Esta importante ciudad visigoda, cuyas ruinas se encuentran sobre el Cerro de la Oliva, junto al río Tajo, en las inmediaciones del pueblo de Zorita de los Canes, fue la única de la Europa Occidental construida de nueva planta entre los siglos VI y VIII. La fundó el rey Leovigildo en el año 578, en memoria y a honor de su hijo Recaredo.
Por lo que se deduce del emplazamiento y estudio de las ruinas, debió ser una ciudad residencial para monarcas, misión que cumplió con el propio Recaredo antes de que estableciese su sede en Toledo. La superficie que tuvo como ciudad fue de 30 hectáreas, a la par en importancia con otras urbes principales de su tiempo, incluida Zaragoza. En Recópolis se llegó a emitir moneda, y es muy posible que fuera centro administrativo de un gran distrito.
Se piensa que parte de sus piedras fueron cantera en el siglo XI para la construcción del castillo de Zorita. Contó con una importante basílica de origen paleocristiano, con sustanciales modificaciones posteriores según los gustos románico y gótico. Quedan de ella los cimientos de sus muros, las basas de algunas columnas con sus capiteles de rosas y de hojas de acanto, así como algunos arcos del presbiterio. Junto a la basílica se encuentran los cimientos de lo que pudo ser palacio o complejo palacial, con más de cien metros de largo.
Recópolis ha vuelto a ser noticia, porque en fechas recientes acaba de aparecer una novela, escrita por Rafael Díaz Riera, catedrático emérito del instituto Brianda de Mendoza de Guadalajara, con el título de “Nadie entierra a los lobos”, cuya acción se desarrolla en su mayor parte en la ciudad de Recópolis, durante los siglos séptimo y octavo de nuestra era. Interesante visión de la vida diaria en la España visigoda, tan cercana a nosotros en el espacio y tan lejana en el tiempo.
En esta novela, el mundo de los forajidos -siglos séptimo y octavo de nuestra era-, las plagas que azotaron el reino y la vida de la minoría de peninsulares, se combinan en una trama que reconstruye el vivir cotidiano y las estructuras de un Estado, cuya existencia ignoran muchos contemporáneos.
