Vídeo. La Joya 2018
El sábado, día 31, es la fecha señalada para correr la Joya tras el pasacalles de rigor, el encierro de reses bravas por las calles Pozuelo, Santa Caatalina y Real y la misa en sufragio de los difuntos. Será a la una de la tarde, tras el frontón, en el camino al Montón de Tierra.
Correr la Joya en Huélamo, por un camino de cabras, en calzoncillos y con los pies descalzos, es algo que la gente lleva muy adentro porque, la tradición, ha ido pasando de generación en generación hasta que, después de los años cincuenta o sesenta –que se corría en calzoncillos, los corredores tienen la libertad de hacerlo así o en pantalón de deporte. Eso sí, hay que correrla descalzo –nada de zapatillas- y, al llegar, besar la bandera si no quieres que te descalifiquen.
La Gran Enciclopedia Aragonesa habla de estas carreras pedestres en las que había que participar descalzo y en ropa interior. En Sabiñánigo, por ejemplo, se hace el día de Santiago Apóstol y la llaman Calzoncillada: un día señalado hasta no hace mucho porque, la festividad se celebraba incluyendo aquellas carreras de gallos y de gansos. En la provincia de Cuenca, la Joya contemplaba tres series y, en cada una, se corría ida y vuelta sobre una distancia de un kilómetro.
Bien pudiera estar nuestra Joya emparentada con las aragonesas o, quizás, pudiera estar entroncada con la vieja leyenda que hace 33 años me contó Emiliano Chico que jugaba una partida de cartas con Mariano Gómez Merchante.
La historia procede de una vieja leyenda. Una de esas que se cuentan desde toda la vida sobre todo cuando llega noviembre, mes de los muertos. El típico mozo valiente que es capaz de ir al cementerio, a media noche, a ver a un cadáver en el depósito y le gastan la broma de agarrarlo, o de aquél otro al que le cambian al muerto por uno vivo y, estando ya de velatorio, de repente le habla.
El mozo, temiéndose lo peor, le pidió permiso para hacer sus necesidades al otro lado del camino pero quedó advertido por el hombre de la capa que le dijo “cuando dé tres palmadas tendrás que estar aquí”.
El mozo corrió lo que pudo. Arrancó desde lo que se conoce como Montón de Tierra escuchando la segunda palmada en la iglesia y, la tercera, prácticamente en el interior de su casa porque apenas le dio tiempo de cerrarla cuando, el hombre de la capa, estampaba su mano de fuego en la madera dejando su huella como si de un pirograbado se tratara. Se escuchó un bufido y la voz que dijo: “de buena te has librado, Juan Merchante”.
Audio de Emiliano Chico y de Mariano Gómez