Herminio es el último juglar en llevar los vientos del pueblo para el pueblo. Herminio Carrillo, sí. El maestro, músico, luthier, cantor, cantante, folklorista, antropólogo, fundador de aquél grupo inolvidable que llamamos Tormo, alma de la tiruranía dulzainera de Tiruraina y embaucador porque, como el flautista del cuento, es capaz de llevarse a la gente bailando congas por esos pinares en los que se esconden los acebos cuyas bayas, ya pintan buscando navidades blancas.
El Liberal de Castilla presentaba en Vega del Codorno, en la provincia de Cuenca, su documental “Trashumancia por el Parque Natural de la Serranía de Cuenca. El regreso”, grabado en el transcurso de la penúltima etapa que discurrió entre la Sierra del Agua, en Las Majadas, y lo que llaman la Cuesta de los Valencianos. Fue La Tejera. Un restaurante situado a unos quinientos metros del Nacimiento del río Cuervo, ubicado en una plataforma de albares y bujes en la que aparcan coches, la que sirvió de escenario y punto de reunión de la gente que, ya, por la mañana, sudó de lo lindo en una caminata por el Alto Tajo que daba derecho a degustar una caldereta de cordero con los ingredientes de siempre: cebolla, ajo, tomate, vino, laurel, tomillo y la carne, claro. Caldereta que, como en algunos cines de antaño, iba a tener dos pases: comida y cena.
En la presentación del documental su utilizaron imágenes que, sacadas de varios trabajos, resumían fielmente algunos aspectos del viaje completo. La salida y los preparativos, momentos espectaculares de bajadas de barrancos o vados de ríos, algún enfrentamiento con agricultores que defendían no sé qué cosa porque habían sembrado en la vereda dejándola reducida a unos cinco metros, cuando debe medir setenta y cinco, el punto de reunión en un lugar llamado El Navazo en Sierra Morena ya, y el incidente de la vaca brava más allá de La Carolina, difícil de olvidar, porque sombra y sudor van contigo siempre.
Tras la proyección del documental que pone ante los ojos un viaje andando con las ovejas por la Serranía de Cuenca llena de flores, de arroyos que luego serán ríos, de aromáticas y polen de sabinas que forman auténticas nubes amarillentas, llegó el turno de Herminio que, para la ocasión, vistió de blanco para dejar picaresca inmaculada pastoril en varias de sus canciones: “ay que te lo he visto ay que te lo vi, por un abujero que tiene el mandíl”, con el único acompañamiento de la ristra de huesos.
Luego vendría el tamboril y la pita, una canción de arada que cantaban los gañanes e n la besana, la mazurca tocada en el “cencerrófono” -una especie de xilófono construido a base de cencerros sobre una base de tubos de cobre-, y el rabel que da mucho de sí a la hora de soltar coplillas picantes como la que dice “un día que fui minero, en tu mina trabajé. Otro trabajó primero que abierta la encontré”.
Día del Pastor en Vega del Codorno. Un lugar de hábitat disperso en el que pusieron sus barrios a manotazos, dejándolos caer río Cuervo abajo o, como en los cuentos, trasladados por miles de codornices que, ahora mismo, ni se ven.
Por cierto, este año celebran el cincuenta aniversario de su Belén Viviente que representan en la cueva que existe en el barrio de ese nombre. Cueva a la que se llega por un camino soportable, si vas sin prisas, y a la que se puede entrar, en épocas de sequía, bien provisto de linternas. Como mucho, sin preparativos, se puede recorrer kilómetro y medio porque, más o menos a esa distancia, hay un paredón vertical y el agua ronda el gaznate.
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