Chillarón, es un municipio dormitorio de la provincia de Cuenca con una población cercana a los 600 habitantes, distante de la capital a unos 8 kilómetros y en el que la mayoría de su gente tiene el trabajo en Cuenca y la casa en Chillarón. Un pueblo cuya antigüedad se remonta a la Edad de Bronce. Lo demás, viene marcado por el compás de la historia, de la construcción de la catedral de Cuenca y de la cantera cercana a Chillarón (Arcos de la Cantera) con lo que llegan otras gentes facilitando su crecimiento por lo que se decide levantar una iglesia en honor a la Virgen de Belén y los Santos Inocentes.
La tradición.
En Chillarón, existía una antigua ermita junto al arroyo, debajo del pueblo, que por una riada vio resentirse sus cimientos por lo que se decidió construir una nueva ermita en el año 1776 localizada, hoy, en lo que es la sacristía de la actual iglesia. Años más tarde, don Frutos Mingote, cura párroco, piensa construir en 1839 una nueva iglesia aunque económicamente las cosas no iban bien siendo alcalde D. Fulgencio Ayllón.
En el mes de septiembre, y coincidiendo con las fiestas, convoca a los vecinos para tratar el tema de la nueva iglesia pero el problema es el dinero. Un vecino del pueblo llamado Paulino González se dirige a la multitud y propone que, entre todos los vecinos aportando materiales y mano de obra, se comience a levantar la iglesia. Se forma una comisión formada por el Alcalde a la cabeza y el cura para presentar el proyecto al Obispo don Jacinto Rodríguez Rico quien les dice que él paga los albañiles. Y así, en enero de 1840, comienzan las obras en la que colabora todo el pueblo finalizándolas el 21 de febrero del año 1841.
Pues así, desde ese año, cada 21 de Febrero (según el día de la semana en el que caiga), el Ayuntamiento de Chillarón celebra, con todo el pueblo, la Fiesta de la Iglesia. Fiesta que este año, por culpa de la pandemia, fue suspendida aunque sí se celebrara la del pasado año: “bueno, desde la llegada de la democracia ha cambiado mucho porque antiguamente al pueblo se le daba un aperitivo y la gente pudiente se comía un cordero”, dice Vicente Reyes, el alcalde. “Por eso hemos considerado que si es una fiesta del pueblo, que sea para todo el pueblo”.
La fiesta, además de la celebración religiosa y el reparto de caridad, consiste en una comida que paga el Ayuntamiento. “Esto es así. Se conoce que en el momento en el que terminaron la iglesia hicieron la fiesta; un convite porque tenemos documentación de ello y, desde entonces, aquí estamos”.
La entrevista con Vicente Reyes, el reportaje, tuvo lugar en la fiesta de la iglesia del año 2017 en el momento en el que la gente, reunida en el antiguo Silo, estaba dando cuenta del segundo plato: “hemos matado un cerdo que hemos cocinado de varias formas, fundamentalmente frito con ajos aunque los lomos iban aparte, y hemos hecho unas judías. Unos 25 kilos de judías y no va a sobrar nada. Y si sobra, mañana terminamos con todo. ¿Por cuánto?, pues por unos 1.000 euros y todo el mundo contento, no como antes que el cordero se lo comían unos pocos y a nosotros nos daban unos cacahuetes y unas aceitunas y adiós”.
A Vicente le recuerdo lo que dijo el Obispo, José María Yanguas, en la misa concelebrada con otros tres curas. Posiblemente sea Chillarón el único pueblo de España que celebre la Fiesta de la Iglesia: “Yo creo que somos los únicos de España. Pregunté al párroco y el año pasado al señor obispo y, ellos, no tienen constancia de que algo así suceda en otra parte de España. Y encima que esta fiesta la pague el Ayuntamiento, desde siempre, además de los rollos de caridad. Un año intenté hacer baile pero fracasó. Nadie salió a bailar así que, a comer que eso sí tiene aceptación”.
Hace 4 años, en la fiesta, entre otros muchos, me encontré con Julio Mora que con sus ochenta y dos años conservaba un humor increíble. Recalcaba que nació en el año 1935 y que, sus recuerdos, recalaban en la época en la que estuvo de pastorcillo en una pedanía próxima a Chillarón (Arcos de la Cantera), un lugar que toma su nombre por los canteros que hicieron allí sus casas una vez finalizada la catedral de Cuenca a finales del siglo doce. “Estuve de pastorcillo hasta el año 1954. Luego estuve aquí, en Chillarón cinco años más y ya, a los diecinueve años me metí con los albañiles yendo y viniendo a Cuenca en bicicleta, me afinqué aquí, me casé y aquí estoy”.
Rebobinamos la memoria para caminar por aquella España de los años cincuenta salpicada de abarcas y piales, de falta de pan blanco y de cabezas rapadas al cero. “Había muchos niños. Más que ahora, dice. Jugábamos a rebuscar patatas y cebollas, judías en las eras, garbanzos… Era para poder comer porque no había otra cosa. Jugábamos al truquemé, al pillao ese por estas calles esperando que llegara el maestro y to eso. Al titillo ese que llevábamos, también. Había mucha gente en Chillarón. Estaban las casas llenas y celebrábamos esta Fiesta de la Iglesia de una manera humilde. Daban un puñao de alcahuetes y un vaso de vino, sí. Hasta de chavalillo te daban eso. Era el alguacil el que daba el puñao y el vaso de vino a los críos de siete años palante. Y luego ya, después, los del Ayuntamiento que mataban un corderete solo para ellos. Ahora es otra cosa. Ya es para todo el pueblo”.