La Candelaria tiene un marcado carácter femenino porque, si no ahora, antes eran las mujeres, sobre todo las casadas y con hijos pequeños, las que asistían a la misa y procesión de la Virgen. Es más, al ser femenina, antes, en Mariana por ejemplo, elaboraban unas tortas parecidas al alajú para ofrecérselas a los chicos.
Pasada la cuarentena después del parto de la Virgen, y relacionado con la Purificación, cuentan que al ser muy joven la Virgen y darle vergüenza ir al templo, la acompañó un personaje grotesco para distraer a la gente y, así, pasar ella desapercibida. De aquí las figuras de los botargas de la provincia de Guadalajara o de los diablos de Almonacid del Marquesado en la de Cuenca.
También es una festividad religiosa limitándose en muchos lugares a la celebración de la misa y a la posterior procesión, incluso dentro del templo, portando las mujeres velas encendidas. Incluso la Virgen lleva una de ellas ya que, según el saber popular, si se apaga será un mal año y, de lo contrario, será abundante.
En muchos de nuestros pueblos, en Las Majadas, por ejemplo, que recuperaron la fiesta en los primeros años 60 del pasado siglo, se ofrecen dos palomos a la Virgen en recuerdo de los que llevó José, al templo, junto con una torta que será rifada o subastada por el vecindario o, simplemente, troceada y repartida como ocurre igualmente en Zarza de Tajo en donde hacen una torta, tan grande, que tienen que llevarla en andas.
Hay fiestas muy interesantes relacionadas con la festividad del día como “La Encamisada” que celebran en Menasalbas (Toledo) y, sobre todo, con relación a San Blas, obispo de Sebaste, martirizado a principios del siglo IV. Dicen que, cuando iba conducido al suplicio, una mujer se le acercó a él con su hijo que se estaba ahogando a causa de una espina que se le había quedado en la garganta. El santo imploró a Dios y, el niño, expulsó la espina. Por eso, San Blas, es tenido como abogado contra las enfermedades de garganta.
Uno de los lugares en los que de forma especial se festejan La Candelaria y San Blas, es Almonacid del Marquesado con La Endiablada. En ella, hombres y niños visten “uniformes” de tela floreada de varios colores y llevan, sobre hombros y cintura, enormes cencerros que hacen sonar al andar de una manera peculiar: dando pequeños saltos o moviendo ligeramente el tronco hacia adelante como hace el ganado. Los diablos cubren sus cabezas, hoy, con un gorro cilíndrico de flores mientras que, mañana, día de San Blas, lo harán con una especia de mitra y, todos, todos llevan en sus manos artísticas cachiporras hechas con madera de boj o buje (como lo llaman en la Sierra) que lucen de forma especial cuando danzan con los brazos extendidos hacia adelante.
El Liberal de Castilla publicó este reportaje realizado hace 32 años, cuando el Diablo Mayor era Francisco que, por su interés, invitamos a leerlo pinchando en este enlace.