Sí. Lo sé. Este escrito no va a cumplir con las expectativas de los tiempos presentes. Pero, es que tales expectativas de nuevas opiniones sobre el mismo tema, – mentira, son todas iguales en su fondo –, sobre los asuntos irremediablemente acuciantes que priman… ¡Son tan aburridas!… Pero asquerosamente tediosas, para este seguro servidor. Como se lo escribo, oiga. No sé a usted.

También sé, de buena tinta, de primera mano, de primer oído, que he escrito previamente de los ruidos matutinos – a veces también vespertinos, pero menos – que no reculan en mi pueblo.
Por un simple infortunio, suelo vivir encima justo de un “after hour” (los que se petan cuando ya han cerrado los otros) que venía a llamarse “El Secreto de Sinatra” y que ahora sólo se llama “El Secreto” (debe de ser porque la familia Sinatra ha debido de poner en solfa a los dueños, bajo sentencia firme de uso inapropiado de apellido; y tratándose de tal apellido, pues no debe compensar el pastizal a pagar. Que digo yo).
Bueno, a lo que iba. Ese, “El Secreto” empieza a funcionar bien cuando han cerrado el resto de pubes de la llamada “zona”. Y les aseguro a todos aquellos que desconozcan mi pueblo, que es más famoso por la p*** zona y sus movidas atronadoramente acústicas que por si Don Quijote pasó o no por estos lares.
“El Secreto”, al fin y al cabo, hace su pingüe negocio con paredes insonorizadas, que no quitan las vibraciones tan molestas cuando la música está a todo trapo, por cierto. O sea, que si no eres un misántropo cual yo y tienes invitados en casa, ya te vale ir comentándoles de rebote que, igual, no pueden dormir mucho el fin de semana; así, de pasada y como el que no quiere la cosa. Porque el buen local cierra a las 6 a.m. y la marabunta sale de ahí con otro tipo de música que pondré ‘sic’ , o sea, textual: « Asturias patria no sé qué. Me voy a cagar en tus muertos cacho cabrón. ¿Me dices a mi, hijoputa? …». Y cosas similares… ya saben.
Los pobres, pitufos, se dan una vuelta por allí. Pero más para que no se diga qué, que por otra cosa; por cumplir el expediente vaya.
Sobre las 6.30 a.m o 7.00 a.m. la cosa de la baraúnda ya parece más calmada; tan solo algunos rezagados en grupo que, solo chillan fortísimo por si no le oye el compañero (o compañera, que es peor – por el tono de voz habitual, que no por otra cosa: ¡vaya usted a pensar!).
¡Ah, pero ahora empieza la peor…!
Unas máquinas – que dicen que son de limpieza, pero parecen tanques “Leopard” de esos que vamos a regalar a Ucrania, más por el infausto ruidazo que por otra cosa, empiezan su función.
Eso sí, a la hora que les sale de los cogotes a los limpiadores.
Por lo visto (y oído) no deben tener horario de oficina fijo, porque les da igual que sean las 7.00 a.m. que las 09.3 a.m. (doy Fe, donde haya que darla, ahora mismo o cuando sea de menester).
Y eso es la exaltación de la algarabía ruidosa. Para arriba de la calle, para abajo, y así sucesivamente durante unas dos horas aproximadamente. Pizca más, pizca menos.
¡El acabose, oiga! Y sin Ayuntamiento que no te ladre si te quejas.
Le he preguntado acerca de tales desmanes impunes para las distintas corporaciones municipales al propio «Capitán Flick»; que por si alguien no lo sabe, es uno de los personajes de “La isla del Tesoro” de Stevenson, con el que me une una espléndida amistad y compadreo, siendo ambos compinches en tropelías desde hace ya ni sé el tiempo.
Siempre que tengo alguna queja que escapa a mis aptitudes – es decir, casi todas – y de cuyos cauces burocráticos, desconozco la solución (mentira, se lo digo al Capitán Flick por si cuela, pero en realidad es que me encabrona mucho todo lo que huela a burocracia y funcionariado interino) se lo consulto al Capitán Flick. Y siempre me da satisfacciones indescriptibles, puesto que habitualmente acierta con las maquinaciones necesarias para alcanzar la total solución del asunto y de que no vuelvan a presentarse tales.
Excepto, ya ve usted, en este caso, de queja que no soluciona ninguna corporación municipal tenga el color que tenga. Por mucho que prometan que si son elegidos democráticamente y funcionan los pactos secretos con sus cómplices agazapados, no hay manera de que dicten órdenes de obligadísimo cumplimiento para acatar un horario de fastidio sumo, de tal a tal hora, a fin de conseguir un sueño reparador para los sufridos vecinos – cuál yo y mis posibles invitados – de ¿qué menos de un par de horas?
Y así tengamos una idea de cuándo vendrán los tanques y sus conductores a limpiar toda la basura que la parroquia de “El Secreto”, arroja sin contemplaciones a las sufridas calles.
Por mucha cara de malo que tenga mi amigo y compinche, el Capitán Flink, en este caso, se ha hecho el sueco y el longuis, aduciéndome no sé cuantas excusas para no acudir y solucionar el problema directamente al Ayuntamiento.
¿Cómo lo habrá visto de imposible de conseguir, mi viejo amigo?
En fin. Pues aquí estamos, cubriendo las ojeras de interminables vigilias, finde semaneras con crema Q10, que dice la tele que es lo mejor de lo mejor para estos casos y similares.
P.S.- El próximo escrito será sobre una entidad privada que lleva las multas y eso del mismo Ayuntamiento y que se llama GESTALBA. Como suena. Ya te contaré princesa Lola mía, que te amo. Y a tu madre – que es mi hija…que es mi hija – también.