El vicepresidente de la Diputación Provincial, Julián Huete, ha asistido hoy en Chillarón a la procesión en honor al Santísimo Cristo de la Luz en el día grande de sus fiestas patronales acompañando, así, al alcalde Vicente Reyes Martínez, al director provincial de Hacienda, Ramón Pérez Tornero, y al resto de la corporación municipal que caminaba por detrás de las damas de honor y delante de una imagen que, si no fuera por algunos detalles, recuerda a algún Cristo de la Semana Santa de Cuenca.
En realidad, las fiestas comenzaron el pasado viernes con el emotivo pregón, cargado de recuerdos, a cargo de María Ángeles Cavero para continuar con el desfile de carrozas, el reparto de zurra en el viejo silo llamado a ocupar destinos más importantes y una batucada que, antes, había acompañado a la reina del pasado año y a las damas de actual.
El sábado discurrió entre charangas, torneos, espectáculos para los más pequeños y el teatro a cargo de una compañía local que tiene atisbo de profesionalidad en todos los aspectos: decorados, puesta en escena, sonido, efectos etc. Puso en escena la obra «Paco Jones, detective privado», logrando sobradamente el fin pretendido; el aplauso y las risas sobre todo con sorprendente final.
Se trata de una fiesta que organiza el Ayuntamiento y la Comisión de Festejos Chillarón 2016, que no es otra cosa que una asociación de vecinos creada para llevar a buen puerto estas fiestas del Cristo de la Luz que, al margen del de hoy, ya tuvo su día grande el domingo con parque infantil, comida de hermandad, campeonatos, espectáculos de baile y sobre todo la procesión del Cristo por la calle central -que es una carretera que está pidiendo a gritos que sea calle- en una mañana de contrastada temperatura emocional en la que muchos pies, descalzos, cumplían promesas al tiempo que otros ojos se clavaban en la cara moribunda de un Cristo que es llevado por veinte hombres, veinte banceros, al compás de marchas semanasanteras. Y es que, Chillarón, con Ayuntamiento propio, ya era un sexmo en el año 1587 con iglesias parroquiales que daban servicio a una población en conjunto de 300 vecinos. Tiene, pues, una evolución paralela a la de Cuenca y, como tal, estas cosas de imágenes y procesiones la llevan en la sangre.
