Horcajada De la Torre, 40 almas en invierno, un pequeño y entrañable pueblo de la provincia de Cuenca, atesora entre sus muros una de las celebraciones populares más emblemáticas de la comarca: la Fiesta de la Rosquilla. Esta celebración, que tiene lugar cada verano en la plaza principal del pueblo desde hace mas de una década, es mucho más que un homenaje al dulce tradicional de la rosquilla, se ha convertido en un verdadero acontecimiento cultural que une a toda la comunidad bajo el espíritu de la creatividad, la música, la danza y la convivencia, teniendo como testigo la Torre de la Iglesia.

La verdadera chispa detrás de la fiesta reside en la Asociación de Mujeres “Santiago Apóstol” de Horcajada de la Torre. Gracias a su impulso, desde hace años, la cita va acompañada de un espectáculo único que involucra a vecinas de todas las edades: desde las más pequeñas, que comienzan a descubrir el arte de la danza, hasta las mujeres de más de noventa años, quienes participan con el mismo entusiasmo y dedicación que la juventud.
El evento es asombroso por su diversidad y calidad artística. Las mujeres del pueblo con mucho arte y salero preparan coreografías y escenografías que convierten el escenario de la plaza en un auditorio al aire libre digno de cualquier ciudad. Baile moderno, flamenco, danzas de ballet y hasta coreografías luminosas, como la de la foto en la que las integrantes lucen alas iluminadas que anoche fueron parte de un llamativo espectáculo. Este despliegue logra emocionar tanto a los vecinos como a los visitantes, que cada año se dejan sorprender por la originalidad y el sentimiento con el que se vive esta bonita actividad que ya es tradición. Además tuve la suerte de compartirla con Lali, una de sus impulsoras y pude presenciar cómo a pesar de las dificultades de la vida, mantiene su fortaleza y su sentido del humor intactos. La conocí en el primer Camino de Peregrinación, el de los Girasoles y las pedanías, que realizamos con AFAMMER entre Cuenca y Ucles y desde entonces la miro como esa gran amiga y referente que es. 14 años estuvo dedicada a hacer la sabanita de ganchillo que luce el Altar Mayor, una auténtica obra de artesanía para disfrutarla junto con la maravilla del Retablo y el Cristo que resistieron a los destrozos de las Iglesias en la Guerra Civil.
La participación intergeneracional es uno de los puntos más admirados de la fiesta. Las mujeres de mayor edad aportan experiencia y conocimientos sobre las costumbres del pueblo, mientras las niñas y jóvenes aportan frescura e innovación. Así, la Fiesta de la Rosquilla se convierte en una celebración viva que evoluciona con el tiempo, pero que nunca pierde su esencia de encuentro y de homenaje a la actividad asociativa y cultural local.
Durante la fiesta, la plaza se transforma en un espacio de encuentro en el que no solo se disfruta del espectáculo, sino también de la alegría de compartir. Finalmente, el momento más esperado llega cuando se reparten las rosquillas artesanales, elaboradas por las propias mujeres del pueblo que son símbolo de la identidad local.
La Fiesta de la Rosquilla de Horcajada de la Torre es, en definitiva, una muestra de que la cultura no entiende de tamaños y que, con ilusión y esfuerzo, hasta el más pequeño de los pueblos puede convertirse en epicentro de una actividad artística y festiva digna de admiración, en este caso en la antesala de la Virgen de los Remedios.
Gracias a sus mujeres que todo lo remedian, y a los hombros también, la Horcajada de la Torre brilla cada año con luz propia y demuestra que la tradición y la innovación pueden ir de la mano para fortalecer el sentido de comunidad y el alma cultural de sus raíces.
Por Yolanda Martínez Urbina

