
Huyo hablar de política y mucho más de escribir sobre lo que a ella se refiere, sobre todo de esa política infecta que estamos atravesando en España desde que se constituyó en nación, es decir, desde que el reino de Aragón, en el que venía incluida Cataluña como una de sus partes, se unió al de Castilla, donde por largas y repetidas conquistas formaban parte todas nuestras tierras. Fueron los Reyes Católicos los que, una vez reconquistada la ciudad Granada, consiguieron tan feliz y deseado final, por vía de matrimonio, nada mejor, después de ocho siglos de permanentes contiendas contra el invasor musulmán, largo periodo en el que apenas se pudieron contabilizar breves espacios de paz. Sangre, sudor y lágrimas, sí, hasta conseguir la unidad de una nación que se ha permitido entre otras cosas, el lujo, por no decir el honor, de descubrir y culturizar nada menos que un nuevo continente. Es ésta la España que cuatro desaprensivos, indignos por mérito propio de pisar la tierra común de todos los españoles, pretenden mutilar en intentos periódicos, cada equis tiempo, alegando nada, porque nada tienen que alegar contra el resto de España.
Escribo estas cosas con dolor, me podéis creer, desde Guadalajara, ciudad de interior, en la que todavía quedan personas mayores resentidas por lo que debió de ocurrir hace algo más de medio siglo, cundo la Sociedad Española de Automóviles de Turismo, la SEAT para entendernos -que sería un relumbrón en la economía y el progreso del país-, quiso plantar sus reales en nuestro suelo, y por especial deferencia del entonces Caudillo de España, se acordó que no fuera así, sino en Cataluña; porque Castilla -eso lo añado yo- tenía bastante con el peso glorioso de su Historia. Pero de la Historia no se come, ni se vive. Así que, de entonces a hoy han sido miles de familias castellanas las que se vieron obligadas a emigrar a tierras catalanas, en las que no fueron acogidos con los brazos abiertos precisamente, pero sí que, con su honradez y su esfuerzo han colaborado a engrandecer una tierra, que es España, sí, pero que no es la suya. Y no digamos de profesionales en otras actividades distintas, profesores y maestros, por ser la especie que mejor conozco, entre otras razones porque en los nativos no había material humano para atender en su propia tierra tan importante servicio.
El que pretendía responsabilizarse del gobierno de cuatro importantes provincias de España, no sólo ha conseguido el expolio de una buena parte de sus industrias, lo que supone el desmonte de muchas décadas de trabajo, sino que una vez hecho el mal, no haya tenido mejor ocurrencia que huir como las ratas ante lo que se le viene encima. Magnífico general para un ejército en batalla, tomar las de Villadiego ante el peligro que se le viene encima, arropado por cuatro de los suyos, y dejando al resto del ejército al amparo de nadie.
Las aguas volverán a su cauce, siempre vuelven, dejando tras de sí un rastro de dolor, de ruina, y cuando menos de indignidad. Dentro de siete semanas se dará una nueva oportunidad a los españoles que viven en Cataluña; tendrán nuevos dirigentes, no impuestos, sino elegidos en justicia y en votación correcta, suponemos; un voto por cada persona del censo electoral, en juego limpio; salvo en el caso que prefieran permanecer en situación, siempre peorable, de la que se encuentran, cuando es la falta de un mínimo de sentido común lo que rige en una comunidad expuesta a la deriva.