España está sufriendo las consecuencias del cambio climático. Actualmente, la desertificación ocupa el 70% de la superficie nacional y este fenómeno sigue avanzando. Según el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, “más de dos tercios de la superficie de España es susceptible de sufrir desertificación”, siendo Castilla-La Mancha una de las comunidades más afectadas. El principal factor, desencadenante de esta situación, es el ser humano. Las grandes infraestructuras de transporte, el turismo en masa, la elevada explotación de recursos hídricos y la contaminación química son causas directas del cambio climático, y por consiguiente, de la desertificación. Incluso lo es la propia agricultura. A ello también hay que sumar la gran oleada de incendios forestales que sufren los campos y la devastadora reducción del agua, notable en el Embalse de Carrascosa del Campo en la CM-310.
Ya en 2008 los datos del riesgo de desertificación en la provincia de Cuenca eran poco esperanzadores. 68.501 hectáreas conquenses están bajo un nivel de muy alto riesgo (el 4%); 394.307 están a un riesgo alto (23,02%,); 506,413 se encuentra en un nivel medio (29.56%); y en 576.920 recae un nivel de riesgo bajo (33.68%,). Es decir, el 90% del territorio conquense está en riesgo de desertificación.
A consecuencia, pueden apreciarse los cambios provocados en la agricultura, que han sido: la baja producción, la contaminación, y la pérdida de la biodiversidad. En Cuenca, tierra de tradición agrícola, las viñas y los olivares están menguando lentamente. Juan Ricardo Torremocha, agricultor de Villamayor de Santiago desde hace más de 30 años, recuerda nostálgico tiempos pasados donde siempre abundaba la buena producción. “Las cosechas eran mejor que ahora, porque antes llovía más y el campo viene del tiempo y el agua”, reafirma, “Los resultados me gustaban más antes. Los precios eran mejor y, ahora, lo que te compensa es la subvención”.
Con el transcurso de los años, Torremocha ha observado la notable transformación que han sufrido sus tierras y sus cultivos. “Se va notando el cambio climático, en la vendimia, por ejemplo. Antes se empezaba a vendimiar para octubre, para la virgen del Pilar, y ahora se empieza en el mes de septiembre e incluso agosto”.
QUÉ DICE LA POLÍTICA
Aun no hay leyes, como señala Torremocha, que ayuden directamente a solucionar los problemas que acarrea en la agricultura. Solo ofertan ayudas al campo y más “en relación al precio del producto, que no vale lo que debería”. El gobierno autonómico de Castilla-La Mancha, a un nivel muy generalizado, participa y regula estos problemas sociales y medioambientales para intentar ralentizar sus efectos.
Como unidad administrativa dependiente se encuentra la Oficia de Cambio Climático de Castilla-La Mancha, bajo la supervisión de la Viceconsejera de Medio ambiente, ejerciendo “funciones técnicas y de gestión del secretariado de los órganos colegiados en materia de cambio climático, en particular de la Comisión Regional de Cambio Climático” y “Prestando asesoramiento a los distintos órganos de la Administración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en los asuntos relacionados con el cambio climático”, entre otros
Para luchar contra la desertificación y otros problemas medioambientales, el Gobierno Regional promueve el Plan de Conversación del Medio Natural para optimizar los recursos naturales y las masas forestales, así como su capacidad de producción y la extensión de su superficie. Además, desde hace 18 años, el gobierno regional concede ayudas para fomentar la reforestación de las tierras agrícolas, una ayuda tanto a medio como largo plazo. A parte regula los incendios con diferentes órdenes para la prevención y extinción de fuegos forestales.
Sin embargo, el acuerdo más significativo ha sido el Pacto regional contra el cambio climático, dentro de la Estrategia Regional frente al Cambio Climático (vigente hasta 2020). Este pacto compromete a toda la sociedad regional en la lucha contra las alteraciones climatológicas, consta de 10 compromisos y una Carta de Adhesión abierta a toda la comunidad castellano manchega. 16 organizaciones componen el Consejo Regional del clima, entre las que se encuentran la UCLM, UGT, CCOO, Confederación Regional de Empresarios CECAN y la Federación de Municipios y Provincias de Castilla-La Mancha.
En definitiva, y según el “informe Stern”, para los impactos ya producidos, la actuación debe ser la adaptación de medidas para “incrementar la resistencia y reducir los costes a un mínimo”. La Unión de Pequeños Agricultores y ganaderos de Castilla-La Mancha, conocida como la UPA, también considera necesaria, según su secretario general, Julián Morcillo, la adaptación del sector agrario “desde la mejora de la gestión del suelo, hasta el refuerzo de la capacidad de retención de agua a fin de conservar su humedad, la utilización de rotación de cosechas o el uso del agua con mayor eficacia, disminuyendo perdidas, mejorando las prácticas de regadío y reciclándola”. Su lista de reivindicaciones continúa con la adaptación de cultivos mediante la diversidad genética existente y el reajuste del calendario de los trabajos agrícolas. Pero, resulta que, en varias ocasiones, la Asociación ha solicitado un Plan de Adaptación para identificar las zonas de los sectores más vulnerables, evaluar sus necesidades y posibilidades de cambio de cultivo, y ayudar a la investigación agraria.
Siguiendo esta receta en la agricultura, se podrán mitigar los daños causados por la falta de agua y ralentizar, así, la desertificación.
Este mapa no tiene ni pies ni cabeza