El libro, el que tengo en mis manos de cubierta negra y fotos (de Pinós) que representaban a pie juntillas la tipografía de finales de los 70, llevaba dedicatoria: para Paco, a quien hace dos versos que no veo.
Hace 40 versos y no sé cuántos millones de palabras entrelazadas que, Publicaciones Conquenses, editó ese libro en el que, “a dos voces”, Pedro Cesar Cerrillo y José Ángel García estrujaban a una Cuenca, tanto, que la convertían en toba agujereada por la que escapaban los entresijos de quienes la sufrían.
“Una y mil veces Cuenca en un puño.
En colores de lujo,
-chillones, festones de grandeza y esplendor te pintan.
¡Qué cinismo!”, escribía Pedro. Versos que, José Ángel, dejaba caer como plomo en la página 40 cuando escribía “por el cuerpo de Cuenca y por el mío, el amor y la rabia andan a empate”. Todo, quizás, porque terminaba la década de los 70 y José Ángel, periodista, que ya había echado raíces en Radio Nacional de España años antes (que entonces emitía como Radio Peninsular) había pasado la línea de hilar palabras y darles sentido con su voz a través de las ondas. Algo que, sin duda, no se le ha escapado al prologuista, Ángel Luis Luján, cuando escribe que, esa experiencia, “le permite explorar con soltura todos los registros, moverse desde los tonos estilizadamente coloquiales hasta el entramado barroco de una dicción que se ensimisma en su propia materialidad”.
“Todo sigue ahí” (Antología 1977-2017)
El Libro, un recorrido poético de 40 años en la obra de José Ángel García, ya fue presentado el pasado día 5, en Madrid, en la Biblioteca “Eugenio Trías” del Parque de El Retiro con intervenciones del crítico literario y secretario general de la Asociación Colegial de Escritores Manuel Quiroga y del editor Pablo Méndez. Ahora, mañana, lo vamos a hacer en Cuenca en un escenario tan emblemático como es el Museo de Arte Abstracto, algo por lo que quiero dar las gracias a la Fundación Juan March, y en particular a su director Javier Gomá y a su director de exposiciones y del propio museo Manuel Fontán. Como quiero también agradecer la presencia en el acto, como en Madrid, del director de Ediciones Vitruvio Pablo Méndez y del crítico literario y profesor Ángel Luis Luján al que también debo gratitud por el cuidadoso estudio que de mi obra poética hace en la muy cuidada introducción del libro, dice José Ángel que aún cubre su cabeza con un moderno sombrero aunque, cana a cana, rememora conmigo años de radio, rosas y libros desde 1977 pasando por el “Cómico en faena en lona de palabras” de la colección César, el “Borrador de tránsitos”, “las cosas de mi gato”… a los que seguirían más hasta completar una antología. Sí, efectivamente, no es la primera antología publicada de mi obra pero sí la más extensa y desde luego la que abarca un periodo cronológico mayor. La primera, bajo el título de “Llámalo viaje”, la sacó en 2009 la editorial el Toro de Barro pero era de mucha menor extensión que la que ahora, con casi trescientas páginas, ha puesto en la calle ediciones Vitruvio y además, lógicamente, solo recogía lo publicado desde 1977 hasta ese momento en tanto que “Todo sigue ahí” prolonga el recorrido hasta mis títulos más recientes e incluso incluye un buen número de versos de otros cinco poemarios de momento aún inéditos.
José Ángel, y esto sí es deformación profesional lo que cuento, era el jefe de la sección cultural de la radio y, claro, a la hora de finalizar una entrevista a alguien relacionado con el arte, con cualquier forma expresiva del arte, siempre le hacía esta pregunta: “ya sé que es difícil hablar de uno mismo pero, ¿cómo es tu obra?”. Bueno, nunca es el propio autor el más indicado para hablar de cómo es su obra, eso es cosa de críticos y comentaristas. De lo único que quizá sí podría hablar es de lo que para mí es – o quizá tendría que decir qué debe ser – la poesía
Ni qué decir tiene que, las risas, con el calor de la charla, se abrazaron a ese aire cálido otoñal, casi impensable, aunque ya dicen que, pronto, nos tendremos que poner el abrigo.
La poesía, sin Becquer, ¿qué es?. Bueno, pues para mí la poesía – y no digo que tenga que serlo para otros – es la forma, o el modo, o el camino, si se quiere, con que quienes intentamos ser poetas interaccionamos, a la par, con la realidad en la que nos desenvolvemos y con la memoria, lo que realmente equivaldría a decir, realmente, que interaccionamos, o al menos eso pretendemos, con la vida valiéndonos de la palabra.
Ya he dicho que profesionalmente te criaste en una radio en la que los efectos especiales éramos nosotros mismos. Teníamos que alimentarnos de imaginación para transmitir colores, olores y sentimientos que nadie veía. Transmitir imágenes con la palabra. Lo único que tal vez podría decir a este respecto es que personalmente he intentado atenerme siempre – que lo haya conseguido o no ya es otra cuestión – a una serie de premisas, la principal la de que, sin renunciar en modo alguno a que el poema sea en la mayor medida posible un instrumento por un lado de conocimiento y por otro de comunicación, su alma, el alma del poema, del verdadero poema, reside a mi juicio no en su forma ni en su expresión puramente diríamos literaria sino en lo que pueda sugerir y aunque no está propiamente en él de él depende para existir, y para eso hay que llevar al límite la palabra, hay que conducirla a – aunque parezca una paradoja – lo que yo describiría como la fecunda precisión de lo impreciso, y por ello lo que desde luego tengo clarísimo es que nunca, pero nunca, nunca, el poema debe ser un mero ejercicio de prestidigitación verbal, aclara José Ángel tomándose de un sorbo su filosofía existencial, palabra a palabra, más de 40 años aunque fuera, 1977, el de su bautizo. “Por el cuerpo de Cuenca y por el mío, el amor y la rabia andan a empate” titulaba José Ángel el poema de la página 40 de su libro, a dos voces, “Cuenca como un largo trago de ansias compartido”.
“Te tengo, Cuenca, perdida entre mis brazos;
me das cariño y pena;
no sé si será bueno despertarte
o dejarte dormir cabalgadas de luna noche arriba
respetando el abandono que marca tu descanso;
casi estoy por dejarme callar contigo al tiempo,
que el amor rinde siempre a quien lo atrapa.
Te tengo Cuenca dormida entre mis brazos”.
Pues eso. Cuenca, un largo trago de ansias compartido hasta hoy,con el nuevo libro que, curiosamente, tiene también la cubierta negra.