La esencia permanece intacta, incluso cuando todo lo demás puede cambiar. En tiempos donde la corrupción parece adueñarse y copar todo el interés mediático, es una bendición saber parar y dirigirse a ellos para hablar con la gente llana de la tierra, compartir experiencias, escuchar sus inquietudes y sentir su verdad. Tantas y tantas personas incorruptibles forman parte de una esencia viva que tiñe de color y variedad de pensamiento cada rincón de una región rural por naturaleza y que en la frente lleva un luminoso que dice: “nos pueden usurpar todo, menos lo que somos”. Nos pueden quitar lo que hacemos, nos pueden quitar lo que tenemos, pero lo que somos nos acompaña hasta el último de nuestros días. Ahí es donde debemos hacernos una pregunta que dé sentido a la continuidad del medio rural: ¿qué somos y qué queremos llegar a ser?

Esta cuestión debe cobrar vida y arrancar las sonrisas de cada persona y de cada rincón de las cuatro grandes comarcas de Cuenca: La Mancha, La Manchuela, La Alcarria y la Serranía de Cuenca, ya que nos va a permitir despertar y empezar a soñar.
La Mancha conquense: la fuerza del viento y la tradición
La Mancha conquense también existe y se extiende como un mar de llanuras infinitas, donde el horizonte se pierde entre campos de cereal y viñedos. Aquí, la vida se mueve al ritmo pausado de los pueblos y de la naturaleza. Es tierra de grandes historias y de silencios que hablan, también de lagunas como la de El Hito que recuerda el esplendor de antiguos humedales o de vientos que traen ecos de un pasado romano. La Mancha conquense es la cuna de la resistencia tranquila, de una autenticidad que no se puede borrar.
En este paisaje, destaca Mota del Cuervo, y el “Balcón de la Mancha” con sus maravillosas puestas de sol. Sus emblemáticos molinos de viento vigilan desde lo alto y son símbolo de la tenacidad de sus gentes. Pero si hay un acontecimiento que define la internacionalidad y el alma de Mota del Cuervo es la Tradicional Traída de la Virgen de Manjavacas. Cada año, miles de personas, deportistas, jinetes, y devotos de todo el mundo, recorren a la carrera los kilómetros que separan la ermita del pueblo, en una procesión que trasciende lo religioso y se convierte en una manifestación universal de fe, identidad y pertenencia. La emoción colectiva, el polvo del camino y el fervor compartido son testigos de una esencia que se renueva año tras año, y que ha cruzado fronteras gracias a los hijos de Mota repartidos por el mundo. Este año un grupo de personas de la comarca nos dirigimos caminando hacia Manjavacas para culminar un camino de oportunidades que nos está permitiendo entrar en contacto con el paisaje, el patrimonio y la riqueza agroalimentaria y gastronómica de sus pueblos. Vivir la emoción del camino paso a paso y en compañía nos permite reconocer y saborear algo que va más allá, el alma colectiva de un territorio que nos eleva.
La Manchuela: mosaico de contrastes
En La Manchuela, el paisaje se transforma en un mosaico de llanuras y hoces profundas, esculpidas por los ríos Júcar y Cabriel. Es tierra de contrastes, de huertas fértiles y viñedos, de fortalezas y castillos que narran el paso de culturas milenarias. La vida aquí es un viaje entre la meseta y el levante, donde cada pueblo guarda secretos y sabores únicos, y donde la naturaleza impone su ley con belleza serena.
La Alcarria conquense: la memoria viva
La Alcarria conquense que recuerda a Texas y y a la posibilidad de un ruta 66 que recorra un territorio de suaves colinas y tierras rojizas, donde la luz del atardecer tiñe los campos de oro. Es famosa por su miel, pero también por la hospitalidad de sus gentes y la riqueza de sus tradiciones. La Alcarria es memoria viva, es el rumor de las plantas aromáticas y el trabajo paciente de quienes han aprendido a extraer lo mejor de una tierra austera pero generosa.
La Serranía: la sonrisa indomable
La Serranía de Cuenca es la esencia más salvaje y pura de la provincia. Sus montañas, barrancos y pinares infinitos son refugio de soledades y de sueños. Aquí la despoblación ha dejado huella, pero también ha forjado un carácter indomable. La sonrisa de Cuenca es la sonrisa de las zonas despobladas que nadie puede borrar. Los pueblos de la Serranía, pequeños y envejecidos, siguen caminando sin prisa pero sin pausa, custodiando paisajes de una belleza que corta la respiración: hoces, lagunas, miradores y bosques que parecen de otro mundo. Este año, La Cierva ha sido elegido como el mejor pueblo para veranear. Felicidades a este pequeño pero gran pueblo y a su alcaldesa Christiana Scharfenberg. En Cuenca hasta el rincón más deshabitado es susceptible de convertirse en un espacio internacional que supera límites y fronteras.
La verdad de los pueblos de Cuenca se manifiesta a través de la naturalidad del paisaje y de las personas. Aquí, todos los corazones guardan sueños que hay que dejar volar. Porque en las comarcas de una provincia que vive en sus carnes la realidad de la despoblación; la esencia es lo que permanece: la autenticidad de sus gentes, la belleza de sus paisajes y la esperanza silenciosa de quienes, pese a todo, siguen apostando por vivir en ellas. La esencia es incorruptible y esa esencia se siente, se respira y se celebra cada día. Es el ancla con la vida.
Opinión de Yolanda Martínez Urbina

