Jesús Bermell cumple 100 años. A partir de los 95, tu cuerpo no tiene incentivos y tienes que ser tú el que luches por levantarte.
Vienes a padecer mucho en la vida y, entonces, tienes que tener una sensibilidad, unos conocimientos para ser persona.
Me tenía preocupado Jesús porque, tres días antes de realizar esta entrevista, respondió a mi llamada, desde la cama, dibujándome una situación extrema, según él, al llevar tres días sin comer, postrado, pero, pasados esos días, me llamó el sábado comunicándome que estaba en el parque de San Julián, recuperado ya, y que podríamos iniciar esta conversación que he transcrito para que ustedes, lectores, entren en ella sin permiso alguno porque, el libro de la memoria, a estas alturas de la vida es gratis.
Cuando Jesús abre la puerta del tercero, B, entramos en un salón, amplio, dominado por el mueble con televisión y reproductor de vídeo VHS. A la izquierda, sentado en el sofá, queda la librería en la que no cabe un folio y, a la derecha, más allá del piano, negro, un aparador lleno de fotografías, de las de antes, que te llevan a bodas y a un pasado militar con recuerdos que cuelgan de la pared mientras, un ventilador, echa aire refrescando la estancia cuando, en el exterior, la sensación térmica quema ojos y gaznates. He salido, me ha dado un poco el aire, sí, pero ya, cuando llegas a 95 años, desde 95 años a 100, desaparecen todos los… como si dijéramos, eh, todos los incentivos normales para la vida. Desaparecen. O sea, que ya no tienes dentro ninguna fuerza que te sostenga y, entonces, como no seas tú el que vayas por ahí, no llegas a 100, me dice Jesús, sentado en el sofá, con camisa a cuadros, tirando a rosa, y el mando de la tele a la izquierda.
La infancia
Jesús Bermell Calvo nace el 24 de Agosto del año 1923 cuando, un mes más tarde, se produce la dictadura de Primo de Rivera marcada por la suspensión de las garantías constitucionales, la prohibición de otras lenguas que no fuesen el castellano, la disolución de las diputaciones provinciales y la censura de prensa. Tengo en esas fechas muchas noticias interesante, sobre todo de mi padre que era el cabo de la Guardia Civil del puesto de un pueblecito de Salamanca, del partido de Vitigudino, que se llamaba Saucelle. Verás, mi padre había sido combatiente en Marruecos y tenía cuatro cruces, o sea, que estaba muy condecorado. Mi padre se las sabía todas. Luego vino la República, el 14 de Abril de 1931. Tenía yo 8 años y recuerdo que estábamos viendo en El Debate, un periódico de Salamanca, los acontecimientos de Madrid y, cómo serían las cosas que, mi padre, me dijo: tendremos dentro de poco una guerra civil y, cinco años más tarde, cuando yo tenía 13 años, tuvimos la guerra civil.
Jesús pasa su infancia entre Vilvestre (su pueblo natal) y Saucelle, dos núcleos de población de la provincia de Salamanca, cercanos a Portugal, junto al Duero, jugando a la pelota de trapo en el frontón de la iglesia parroquial y luego, también lo recuerdo, al maestro del pueblo que era hermano de mi madre, mi tío Pepe. Un hombre que nos ponía problemas muy elementales y, el que fallara, pom pom, nos pegaba unos palos de la leche. Palos que agradecía porque quería que aprendiéramos en aquella escuela en la que estábamos unos 15 niños. También recuerdo otras cosas no tan agradables porque, en esa tierra de Vitigudino, íbamos a los corrales del ganado bravo. Íbamos, los toreábamos, les poníamos banderillas o sea, esa fue mi juventud, esos eran los juegos. Mira, aún me queda esta brecha en la cabeza porque, un toro, corrió detrás de mí, salté una valla, me di con el marco de una puerta y eché tanta sangre que no veía. Yo tenía un amigo americano y hablaba con él en inglés porque vino a los 15 años y él, que tenía posibilidades económicas, se fue a estudiar el bachillerato a Ciudad Rodrigo y yo no pude pero, luego, en el ejército, hice mi bachillerato, hice estudios de maestro y, después, el inglés. Fíjate que me retiré mandando el Escuadrón de Abastecimiento, que lo tenía que mandar un comandante con vuelo pero, mis superiores se enteraron que yo tenía un título americano y estuve mandando un volante de vuelo, una oficina con 35 personas que se encargaba de suministrar el armamento, el combustible, todas las piezas. Me concedieron la Cruz del Mérito Aeronáutico con distintivo blanco, además tengo también aquí la Cruz y la Placa de San Hermenegildo…
Jesús, sin proponérselo, se sube al avión de la memoria y vuela el panorama de los años de la posguerra, los años 40, cuando se refiere a que los preparaban, militarmente, en Cuatro Vientos, que juraron bandera en Getafe y que, incluso, pasó seis meses en la legión, se crearon las escuelas de soldados obreros y, después, escuelas normales.
La guerra
Esa zona de Salamanca, en realidad toda la provincia, fue controlada desde el primer día por los sublevados. Jesús tiene 13 años y cuenta que, cuando salieron los de la CNT en el pueblo, su padre recogió las armas identificándolas con un registro en papel. Los falangistas trajeron armamento de Salamanca a Saucelle, a mi pueblo, fusiles y munición, el mosquetón corto y el largo y vienen los falangistas, de Vitigudino, y se llevaron a toda aquella gente que tenía mi padre, en sus casas, sin moverse. Tenían que venir al cuartel de la Guardia Civil, firmaban y se iban pero, los cogieron y se los llevaron a la cárcel de Salamanca. Mi padre, como era buena persona, pues hizo un informe de tal manera que los soltaron de la cárcel y volvieron otra vez al pueblo. Eran labradores, carpinteros, herreros, en fin, lo que es la gente de los pueblos.
Su primera actividad en la guerra, cuenta Jesús, aconteció cuando un camión, con falangistas, le pidieron que subiera a la caja a ayudarles con los fusiles, los máuseres, y unos 200 o 300 cartuchos. Día a día iba con su padre armado con una “tercerola”, una especie de escopeta más pequeña que una carabina porque, su padre, había recibido una orden de la comandancia incidiendo en que se cuidara mucho la resistencia pasiva: salimos ahí unos cuantos chavales y no nos dieron armas pero, yo, yo sí tenía la tercerola y nos íbamos con la Guardia Civil. Fue cuando vimos aterrizar y despegar un avión, en un campo de trigo, que se dirigía a Portugal.
Cuando termina la guerra, con 16 años, Jesús entiende que ha pasado por todas las armas y que tiene más, de militar, que de otra cosa porque se sabe, por ejemplo, los artículos de la Guardia Civil. Así que, por ser hijo del cuerpo, ingresa en una unidad de la Legión que, poco más tarde, pasaría a aviación en donde, un capitán, al verle desfilar de forma tan marcial, pronto le pone los galones de cabo interino: luego tuve que pasar el examen de cabo primero, luego sargento y, como tenía el bachillerato y había academia, allí que me fui.
La posguerra
En ese ir y venir, Jesús cuenta que hace el curso de radiotelegrafista porque, la Guardia Civil, pidió radiotelegrafistas al Ejército del Aire para ver si se acababa, de una vez, el tema de los maquis destinándolo a Ciudad Real, concretamente a Almadén. Sí, ahí estuve unos meses porque yo hacía de jefe de grupo. Estuvimos con ellos (los maquis), sí, y en Porzuna, tuve un momento de los que no deseo para nadie porque recibí la orden de proceder, inmediatamente, a quitarle la vida a uno del maquis apodado Timochenko. No quise. Se trataba de un bandolero que había estado allí, seis o siete meses, pero que era colaborador de la Guardia Civi, el que los guiaba por la noche por tronchos y veredas. Yo le veía buena persona, jugaba con él al ajedrez. Menos mal que, a los pocos minutos, recibí la contraorden.
La conversación es como una brújula descontrolada que se empeña, casi siempre, en apuntar al sentido castrense porque, Jesús, lo dice él, lo que le interesaba era hacer carrera en el ejército dejando al margen la vida social. Estuvo en Madrid, sí, en la época en la que ETA dejaba atroces regueros llenos de sinsentidos e injusticias. De horrores. Tuvo novietas, pero con el grado de sargento, tras su etapa en Albacete, sería en Valencia en donde conoce a Amelia: resulta que yo como no he dejado el inglés, fíjate que no iba al cine ni nada por estudiar, lo que hacía es que me iba a la academia de inglés y, estando en la academia, conocí a Amelia como compañera. Cambiamos impresiones, vi que era una mujer cristiana, que era española, que era de Cuenca…teníamos treinta y un años cuando nos conocimos y, al año siguiente, nos casamos.
Antes de eso, de la boda en Cuenca, se entera de que en la ciudad castellana no había vacante, no había puesto de trabajo para Jesús. En protección de vuelo había una emisora con onda larga o un radiofaro (estación emisora de radio que envía de forma automática y continua señales como ayuda a la navegación aérea) y, el servicio de meteorología, lo llevábamos nosotros. Y fíjate, me dice, el tío de Amelia era el Jefe de Sanidad de Valencia, íntimo amigo del Coronel Jefe de la Base Aérea… hablaron de nuestro caso y, milagrosamente se produjo una vacante de jefe de estación porque, entre otras cosas, yo reunía, según el estado Mayor, las condiciones para ocupar el puesto.
La llegada a Cuenca
Es el año 1955, cuando tiene lugar la boda en la Cuenca que aún presume de Posada de Santa Luisa, de fábrica de hielo en la esquina de Colón con Sánchez Vera, de los autobuses Alsina a los pies de las escaleras a Los Moralejos, la del cuartel de la Guardia Civil en lo que, hoy, es calle José Luis Álvarez de Castro, la Cuenca de los fielatos y de burros y carros en el perímetro de la plaza del mercado de abastos, incomprensiblemente desaparecido. Nos casamos en la iglesia de San Esteban en presencia de las autoridades mayores de Cuenca celebrando el acontecimiento en el Casino aunque, de ese día, tengo dolor en mi corazón porque, el capitán mío, y un teniente de aquí de la provincia de Cuenca, de la misma unidad mía de Valencia, vinieron a la boda con dos trajes, uno para mí y, otro, para mi cuñado. Me duele el corazón porque mis jefes, vestidos de gala, vienen a ver a su compañero -aunque era de una clase más inferior-, me querían mucho, pero me duele el haberme casado con traje de civil y no con el militar aunque, Amelia, estaba guapísima con su vestido blanco y, ¿de Cuenca?, pues qué te voy a decir, yo creo que es diferente a las del resto de las de Castilla de Castilla-La Mancha. Cuenca tiene un alma entre Madrid y es más castellana que otra cosa. Ahora ya sabes cómo es la vida eh, ha cambiado todo. Teníamos eh cines a los que ir, yo vivía en Carretería, encima del cine España, encima del Colón, de la cafetería Colón pero, eso, la estampa de aquella Cuenca ha desaparecido prácticamente porque pensamos de otra forma, somos de otra forma.
El Observatorio Meteorológico de Cuenca necesitaba un buen repaso y, en ello, Jesús dedicó gran parte de su tiempo haciendo un cerramiento, poniendo en marcha un motor de 45 cáveas porque se iba la luz mucho, puso un transformador nuevo, se levantó una torre e hizo el cerramiento abriendo, también, los surcos del aire, la escritura en el aire que aún continúa desde sus indicativos EA40A y ECJ3: es que hemos trabajado con la ciencia, la alemana, con una velocidad enorme y un código que, hasta que lo aprendes, te cuesta mucho y luego tienes que transmitir. Trabajamos a las velocidades que hacíamos con los aviones. Tú no sabes la ilusión que nos produce eso, con mi amigo Herráiz, transmitir, conectarnos dos veces a la semana aunque, ahora, nos hayamos tomado unas vacaciones.
A Jesús Bermell le conocí en el Club de Tenis porque es un enamorado de este deporte hasta el punto de que, a veces, contaba él, viendo partidos en la tele, cogía la raqueta para entrenar los golpes y las distintas empuñaduras. Ha sido mi segunda vida, el deporte y, sobre todo, el tenis. Me dieron una cena en la Diputación y luego, mira las placas que hay por ahí.
De qué te ufanas
Hoy, día 24 de Agosto, Jesús cumple 100 años y, como militar que sigue siendo, le digo por lo bajini que, eso de cumplir años, es como la guerra de trincheras. Cuando cumplen, cuando caen los de primera línea, tienen que acudir los de la segunda y, a ellos, les sucederá una tercera línea. Vamos que, visto lo visto, como cantaba Hervé Vilard, aunque en otro sentido porque se refería a una isla, “no volveremos más”. ¿Qué se piensa a estas alturas de vértigo? Si te digo la verdad me da pena el mundo, me da pena toda la persona que tiene problemas, toda la persona que tiene los padres de familia, los hijos que no aprueban las asignaturas, me da todo pena, todo pena porque yo veo el mundo, yo he leído esos libros de Séneca que es “El arte de vivir” y, aunque no era cristiano, era muy próximo a Cristo en lo que es la vida del hombre y lo breve que es la vida. Te presenta la muerte enseguida, las arrugas, los dolores, los problemas, sobre todo los problemas sociales, problemas sociales incluso con los hermanos. O sea que vienes a padecer mucho en la vida y, entonces, tienes que tener una sensibilidad y tienes que tener ya unos conocimientos para ser persona. Si tienes esos conocimientos serás buena persona, te morirás, no te costará y se acabó. Todo muy sencillo porque, la muerte, lo primero que te dice (Séneca) es que te elimina de aquí, que tu cuerpo desaparece, que lo que fue carne o sea lo que fue cuerpo, eso se pudre y se acabó y, entonces, empiezas en otra cosa. Cuando ya llevas noventa y tantos años, empiezas a meditar todo eso y, si tienes la ayuda que he tenido yo, esa es la mejor receta. He de decirte, también, que no he sido realmente bueno en todos los aspectos como debía de haber sido, o sea, que he sido un poco hueso como decíamos en el ejército con los hijos, con el trato con los inferiores… siendo comandante mandas mucho y, mmm me di cuenta que cuando eres joven, tienes muchas ínsulas de mando y todo eso no vale para nada. Hay que tener mucha compasión, mucha atención con el inferior. Conoces la vida profundamente, la gente se llena de ilusiones, se llena de proyectos, se llena de ser algo que no va a llegar nunca a ser pero, lo que pasa con las envidias…
Los minutos van cayendo como losas y, Jesús, desde que llegué, se deshace en atenciones: tienes que leer lo que escribí a tus colegas de Onda Cero, qué grandes, voy a enseñarte la placa que me concedieron, he comprado algo para que nos lo comamos…y, yo, abusando de nuestra amistad, erre que erre, intentando regresar, en vuelo reverso, a las memorias por cosechar porque no sé, en qué momento, puso su mano en el corazón indicándome, con ello, el dolor que le producían el asesinato de Calvo Sotelo o el terror de la CNT, UGT y la FAE sin que pisaran frente alguno. La irrealidad irresponsable de una guerra entre hermanos: yo tengo todo eso muy metido en el corazón, o sea, lo que fue la izquierda en España, criminal, la tengo metida aquí como también tengo dolor por lo que hizo, en ocasiones, el bando vencedor y, sin embargo, fíjate lo que son las cosas, el gobierno de González me gustó muchísimo, muchísimo. Fue un gobierno fabuloso y, en matemáticas, ya sabes, eh, la cruz de desde cero para derecha… bueno pues yo creo que solo un tercio valdría para que, otro tercio de españoles, de derecha a izquierda, se pusiera de acuerdo para hacernos felices. Pero hay una envidia entre las comunidades, hay cosas que no las puedo ni oír. Mandar a la Guardia Civil a su casa desde Navarra y, con la ETA, para arriba. Yo creo que tiene que haber más unión.
Leí el folio que envió a Lorena Mayordomo (Onda Cero), tuve en mis manos el libro de Séneca, “El arte de vivir”, manual de sabiduría sobre la gestión del tiempo, me detuve en sus recuerdos, en sus imágenes plasmadas en papel fotográfico y en las placas, muchas, que certifican una vida en la que, el aburrimiento, lo tiró sin paracaídas en pozo sin fondo para que no germinara.
Volví a conectar el ventilador que había permanecido quieto, sin ruido: Levanté un poco la persiana que da a Calderón de la Barca y, a esa hora de la tarde, cuando la calle era un brasero, entró un airecillo que chocó con el abrazo que nos estábamos dando.
24 de Agosto de 2023. Feliz cumpleaños, Jesús Bermell Calvo.
José Luis Muñoz M.
Entrevista realizada en el Club Cuenca de Tenis, año 2017, cuando Jesús tiene 94 años.