Gasto y trabajo. Eso es la trashumancia para Gratiniano Usero (Grati). Un hombre curtido en Las Majadas (Cuenca) bajo el paraguas grande y hermoso de los Usero que, de siempre, han coqueteado con eso de las ovejas y los días en un pueblo venido a menos porque, antes del éxodo, aunque se comiera todos los días patatas con caldo y alguna tajá salida de no sé dónde, el pueblo era rico en comunidad, una piña socialmente y, por si fuera poco, daba gloria ver a los Araúz, Arcos, Fuentes, Miotas o Tomás ocupadas en sus quehaceres diarios, nos cuentan.
Hacer la vereda es más rentable que llevar a las ovejas en camiones, comenta Grati, al que encontramos comiendo a pie de campo y a menos de cien metros de un restaurante especialista en asados. Es la vida, dice. Nosotros en la calle y, ahí mismo, el restaurante.
Con él, con Grati, está su primo Antonio que ha venido a compartir bocata y embutido y el otro Antonio, Cardo, procedente este último de Vega del Codorno. Es, de los hermanos Cardo, el hatero. El responsable de la logística. De secar las tiendas tras un aguacero o helada como la que cayó anoche, de tener todo preparado para el final de etapa (el pastor eléctrico, el fuego, las tiendas colocadas, la intendencia…)
La vereda es más estrecha que las leyes penales, repite una y otra vez Grati que, desde que le conozco, cubre su cabeza con una boina negra sin capar dejando al aire un rostro barbiblanco casi casi venerable. Un rostro no sé si bronceado o quemado y rajado por miles de soles en Zomatillas y fuentes que ya no existen.
La estrechez es penuria y padecimiento porque, lo hemos dicho ya, los agricultores invaden la Cañada que es ganadera sembrando tierras que no son suyas o, vete a saber quien convierte el camino en un cementerio porque, como recuerda Grati, solo hay porquería. Basureros convertidos en trampas mortales para un ganado que no entiende de esas cosas.