Villancicos, dulces, regalos, felicitaciones de Navidad y orden público de estas fechas invernales son asuntos que tienen una tradición de siglos. Por ello, recordaremos ahora algunos de aquellos detalles y saber qué se hacía en pueblos y ciudades con algo tan propio de la Navidad.
En primer lugar, nos acercamos a un villancico del siglo XVII, de un impreso que se publicó, titulado Villancicos para cantar la noche de Navidad, en alabança del Sagrado Nacimineto de Jesuchristo:
Señor y Redentor nuestro.
Para festegar al Niño,
que reclinado en las pajas
haze un Portal nuevo, Oriente,
de luzes más soberanas.
Los zagales de Belén
dispusieron una dança
y viendo que el Niño llora
por acariciarle cantan.
Pues haze el Cordero hermoso
puchericos con tal gracia,
a la vela, a la vela, pastores,
alegría y baylemos, zagalas.
Obre Dios, que cantemos alegres,
paz a los hombres y al Niño,
alabanças.
A la vela, a la vela, pastores,
alegría y baylemos, zagalas.
Los dulces y la Navidad constituyen una pareja indiscutible en estas fechas desde hace siglos. La adecuada y correcta elaboración de los dulces de Navidad estaba sujeta a unas normas, que se debían cumplir, y para cuidar de que así fuese existían los veedores, que iban visitando a los confiteros y pasteleros. Así, en la Navidad del año 1817, en Madrid, se trasladó el siguiente Oficio del señor Alcalde don Tadeo Soler, con motivo de haber citado a los vehedores de confiteros para hacer la visita de dulces, según se acostumbra practicar la semana anterior a la Navidad.
Los confiteros trabajaban en sus obradores, donde tenían sus tablas para secar las almendras, fruto seco muy vendido, así como los almendrones pelados, que también usaban los confiteros en las confituras. Lo que más se vendía en aquellas confiterías eran alimentos tan apetecibles como marquesillas, mazapanes, bizcochos, caramelos, peladillas o mermeladas. Por supuesto, no faltaban los turrones. El turrón se vendía como las almendras, por libras, onzas y arrobas. Este turrón era un dulce típico de Nochebuena y así consta en las compras que se hicieron en una casa, en diciembre de 1575. Casi 300 años después, en la casa de un conde se compraron 7 docenas de cajas de turrón de a media libra y una docena de a libra y 6 cajas de almendras peladillas, a 18 reales una. Esta compra, realizada en Córdoba, costó 432 reales que se tuvieron que pagar al confitero turronero, Francisco Picó, en el año 1855.
También se elaboraban roscones, que se vendían desde el mes de noviembre, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos en adelante. Los confiteros elaboraban aquellos roscones, que eran roscas grandes de masa, que se consumían entonces.
Otros dulces, desde luego, fueron los mazapanes, que se hacían en moldes de plomo, que también se ofrecían en algunos bautizos, durante el siglo XVI.
Otros alimentos típicos en la Navidad fueron las naranjas, peras, castañas, higos, pescado fresco, cabrito, longanizas y vino. Estos manjares figuran documentados en la cena de Nochebuena.
El turrón, además de comprarse fue considerado un regalo navideño. Así consta en los documentos, como un obsequio más de los que se hacían por estas fechas. Un ejemplo de esto procede de un documento del año 1751, en que se da cuenta de aquellos regalos que se hacían, como costumbre arraigada:
El correo de ese reyno no ha llegado a esta Corte, sin duda, por las muchas lluvias que aquí se experimentan, y continuando ausente el Duque, mi señor, prevengo a vuestra merced, de orden de su excelencia, que para los regalos de la Navidad próxima que acostumbra hazer la casa, haga aprontar, de suerte que estén aquí el día quinze de diciembre venidero, treynta y dos toneles de azeite, los veinte y dos de a dos arrovas y diez de a una, castellanas, de la mejor calidad, con seiscientas cajas de turrón a dos libras, también castellanas, cada una, y que a su tiempo cuide vuestra merced de que vengan dichos géneros bien condicionados…
Otro ejemplo de alimentos que se ofrecían como regalo en el año 1804 son estos que repartió un marqués:
Canales de tocino que se enviaron a una condesa, a dos abogados y a un médico.
Este marqués envió al cajero mayor un bote de tabaco y una arroba de chocolate. Cuando se mandaban los regalos siempre se indicaba en una nota de entrega el domicilio del que recibía los regalos, la calle, el número y alguna otra seña de referencia frente a la Cruz de la Plazuela.
Junto al chocolate y el tabaco, en alguna ocasión, se enviaron chorizos. Este mismo marqués envió 4 docenas de ellos a un ayudante de la Tesorería, chocolate a varios procuradores, pero al médico que le asistía sólo le envió 4 docenas de chorizos y el pago del sueldo de todo el año que le debía, sin chocolate ni tabaco.
El orden público fue una preocupación: los alborotos y algarabía debían evitarse, y para ello se publicaban Bandos en los que se incluía el mandato real, como así se hizo el 14 de diciembre de 1814, en Madrid:
Manda el Rey Nuestro Señor y, en su real nombre, los alcaldes de su Casa y Corte:
Que para conseguir el devido buen orden en las noches próximas a la Navidad, y que las diversiones no le turben ni sean ocasión de excesos y ofensas, no se use el trage de máscaras y disfraces, con los quales provoquen e insulten a persona alguna, ni profieran expresiones obscenas y provocativas, ni se excedan en cometer acciones indecentes y demostraciones impuras e impropias de la religión y cristiandad de los vecinos y habitantes de Madrid, como ya está prevenido por el Gobierno (…) pero se permite en celebridad de las presentes fiestas el uso de los panderos y demás ynstrumentos que se llaman rústicos, con tal de que en estas inocentes diversiones, se guarde la moderación y compostura que corresponde, entendiéndose esta permisión desde el día diez y ocho del corriente hasta el día de los Reyes, inclusive, sin que antes o después usen de dichos instrumentos, ni en los días señalados lleven palos ni arma alguna, aún de las permitidas, pena al contraventor de quince días de Cárcel y lo demás que estime la Sala, atendidas las circunstancias de las personas.
Las cartas que se enviaban felicitando la Navidad son una muestra de la devota costumbre, respeto y consideración de quienes las enviaban. El Conde de Luque fue el destinatario de muchas de ellas.
El 18 de diciembre de 1806, Juan Mariano Gómez envió esta misiva:
Señor: Deseo a vuestra señoría las próximas Pasquas del Divino Nacimiento llenas de satisfacciones y gustos, en compañía de mi venerada ama y señora y señoritos, cuyas órdenes apetezco para egercitar mi obligación a servir a vuestras señorías.
El 20 de diciembre de ese mismo año, Ignacio Ortiz González escribió estas letras:
Con el respeto y obligación que devo, anuncio a vuestra señoría y a mi señora, la Condesa, cuyos pies veso, el próximo Santo tiempo de Pasquas, que deseo disfruten completas de beneficios espirituales y temporales.
Y el 24 de diciembre se recibió otra felicitación en la casa del Conde:
Mi amo y señor. Las próximas Pasquas del Nacimiento de nuestro Redemptor y adoración de los Santos Reyes las apetezco a vuestra señoría, a mi señora la Condesa, cuyos pies beso, y amables señoritos, llenas de todas satisfacciones, pues siendo así me las prometo gustosas con toda mi familia…
Con algo de justificado retraso, el 31 de diciembre, llegó la carta enviada por el capellán del Conde, Mariano López Izquierdo:
Mi más estimadísimo señor. Las próximas pasadas Pasquas, las entradas de año y venida de los Santos Reyes, me franquean motibos mui fuertes para felicitárselas a vuestra señoría, mui cumplidas en todas circunstancias, que yo me las prometo felices, con lo que me favorece siempre.
No he podido antes este anuncio a causa de haver estado más de quince días en cama, con dolor de costado mui estrecho, pero gracias a el Señor estoi ya dos días levantado.
Deseo conplacer a vuestra señoría y pido a el Todopoderoso me guarde su vida muchos años.
Sirvan estas líneas para trasladar a los lectores nuestro deseo de una Feliz Navidad y todo lo mejor para el Año Nuevo, y, que, en la medida de lo posible, recuperemos algo de las antiguas Navidades que muchos hemos vivido, que eran tan entrañables.
Por Mª de la Almudena Serrano Mota. Directora del Archivo Histórico Provincial de Cuenca
Interesante artículo y muy apropiado para estas fechas.