José María Canfrán, en compañía de su redoblante, Carlos Blasco, comenzaron en 1986 de manera autodidacta y desinteresada a recuperar la dulzaina en Guadalajara, cuando ésta era apenas un vago recuerdo entre los mayores. A ambos les espoleó la tradición seguntina de San Vicente, y también quizá la cercanía, física y espiritual, de Segovia.