Se ha ido buscando a su Virgen de las Angustias. A cantarle el himno en ese más allá que no entendemos porque, esas cosas que quedan en los descampados del alma, ni las olemos.
La conocí el pasado 11 de marzo en su casa de la Avenida de los Reyes Católicos porque, a través de su nieta, Paula, habíamos quedado para hablar de la Semana Santa y de otras cosas de la vida. De esas que dejan huella en personas que, como ella, han vivido 95 años y 7 meses. Cosas que, como también me dijo Luis Cañas, abarcan la preguerra, la guerra y la posguerra. Los años del hambre en los que, un día, casi le quitan en plena calle el poco pan que había conseguido.
Qué pena. Me hablaba de la vida tras el infarto que sufrió hace años pero, en el tiempo que estuvimos juntos, ni ella ni yo hablamos de la muerte porque su presencia, a pesar de las gafas de oxígeno, era la vida personificada en una mujer de ida y vuelta que, con la mirada y sus expresiones, contaba más que lo que decía.
Se llamaba Teresa, Juana, María, Isabel, Francisca Cañas Gómez y, sin saber aún bien por qué, tuve el honor y la suerte de entrevistarla hace menos de un mes porque, personas como ella, son las que abren en canal el libro de la vida.
Gracias, Paula, por hacer posible esa entrevista y, a ti, Teresa, mientras me esperas en tu cielo cantándole a la Virgen de las Angustias, gracias por haberme contado esas cosas que ya son de todos aunque, a mí, me falta algo por añadir. Y es que, después de haber visto todos nuestros vídeos de la Semana Santa, siguiendo por la tele la misa del Papa del Domingo de Resurrección, un maldito tapón te produjo el segundo infarto que acabó con tu vida hoy, miércoles, 7 de Abril, a la hora en la que, cuando eras más joven, las campanas tocaban Ángelus.
José Luis Muñoz Martínez
Entrevista (Fragmento)