Ya me olía yo algo parecido, cuando no idéntico. Y ya lo escribí. No sé dónde. No se cuándo. Pero escribí sobre el tema.
¿Qué tema?
Pues las ORGANIZACIONES SIN ÁNIMO DE LUCRO.
Debió ser por principios de un septiembre cualquiera. En el paseo de la feria de mi pueblo. De mañanero temprano. Buena temperatura y buen sol. Paseando a mi “Luluki” como me resulta aun preceptivo (es mi nieta pequeña, que no mascota alguna) pasear con ella y ver sus tiernos y expectantes ojos viendo los tiovivos, las nubes de algodón rosas y – cómo no – los juguetes y cachivaches de la sartén feriera.
El paseo de la feria es relativamente largo. Asfaltado. Desde los ‘Valencianos’ hasta las Puertas de hierros (o Puerta de hierros, que nunca me aclaro). Y el paseo con el carrito de ruedas infantil me resulta francamente agradable. Muy agradable. Quizá porque la madre de Luluki – o sea, mi hija semipequeña Dolores – sigue siendo muy ‘in and cool’ y las ruedas llevan aire. Como las bicicletas. ¡Una cosa!
Mi Luluki, un servidor y…el resto del mundo y sus circunstancias.
Lo que si recuerdo con limpidez impoluta es que, ya desde temprano, una retahíla de adolescentes y adolescentas me paraban cada cinco o seis pasos implorando – en nombre de la misericordia que todavía pudiere albergar mi pecadora alma – ayuda con una pequeña (¿pequeña?) dádiva, destinada única y exclusivamente a salvar almas y cuerpos (Vidas, vaya) de los pobres niños y niñas, adolescentes y adolescentas, adultos y adultas, viejos y viejas, de paises donde la crueldad y avaricia de sus gobernantes, les impedían tomar nada sólido, ni siquiera liquido porque se lo zampaban todo ellos (y ellas). Enseñándome – cómo no podía ser de otra forma – las típicas y fotos de niños y niñas de ojos grandes, tristes y llenos de legañas, de torsos escuálidos – más bien caquécticos – a ser posible negros como los tizones machineros, para ablandar mi corazón de pérfido irreverente y así conseguir mi suscripción mensual por menos que lo que me costaría un café en el Central. O en el Índalo, que también lo hacen muy bueno.
Andaba ya bastante amoscado con unas noticias recientes sobre los hechos y manejos de los directivos de una asociación -sin ánimo de lucro, ni decir tiene – que se auto-llamaba algo así como “Asociación de familiares de enfermos de Alzheimer’. O muy parecido. Los muy pajarracos carroñeros habían agotado las repletas arcas – conseguidas a base de dar mucho por el saco con la ‘lástima inocente’ que nos suele dar a los de a pie – en su beneficio y vicios. ¡Horror! (de esto también escribí algo, si).
Unido ésto a mi consciencia sobre el ritmo de vida que llevaban algunos directivos de la “Asociación Española contra el Cáncer” pues…mi animadversión se incrementaba en proporciones babilónicas.
Y, añadiendo una sonrisa más que prestada de comprensión y ternura, les contestaba que No. Pero un No cariñoso, casi de arrepentimiento. Aunque fuera de pura fachada. Por mi nieta, más que nada. Y por quedar bien, que bastante culpa tendrán los y las postulantes y postulantas: Pues lo que les dicen que digan…
Mi deambular desde los Valencianos hasta la Puerta (o puertas) de hierros fue un puro calvario. Si no de padecimiento, si de insufrible coñazo en el más estricto sentido del término. Conté más de siete paradas en menos de trescientos metros, para que me hiciese socio de otras tantas “asociaciones sin ánimo de lucro”.
Que si “Salvar a los negritos del África tropical”. O “Save the Children”. O “Ballenas enanas en acción”. O “Intermon y la chita blanca”. U OXFAM. O “Medicus Mundi”. O “La Cruz gamada internacional”. O … yo qué sé ya.
He contado más de doscientas “Organizaciones sin animo de lucro – y no gubernamentales , claro está- en España solamente.
Y paré de contar, mire usted: me resulta agotadoramente irritante.
Total, que si me hago de todas ellas, no me queda un chavo para el famoso café ni en este año, ni el los próximos cincuenta o sesenta. Y, francamente, yo me siento más a gusto comprándole un piano a mi Luluki, que quieren que les diga.
Un servidor era – porque desde ayer ya no- de “Médicos sin Fronteras” y pare usted de contar.
Hoy, como todas las mañanas que abro mi ordenata pongo , como el que no quiere la cosa, las noticias. Y el amargor todavía me dura.
No solo “OXFAM” y sus orgías caribeñas. Ahora se unen en amor, compaña y juegos orgiásticos: “UNICEF”, “Médicos sin Fronteras” y otra letanía innumerable. Sin dejar en olvido algunos “Cascos Azules” que, si bien se suponen defensores de la paz y la democracia, arman la de dios es cristo en paises africanos.
La cosa está como para fiarte de tanta misericordia y actos purísimamente concebidos y lastimería de baratija. ¿Le han parado a usted unos mozalbetes y mozalbetas que se hacen pasar por sordomudos para intentar aligerar su bolsillo? A un servidor también; pero casi siempre recurre a los petardos pequeños…para tirarlos a los pies sin aviso previo. El resultado es descacharrantemente grato.
Un servidor no es ya que no se fie -nunca lo hizo – es que me produce una mezcolanza de pena, venganza, asco, y otros determinativos que ni les cuento…ni puedo tragarme
Vivir para ver cómo los de siempre viven cual sultanes a costa de intentar solucionar los pecados irredentos de tanta mayoría de a pie que ha podido creer en todas y cada una de las “Organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro”.
O sea…Oenegés. A base de comprar “bulas misericordiosas”, que ni le van ni le vienen ni pizca de gracia que le hacen, vamos.
Ya no me fio ni de mis hijas cuando me piden pasta para comprar ‘sugus’ a sus amigos y amigas cuyos padres se lo niegan en redondo y en rectángulo.
¡Para fiarte!
Valientes granujas…

No me queda trino, me tienen afónica..
Mi monoteísmo oenegeniano me lo han matado. ¡Mira que me lo decía mi padre!
Ya no nos podemos fiar de nadie, es una pena porque pagarán justos por pecadores.
Yo tengo graznidos finos
Qué ruin traficar con la desesperación de los parias del mundo y con la compasión de los bienintencionados del ídem.
Una gran verdad y una muy buena lectura, como siempre gracias.
La última, oido esta mañana en la COPE: «CRUZ ROJA también podrida».