Entre La Cabaña, la Loma del Carrascal y Las Canales, en un punto muy concreto de la Cañada Real de Rodrigo Ardaz, pasado Cólliga (Cuenca), encontramos el campamento trashumante de Grati Usero que salió de las Majadas, hace cuatro días, con 1.200 ovejas porque, en el pueblo, dejó unas cincuenta más un número indeterminado de corderos que hay que vender.
Digo que localizamos el campamento en un lugar muy concreto porque, ese punto, desde los tiempos de la tradición oral, es el elegido por todos los ganaderos y pastores trashumantes para pasar la noche antes de enfilar el camino hacia Fresneda de Altarejos. Un lugar de malos recuerdos porque, hace pocos días, diluviaba cuando los hermanos Cardo intentaban organizar su cena bajo un cobertizo de campaña que, al menos, nos guardaba de un inmisericorde aguacero que amenazaba con apagar el fuego cosa que,
con Grati, no ocurrió porque el día 12 de Noviembre fue bueno y rondamos temperaturas cercanas a los 20 grados.
Grati, ganadero, hatero y cocinero prepara en un caldero unas patatas en caldo con costillas al más estilo pastoril. No ha venido solo hasta aquí porque, durante el viaje hasta la Finca El Origuillo, en La Carolina, irá acompañado por Diego y por su propio hijo, Rubén, propietario de la mitad del rebaño. Y como marca la tradición o, al menos como la recuerda uno, si la gente salía a despedirlos más allá de lo que hoy son Las Pecuarias en Las Majadas, ahora, con las modernidades -que hace 60 años eran impensables-, pues hasta Cólliga llegaron Pedro, Jorge y Héctor para decir adiós porque, tras la cena, acomodaron los caballos al transportín y regresaron al pueblo. Allí, Luis, José María y el que esto escribe nos quedamos un rato más cerca del fuego porque, escuchar a Grati, es recibir una clase magistral de sociología, antropología, botánica e incluso de historia de los pueblos de la Sierra sin pagar matrícula alguna.
Grati aparenta más edad de la que realmente tiene porque la boina, la barba blanca y las arrugas que labran su rostro, delatan años de sol y sombra. Años de infinitos recuerdos perfectamente almacenados en su cabeza que, enhebrados, al calor de la lumbre, parecen consejas de esas que se cuentan como la del perro que mató a los polluelos… el de la tía tal que le exigía que matara al perro por haberle matado este los polluelos, la de los machos romos, las de su padre, las de la tía Plácida con Fermín –
mi padre- y el tío Juan que llamaban a su puerta y, al abrirla, se escondían volviendo a llamar para esconderse de nuevo hasta que, al ver al cura, le convencieron para que llamara a la puerta. La tía Plácida soltó por su boca lo que quiso antes de abrir la puerta porque, al abrirla,
se quedó de piedra ante el cura de aquellos años 40 en los que no había nada. Trashumancia sí porque, aparte de los ganaderos del pueblo o de los que trabajaban con otros, por Las Majadas pasaban los que procedían de las vecinas zonas de Teruel y Guadalajara con ganados guardados por mastines con carlancas o carranclas de pinchos alrededor del cuello para defenderse de los lobos y, con todos ellos, pastores, mulos y burros cargando el hato: comida para varios días y mantas que se empapaban de lluvia y cama a cielo abierto.
Grati habla de esas épocas en tierras andaluzas, como si de hoy se tratara, sembrando de anécdotas la noche como aquella en la que, por hambre, alguien de Las Majadas, tras afilar concienzudamente la navaja, se dedicó días y días a cortar indiscriminadamente orejas y rabos a los cerdos de la finca andaluza en la que estaba, hasta que lo cazaron asando sus trofeos a la brasa.
Grati contó algo más anoche en esa pequeña meseta cercana a Cólliga. En realidad lo dijo varias veces y, por eso, pasamos la bota de vino en numerosas ocasiones. Grati cumplirá en los primeros meses del año 2019 los 65 años y se jubila.
Pero seguirás en esto, le dije, en tu vida de siempre. No, respondió. Son muchos años ya de penurias y, además, tengo las rodillas pilladas con la artrosis. Le ayudaré a Rubén si le hago falta pero nada más. Me jubilo.
Me quedé mirando a Rubén Usero de la Sierra Llamazares, su hijo, y no sé por qué pero, me pareció que, con la jubilación, se acababa el último trashumante de Las Majadas cuando de pronto, Pedro Miota, ganadero de bravo en Las Majadas, abrió otra puerta a la veredea porque está buscando finca por La Carolina.