospital sin recursos fue el de Las Mesas: Que de causa de no tener rentas ni con qué sustentar alguna cama, no se habita el dicho hospital que hay.
Otro caso de lugar muy transitado por su ubicación en los caminos importantes fue El Pedernoso, donde el 15 de diciembre de 1575, se dio la siguiente información del hospital: En esta villa hay un hospital donde se recogen pobres, el cual se sustenta con las limosnas del pueblo.
Es pueblo pasajero, porque desde los puertos de Cartagena, Alicante y Valencia vienen a pasar por esta villa para ir a Toledo y a Madrid, y también pasan por esta villa las gentes de Cuenca a Huete, para ir a Granada y al Andalucía, y a otras partes.
El caso de Rozalén del Monte, tiene una particularidad, que fue que conocemos la propiedad del hospital, puesto que el 5 de diciembre de 1575 se declaró haber un hospital y no tener renta, sino que una mujer dexó su casa para ello de limosna.
Un lugar sobresaliente, sin duda, por su trayectoria histórica, es Uclés. Allí hubo dos hospitales: el uno tiene a su cargo el convento, que se dice Sanctorum. Es un hospital muy principal, porque le dan del convento lo que ha menester. Por tanto, problemas económicos no tenía, porque las rentas de la Casa principal de la Orden de Santiago en Castilla fueron abundantes.
El otro fue el hospital que dicen de la Misericordia, para los pasajeros. Es muy pobre. La renta dejada por un tal Morales se gasta en curar pobres.
En el siglo XVIII, en el Diccionario geográfico de Tomás López, se recogió esta información por el párroco de Uclés: Solo tiene un ospital, indotado, que mantiene dos camas, dando solo esto y el simple cubierto a los enfermos y pobres transitantes.
Otra villa singular por su importancia fue San Clemente, lugar muy bien situado también en aquellos caminos tan frecuentados, donde hubo tres hospitales: El uno es de una cofradía de Nuestra Señora, de la Concepción de Nuestra Señora, en el cual hay muchos cofrades, los cuales gozan de muchas gracias e dilixencias concedidas por los sumos pontífices. En este hospital se recogen de ordinario media docena de mujeres pobres, naturales, donde se les dan tan solamente una celda donde vivan y se recoxan.
Hay otro hospital junto a este que administraba el ayuntamiento, y en él se recogían pobres peregrinos mendigos. Este hospital no tenía rentas, más de las limosnas que cada uno quiere dar y se llama San Sebastián.
Y el tercer hospital de la villa lo fundó un cabildo que solía haber antiguamente, que era y se intitulaba de Santiago. En él había tres o cuatro celdas para mujeres pobres, y por no tener ninguna renta ya ha decaído y está yermo y despoblado y decaída la cofradía.
En Santa María del Campo, según lo manifestado en el año 1578, no parecía que hubiese perentoria necesidad de rentas, puesto que estuvo bien dotado por el fundador y con la ayuda del ayuntamiento:
Hay un hospital, el cual fundó Bernardino Ortiz, arcipreste de Illescas, vecino de Toledo, el cual, con lo que el concejo de esta villa le dio e ayudó dexó dotado la mitad de los frutos (…) y es una casa muy principal y solemne para hospital donde hay su altar y celdas para los pobres.
Como se ha indicado, muchos de ellos sólo contaban con las limosnas que aportaban los habitantes de pueblos, villas y ciudades, donativos que, por lo general, eran pocos o ningunos, teniendo en cuenta las penosas condiciones económicas del país, donde bastante era tener para poder sobrevivir. Ejemplos de hospitales que sólo contaban con las escasas donaciones fueron el de Tarancón, que tuvo un hospital junto a la parroquia, sin renta, adonde hospedan y curan los enfermos y peregrinos de la limosna que se da. También en Villaescusa de Haro, que contó con un un hospital muy pobre. La casa de él es muy vieja y antigua. Llámase sanct Bartolomé. No tiene otra renta más que la limosna que se da. Y, finalmente, el caso de Villarrubio, donde no había más rentas que las limosnas que se piden por la villa.
Sin embargo, para muchos pobres vagabundos, el mero cobijo y refugio que ofrecían aquellos techos y paredes de los hospitales marcaba la diferencia de vivir o morir, evitando la temida intemperie. Una hospitalidad pobre que fue necesaria, como así reclamaban los lugares; cosa distinta y variable fue el apoyo económico que recibían.
Por Mª de la Almudena Serrano Mota. Directora del Archivo Histórico de Cuenca