En San Nicolás de Medina, en Huete, las lágrimas no impiden ver las estrellas del alma cuando despiden al Discípulo Amado desde lo más profundo de uno mismo aunque, el nudo en la garganta, vaya haciendo su labor de zapa hasta ese final que nadie quiere que llegue por eso mismo. Porque con el adiós, se escapa el aliento por esta ciudad que tuvo ocho parroquias y que, hoy, se esfuerza por mantener lo que queda a golpe de ingenio y trabajo.
Hace treinta años, treinta y uno para ser más exactos, Huete tenía 2.180 habitantes y, su problema era el paro: hace tres años, el tema de la construcción era muy bueno. Pero, ahora, ha decaído esa fiebre de construir porque la gente que quería recuperar lo suyo, sus casas, ya lo ha hecho, decía el alcalde, Sebastián Huerta, que también era profesor en el Colegio Público de EGB que, aunque no hablaba, tenía pruebas suficientes para afirmar que cada vez había menos alumnos.
La agricultura era el pan nuestro de cada día, la construcción funcionó hasta que se arreglaron los parches y quedaba muy poco a lo que agarrarse: una fábrica de pantalones en la que trabajan más de cien personas, otra de guantes, una central quesera y otra de materiales de construcción, dice Sebastián. Poca cosa para que la gente joven eche raíces aquí. Para que se quede y podamos equilibrar una balanza que compense el día a día y la fiesta en esta ciudad de los dos barrios: Atienza y San Gil que, si históricamente eran irreconciliables por los enfrentamientos de sus órdenes religiosas (Jesuitas, Dominicos y Mercedarios en Atienza, y Franciscanos, Justinianos y Franciscanas en el de San Gil), en los últimos treinta años uno aprecia la buena vecindad. Eso, sí, siempre y cuando su fiesta sea mejor que la del otro.
La fiesta
A las once de la mañana, en el día de San Juan, una comitiva del barrio de Atienza camina airosamente, con sus guiones, por la calle Rey Juan Carlos I en dirección a la Torre del Reloj: vamos a por la justicia, dicen, al ritmo de la marcha “Los Voluntarios” que interpreta la Banda de Música de la Agrupación de Tropas del Cuartel General del Ejército, de Madrid, aunque los voluntarios éramos todos nosotros camino de la Plaza del Reloj, sede del Ayuntamiento hace años: ¿cómo que por qué vamos? Vamos a por la justicia. Para llevarla a la procesión. Esto es así. Una tradición que consiste en llevarla hasta la iglesia, explica el abanderado de San Juan añadiendo que, el guion, se lleva porque se quiere y no hay que pagar nada por ello. Porque me gusta y soy Juanista de corazón, añade.
“El Turuta”, una marcha militar de las que curan reúmas, nos lleva calle abajo marcando un paso que aprovechan los más pequeños para dar saltos aunque, a alguno, se le caiga el helado. Hace buena mañana, sí, tengo noventa y un años y desde que me acuerdo salgo detrás de la música, me dice Fidel Malla al tiempo que me explica que, el ir así, se lo debe a San Juan aunque echa de menos el que no se tiren cohetes como antes.
No sé cómo pero, sin darnos cuenta, hemos llegado a San Nicolás de Medina en donde me encuentro con Teodoro que nació aquí mismo hace ochenta años: acabo de hablar con San Juan aunque le tengo siempre en el pensamiento. Le hablo de la familia, dice Teodoro, de mis padres, de mi madre, de cuando venía aquí con ellos…Un nudo en la garganta y lágrimas que encuentran fáciles cauces en las arrugas que surcan la cara de Teodoro, hace que solo escuchemos lo que ocurre a nuestro alrededor porque, Teodoro, bastante tiene con controlar una congoja que se ha hecho general en el interior de la iglesia y entre la gente que espera, impaciente, la salida del Hijo de Salomé para encadenar vivas buscando la mirada del Apóstol:
“¡Viva el Apóstol privilegiado, Viva el Evangelista de amor, Viva el Profeta del Salvador, Viva el que acompañó a Jesús hasta la Cruz del Calvario, Viva al que amparó a la Virgen María al pie de la Cruz, Viva el Sol del Evangelio, Viva el Apóstol de la Caridad, Viva el Testigo del Tabor, Viva el Discípulo más joven, Viva nuestro Patrón, viva el Rey de Atienza, Viva los evangelistas ausentes, Viva el hijo de María, Viva esos ojos de lucero, Viva el Águila misteriosa, Vivan todos los Juanistas!…”
No sé si es por la luz del sol que pega de frente pero, los ojos de la gente que me rodea permanecen cerrados, inundados por lágrimas que no pueden contener: estoy muy emocionado, dice Domingo, no lo puedo remediar. Lo peor es la despedida porque no sé si lo veré el año que viene, dice.
Los tunos, recuperados para la fiesta tras cincuenta años de ausencia, son los encargados de llevar a San Juan. De llevar y de bailar con San Juan entre vivas: a mí me los ha enseñao mi madre y hay más de cuarenta, me dice una mujer joven que va un poco más atrás del cetro de la Hermandad que lleva Bautista: no, no se paga. Se entiende que cada uno da lo que puede en esto de la fiesta y, el cetro, lo puede llevar todo aquél que sea Juanista, me dice explicándome, además, que lo está llevando desde hace años junto con su compañero Martín. Ya relevé a los mayores aunque Martín es mayor que yo.
Detrás del Apóstol Amado, don Pedro, el cura párroco que no oficia en la procesión, comenta con nosotros el fervor que se ve: es lo que parece y lo que es. Y el día de Santa Quiteria igual porque cada cual le da su categoría al Santo me dice mientras explica que, en la procesión, va algún Quiterio. Sin ir más lejos, en la presidencia oficial del Ayuntamiento.
“San Juan bienaventurado mucho debe ser honraadoo”. La voz del sacerdote que dirige la procesión nos devuelve a la realidad de una mesa, adornada, que se convierte en altar en el que hacen descansar a San Juan mientras las mujeres responden al cura antes de cantar la loa: “porque en la cena del Señor sobre su pecho fue recostaadoo”. Luego, tras una breve oración, cantan una estrofa de la loa todas a coro: “Atienza canta a tus pies, recibe Juan sus plegarias, y entre las virtudes varias, quiere la humildad le dés. Siete coronas cubren tus sienes, puesto que puedes dadnos la gloria, míranos, sí, no nos olvides, que Atienza pide Gloria sin fin.
La fiesta de San Juan es como un bajo continuo que encadena voces para evitar silencios: es que vienen ya con nosotros al nacer y no se nos va en la vida aseguran en una especie de corrillo cuando estamos ya en la calle Rey Juan Carlos I. Sí, me gusta de toda la vida. Y más yo que llevaba nueve años sin venir, pues me hacía mucho gozo. Me siento muy bien. Vivo en Zaragoza y estos días intentamos venir.
José Luis Palomar va por delante de la procesión anotando nombres que cuadren con una recaudación con la que se pueda pagar la fiesta: es que la fiesta se paga con las aportaciones de la gente, dice. Dan diez, quince, veinte… Lo que pueden. Es tradición que, los de la comisión, vayan casa por casa recordando que la fiesta la pagamos entre todos y, hoy, vamos en la procesión por la gente que ha venido a posta. La fiesta se pone este año por dos kilos y medio, me dice. Un millón cuatrocientas mil pesetas la banda de música militar al que hay que sumar honorarios de los grupos de música: Mayte Merlo, Tramontana y tabarka Dos kilos, sí.
A punto de llegar a la calle Mayor, me encuentro al matrimonio formado por Moisés Martínez y Engracia Izquierdo que empatan en todo. En edad, ochenta años cada uno, y en rivalidad de barrio: yo soy Quiterio, dice él, y estoy aquí porque hay que acompañar. Yo soy Juanista, dice Engracia, estamos cambiaos, cambiaos y celebramos las dos fiestas muy bien así que, Viva San Juan, y como son de religión las dos procesiones, pues muy rebién, dice.
En un santiamén quedaron fundidos con los Juanistas y resto de la gente que acompaña a San Juan mientras en un balcón, Elisa Bermejo, lloraba a lágrima viva, agradecida, cuando llegó el rey de Atienza: le tengo mucho amor porque he tenido un accidente de tráfico y me ha salvado. Soy Juanista pero también le he pedido a Santa Quiteria lo mismo. Un coche me atropelló y me rompió las piernas, comentaba entre lágrimas compartidas por su hija llena de alegría cuando su madre tiró claveles que quedaron estampados en las andas del Evangelista.
Teresa, a causa de una herencia que le dejara su abuela, Quiteria, ha puesto una mesa a pocos metros de La Chopera. Solo faltó el año en el que murió su madre y le apena no poder lanzar vivas porque no tiene voz: pero me acongoja verlo. Me voy a quedar aquí abajo si es que lo supero porque la emoción empieza con el mes de Mayo y, hoy, está que ahoga me dice junto a Rafael, Quiterio, que ni pestañea: este no es mi Juan que me lo han cambiao. Me gustaba más la otra imagen. La que iba sentao en un águila. Ahora va de pie, los jóvenes se han acostumbrao a verlo y, ¿qué? Pues que este no es mi Juan y, claro,lo que pasa. Nos va gustando porque cuando ves muchas veces una cosa, le coges cariño. Es así. Lo malo de esto es que como mi mujer es Juanista, pues ha hecho a los chicos Juanistas. Tenía que haber partido la carga. Mitad Juanistas y mitad Quiterios. Pero no.
Hay presentación de niños en cada una de las mesas en las que descansa el Apóstol Amado. Presentación y loas. Mejor dicho, un fragmento de la Loa porque si la cantasen entera, nos darían las uvas, dicen. Eso sí, como en el Miserere de Cuenca -el de la procesión de las Turbas-, aquí casi no acaba la Loa cuando surgen los vivas cerca de casa de Jacinto que la tiene abierta para que, el que quiera, tome limonada: es costumbre que al llegar la procesión, como es larga, cuando llegan a esta casa se hace un relevo en la procesión de autoridades y esto está abierto para todos. Es un convite que hacemos, dice Jacinto, porque lo hacía mi padre y yo, lo sigo haciendo, añade, un esfuerzo más para esta fiesta en la que hoy habrá unos tres mil Juanistas.
¡Viva ese Ángel tutelar!, ¡Viva esa Pluma dorada!, dice Foro Serrano martilleando su voz para que salga con una energía que pone los pelos de punta.
Terminada la misa, los vivas salen de la mano hasta la plaza en donde el sol derrite emociones porque, desde aquí, San Nicolás de Medina queda a tiro de piedra. No queda nada pero, en este tramo final se congregan los Juanistas para mirar el rostro del Apóstol que, en los últimos metros, lo llevan de cara a la gente en un baile jaleado por todos. Aquí, Carmen Carboné, que se ha dejado la voz por las calles de Huete como penitente, aún es audible cuando lanza los últimos vivas al Amado del Amado, al humilde Pescador y al Profeta mientras unas gafas de sol intentan esconder lágrimas que ya van mejilla abajo.
La banda ataca de nuevo en ese vaivén con San Juan: porque San Juan se lo merece todo, hijo mío, vale muchísimo. Para mí es todo el mundo, dice una mujer cerca de Foro que aprovecha el momento para añadir que San Juan se ha llevado la flor de los Santos del cielo y es el mejor. Se va pero volverá dice con voz ahogada por las notas del Himno Nacional, la traca y los vivas que salen sin pedir la vez. Estoy llorando porque me acuerdo mucho de mis padres que eran muy devotos. Para mí este día es muy grande, muy grande. ¡Ay Santo querido!, ya no puedo más. No puedo más exclama una mujer a punto de caer al suelo en el interior, ya, de San Nicolás de Medina. Es que da mucha emoción, dice una chica de quince años que tampoco puede contener las lágrimas.
Hasta el próximo año si Dios quiere y con mucha honradez. Y todos cuantos estamos aquí, y mis hijos, por mis hijos, porque les quiero mucho a todos mis hermanos evangelistas que son… ¡Viva San Juan!, ¡Viva el Discípulo amado!, ¡Viva el hijo de Maria!, ¡Viva esa Pluma dorada!,¡ Vivan todos los Juanistas!, y¡ Vivan los Juanistas difuntos!. ¡Adiós!.
El adiós de Foro retumbó como un portazo en San Nicolás de Medina antes de que los Tunos se dieran el abrazo final. Los que se quedaron fuera, en la calle, tomaron aire pero se lo perdieron.
Audio de Elisa Bermejo
Audio de Foro Serrano
Audio de Moisés y Engracia
Audio: loa y vivas
Audio: interior de San Nicolás de Medina «ya no puedo más».
José Luis eres el mejor! Nadie ha sabido contar las fiestas como tú…