Los primeros años. De 1880 a 1957
Hace 125 años, el desarrollo industrial levanta nuevos imperios pasando, la fuerza, a ser el principal argumento después de 1898 en el plano internacional.
Mientras en otros países europeos, con Gran Bretaña a la cabeza, se estaba produciendo un intenso proceso de industrialización desde fines del siglo XVIII, en España, esta importante transformación socioeconómica se produjo de una manera más lenta e incompleta llegando, a finales del siglo XIX, a ser un país de base agraria, con un escaso comercio interior y un desarrollo industrial limitado a unas pocas regiones y a unos sectores muy concretos.
En ese escenario se encuentra nuestra ciudad, Cuenca, con poco más de 6.000 habitantes de los que, 1.100 son propietarios, 12 abogados, 6 escribanos, 1 comerciante por mayor, 26 de por menor, 74 eclesiásticos, 40 religiosas en clausura siendo, el resto -unas 5.000 personas-, jornaleros y artesanos que todavía tenían el miedo en el cuerpo por la contienda carlista, que había dejado sin alma a la ciudad 21 años antes.
La Academia
Sin embargo, en esta pequeña Cuenca, entre los hijos de jornaleros y artesanos había prendido la afición por la música de tal forma que, el ayuntamiento, presidido por don Santos López, acordaba, en sesión de 1880, la creación de una academia con profesor y sueldo de 750 peseta al año siendo, el primer maestro, don Juan Julián Lozano Villalvilla, de Jábaga, apareciendo el primer reglamento en el año 1881 en cuyo artículo segundo podría leerse que, la enseñanza, comprenderá conocimientos de solfeo e instrumentación hasta conseguir la formación de una charanga. Charanga que, Alfonso Cabañas, hijo de don Nicolás, entendía como “de agrupaciones musicales militares que no necesitaban de un gran número de componentes. Al haber pocos, la sonoridad pierde y, así, surgen esos grupos pequeños de mucho metal en compañías de circo, de títeres etc, y de poca calidad artística”, decía Alfonso.
En ese reglamento se leía que “las enseñanzas se ampliarán hasta conseguir una orquesta que deberá asistir a los actos públicos de la ciudad tales como San Mateo, procesiones de San Roque, Corpus, Viernes Santo y 15 de julio”. También dice que los alumnos deberán proveerse, por su cuenta, de los instrumentos que se precisen.
Se inscribieron 136 alumnos que no podían pagarse instrumento alguno por lo que, las dificultades económicas, aunque sabidas, suponen un serio obstáculo. Por eso, el 6 de junio de 1881, el profesor don Juan Julián Lozano pide 9.320 reales al Ayuntamiento para poder comprar 21 instrumentos para banda y otros 13 de cuerda para la sección de teatro. Instrumentos que se compran a título de préstamo porque, cada músico, debería devolver a razón de 2,50 o 7 pesetas, al mes, a un fiador que había respondido por ellos. En 1882, la Academia de Música de Cuenca contaba con 30 instrumentos por valor de 2.535 pesetas. Teníamos la semilla, pero la idea de una Banda se perdía como corcheas sin pentagrama.
Se suceden proposiciones y ofertas hasta que, siendo alcalde Santos Fontana, atendiendo la petición de los alumnos de la Academia, se alcanza el acuerdo de la creación de la Banda de Música de Cuenca en sesión de 16 de diciembre del año 1895, con un presupuesto de 6.000 pesetas al que se le añadió, dos años después, el de los nuevos uniformes.
La Banda
Se convoca la plaza de director aunque hay un conquense dirigiéndola: don Nicolás Cabañas. Se presentan, para ocupar la plaza, don Valentín Giraud, de Sisante, don Emilio Gutiérrez, de Huesca, don Arturo García, de Cáceres, y don Nicolás Cabañas de Cuenca. La Banda de Música de Cuenca, en el mes de abril del año 1896, ya tiene su director: don Arturo García con sueldo de 1.500 pesetas anuales. Desde entonces, hay constancia de un presupuesto para instrumentos dotado con 6.263 pesetas, que suministró la casa Autic de Valencia. Instrumentos “baratos”, valorados así en el año 1970 por el músico Matías Aguirre, entonces presidente de la Cooperativa Banda de Música. “Mire, para que se haga una idea, el clarinete de 13 llaves, que ya no hay, costaba unas 90 pesetas y, ahora, entre 12 y 17.000 pesetas. Un saxofón tenor costaba unas 300 pesetas y, hoy, unas 20.000. Una tuba que antes costaba 225 pesetas, no la consigue por menos de 40.000” decía hace 50 años.
La Banda de Música de Cuenca debía asistir a los actos públicos y, ello, requería saber llevar el paso y tocar al mismo tiempo por lo que, el director, don Arturo, tomó la decisión de llevarlos por las calles hasta el Puente de la Sierra para ensayar.
La Banda de Música de Cuenca comienza a actuar en 1896 para recaudar fondos destinados a las familias necesitadas de los reservistas que iban a ser movilizados a ultramar. Llega la paga extra en 1897 por la brillante actuación en la Semana Santa y el estreno del pasodoble “Cuenca”, de Ramón Polo Gómez, el día del Corpus.
Así, en 1898, actúa en las fiestas de Tarancón prolongando las actuaciones en los pueblos cabeza de partido hasta que, un año más tarde, el Ayuntamiento sugiere a la Diputación que la Banda Provincial, nacida de los educandos de la Casa de Misericordia, y dirigida por el maestro Cabañas, alterne con la municipal interpretando piezas los domingos en la Fuente de San Fernando y, más adelante, a partir de junio, lleven a cabo conciertos los jueves y domingos en la Plaza Mayor, en la de Cánovas, de San Francisco y Fuente del Escardillo así como en la acción de gracias que tuvo lugar en Las Angustias, el día de la Candelaria, por los que volvían de Cuba y Filipinas. Era director don Casimiro Rubio al que le sucedió su hijo, Rafael, nombrado definitivamente en 1920.
En esa banda, don Victoriano Palomo tocaba el clarinete. “Éramos unos 50 y ensayábamos en el antiguo Almudí para tocar después en varios sitios: el Escardillo, Trinidad, Telégrafos, Plaza Mayor, San Fernando etc.” dice Victoriano. “El uniforme era de color negro con franja ancha, roja, en el pantalón. Cobrábamos los músicos de primera 50 pesetas al año vencido que coincidía con la navidad.”
El siglo XX hasta 1957
Los años 20 del siglo pasado, en la ciudad de Cuenca, los describió muy bien Carmen Román en una entrevista mantenida con ella el 7 de mayo de 2017: “Cuenca, en el año 1920 era una ciudad pequeña en la que se conocían todos. En mi casa, tenía una fuente con pilón en el que lavaban ropa para don Jorge Torner. Nevaba muchísimo y por eso, en las alpargatas, nos atábamos cuerdas para poder andar por carretería que, entonces, tenía un suelo de piedras y arena por donde pasaban los carros. En aquélla Cuenca había muy pocas tiendas y el cine era El Ideal, detrás de la parada de los taxis. Costaba dos perras gordas y veían “Rin Tin Tin, perro lobo”. No había coches. El primer coche lo compró Casimiro “El Hojalatero”, que llevaba un ojo de cristal. Decía que no tenía cuartos pero se compró un coche, un Ford. Nosotros íbamos andando a tos los sitios y también a por leña, debajo del Cerro del Telégrafo. Hacíamos un manojo de romero, lo cargábamos a las costillas, lo traíamos y volvíamos a por más para poder guisar. Yo tendría 9 o 10 años porque me acuerdo que no podía llevar mucho peso”, me contaba Carmen cuya entrevista completa puedes leer en este enlace
De 1920 a 1922, la Banda de Música estuvo sin actuar por una sanción impuesta por el alcalde, don Luis Bonilla, al no asistir a la procesión del Corpus. Ese año, finalizada la sanción, en 1922 llega a la dirección don Nicolás Cabañas transformando a la Banda a la que saca de sus rutinas. Se compran atriles, instrumental y uniformidad.
Enrique Armero, flauta y sastre en esa época, nos lo cuenta: “el color era el azul marino y la forma de los uniformes era cerrada con cuello alto y, después, con cuello camisero. Después, un año nos hicieron una guerrera blanca con el pantalón azul y ya, el ultimo, es verdoso con solapas y corbata”.
Siendo don Nicolás Cabañas director de la Banda, se hundió una construcción que pretendía ser algo así como un templete en el Parque de San Julián, y se hizo el actual, obra del arquitecto Fernando Alcántara.
El maestro Cabañas, pianista sin pretensiones, conocía las tesituras de los instrumentos y de las voces. Tenía el don de acoplamiento y una rara facilidad para urdir las adaptaciones según conviniese, y a los instrumentos que dispusiera con la finalidad de evitar fallos. Para Nicolás Cabañas, su vida era Cuenca en la que, además, fue organista de la capilla de San Juan Bautista y de la Catedral. Compuso obras religiosas para órgano, piano, orquesta y coro así́ como obras para banda de entre las que destacan sus marchas fúnebres “Christus”, “Muerto en la Cruz”, o “El Descendido” aunque su marcha más popular es “San Juan”. Partituras e imágenes que la familia depositó en el Archivo Histórico de Cuenca, en Marzo del 2019.
Un hijo suyo, Alfonso Cabañas que tocaba el oboe, nos cuenta una de las muchas anécdotas: “recuerdo en una ocasión que, en las fiestas, había desfilado interpretando una diana que era la misma que tocábamos todos los años y, cuando llegué a casa, mi padre me dijo “ahí te he preparado unos papeles, una diana nueva que va siendo hora de que toquéis otra distinta. Estaría pensando en ello, la compuso en un plis plas y la tocamos bastantes años. He pensado que si hubiese vivido más años, hubiera hecho otras cuantas”.
En 1923, la Banda estrena la bandera que presidirá sus desfiles, morado de Castilla y los colores nacionales. La patrocinó don Federico Viejobueno siendo madrina su hija Leonor y, cuatro años más tarde, asiste a un fallido concurso en Teruel al que solo se presentaron las bandas de Liria y la de Cuenca. Se trata de actuaciones que se centran en concursos de bandas en los que competían con las de Valencia y de otras zonas peninsulares, tocando temas obligados de Massenet, Grieg y de Ortega (Pinceladas de Castilla) que servía de contraste al jurado calificador.
En 1931 se abre una etapa brillante con don Jesús Calleja que accede a la dirección con un bagaje importante en técnica musical. Con él, se amplía la banda, hay más educandos, conciertos, se participa en concursos, nuevos uniformes llegando las prendas de abrigo y anécdotas como la que le ocurrió en 1932 cuando, actuando la banda en Quintanar de la Orden, en un concurso, el maestro Calleja no acepta un jurado “carente de conocimientos” alzándose con el premio. Un concurso en el que tocaron La fama del tartanero y Las Golondrinas y en el que participaron, además, las bandas Santa Cecilia y Beethoven.
El maestro Calleja modernizó la línea y el temple de la Banda gracias a su sólida formación musical y dominio de la instrumentación y composición y, con él, entra la dirección de la Banda
en el Cuerpo Técnico al amparo de la Ley de 20 de diciembre de 1932 y del Reglamento de 3 de Abril de 1934.
La Guerra Civil nos abre en canal y “muchísimos de los componentes de la agrupación de Cuenca, que tuvo momentos que estaba prácticamente cesada, se fueron a distintos batallones para ganar dinero y para poder tocar allí librándose de la primera línea de fuego” afirma el musicólogo Marco Antonio de la Ossa en su libro “La Banda de Música de Cuenca en la Guerra Civil Española”. Finalizada la contienda llega el momento de las depuraciones, que no fueron especialmente duras con los componentes de la Banda de Música de Cuenca. En el caso de Nicolás Cabañas, el libro cuenta que le ayudó a librarse del castigo su vinculación con la Semana Santa ya que pertenecía a varias hermandades y había compuesto marchas procesionales. También tuvo un leve castigo Jesús Callleja que había ocupado el puesto de Nicolás Cabañas, tras una oposición, y que era uña y carne con su predecesor. Tocaban en la banda y luego tenían una orquestina con la que actuaban en cines y en bailes, estaban siempre tocando juntos».
La presencia de don Jesús Calleja supuso una época de esplendor. Escribió mucha música para banda y murió el 30 de junio del año 1957 cuando estaba preparando un último concierto. La Banda desfiló tras el féretro del que había sido su maestro.
Mañana, en la segunda parte, la Banda de Música de Cuenca desde 1957 a la actualidad.
José Luis Muñoz Martínez
Audios
Victoriano Palomo y los primeros años el siglo XX
Alfonso Cabañas. Anécdota
Enrique Armero. El concierto en Teruel