Desde muy pequeño, Rubén Ruipérez juntaba letras, números y notas musicales porque del Astrana Marín, su padre, Martín, lo llevaba todos los días a clase de música. A la academia que Ismael Barambio tenía por la calle Alicante y en la que, entre otros, impartían clases Octavio, Olegario, Rafa o Aurelio que, hay que decirlo, inundaron miles de verbenas de pueblo -en los salones de baile más extraños que se hayan visto-, regados con botellines de cerveza enfriados en el interior de un pozo y chapas en las que se anunciaban refrescos raros como el Canada Dry. Pero esto es muy anterior a nuestra historia porque, Rubén Rupérez, nace en Cuenca, en el año bisiesto de 1984, cursa estudios en el Santiago Grisolía, se enamora perdidamente del acordeón en la citada academia y, de tantas notas, no tarda mucho en formar parte de la Banda de Cornetas y Tambores e ingresar en la Banda de Música de Cuenca como percusionista. Tenía catorce años y, ahí, conoce al profesor Ángel Pallás que le anima a marcharse a estudiar al conservatorio de música de Buñol desde donde, nada más terminar el primer grado, se traslada al conservatorio de Albacete.
El Jesús del Puente siempre ha sido una de mis primeras pasiones, dice Rubén. Por eso, estando en Albacete y creyéndome capacitado, no lo pensé dos veces y cuando tuve la ocasión le ofrecí a la Hermandad hacer una marcha. Estaba muy ligado a la Semana Santa y a la Hermandad y, por eso, la compuse.
A uno, alejado de materias musicales de semejante índole, se le antoja difícil componer una marcha sin caer en tentaciones del folclore andaluz, tipo zambra, o lo que se toca en esas fiestas levantinas de moros y cristianos. Me fijé mucho en las calles de Cuenca, en el recorrido de nuestra imagen, Jesús del Puente, por ellas. En cómo lo llevaban. Sobre todo en el último tramo de la llegada a la anteplaza en donde lo ves aparecer como si caminara solo. No ves a los banceros. Yo lo veo solo, como si flotara en esa majestuosidad que desprende. Eso me ayudó mucho a componer la marcha.
“Jesús del Puente” es una marcha que Rubén compuso antes de que se hiciera el paralelo final por la Avenida de la Virgen de la Luz, finalizando, ya, la procesión del Jueves Santo. La imagen de Jesús, próxima ya a su iglesia, ralentiza el último momento con el Auxilio (”En tu primera caída”) como si no quisiera dejar la calle. Yo siempre he vivido la música con mucha pasión, con el corazón y, ahora mismo, también. La Semana Santa la he vivido desde muy pequeño con mucha pasión. Con amor. Nunca me ha movido el interés económico ni nada de eso, manifiesta Rubén, a quien entrevisto por teléfono porque, él, tiene su vida ahora en Málaga tras unos años en Ecuador en donde se le recuerda como a una estrella. Un virtuoso del acordeón.
Al parecer, lo primero que le impregna a uno es la pasión. Luego, la mirada fija, los pasos paso a paso y, otra vez, la mirada. La primera parte de la partitura es sentimiento puro. Luego, la melodía que plasmas en el cuaderno. Después, el traslado al piano y, a partir de ahí, a dejarse llevar por un guión que solo uno entiende. Cuando tienes ese guión, pasas a todo lo demás.
Rubén, como su Jesús del Puente, sabe lo que es llevar una cruz a cuestas y devolverla al final del calvario. Es ahora cuando, por muchos lugares, le llegan alegrías. Yo.., mira he podido vivir la experiencia de mi música, de la marcha Jesús del Puente de varias formas: una tocando en la banda, otra dirigiéndola y, una tercera, de bancero, llevándolo y escuchando mi marcha. Te aseguro que la mejor es la última, de bancero, sin que nadie se fije en tí. Así, llevando a Jesús, con la música que compuse para Él y con los ojos llenos de lágrimas. Muchas, sí. Llorando pero con una satisfacción enorme. Es lo más grande del mundo ir por ahí, que te reconozcan aunque yo, como se dice, no he sido profeta en mi tierra. Quiero ser muy prudente en este sentido, ¿sabes?, porque tampoco he buscado notoriedad ni que me reconocieran nada de nada. Pero te queda una cosilla ahí dentro que no sé. Ahora vivo en Andalucía y mucha gente sabe que esa marcha es mía. Me emociona cuando la tocan y, de alguna manera, noto cierta admiración por parte de los que saben que la marcha es mía. Me gano la vida como músico, tocando el acordeón e impartiendo clases de música. Ahora voy a hacer un musical que llevaré por toda España. Empieza en Marzo, se titula “El Viaje” y lleva de todo: coreografía, palabra, textos y, sobre todo, música. Ahora mismo, tras mi pasos por Ecuador, como en cuenca no se puede vivir de la música, voy a seguir por aquí porque me está yendo muy bien. Voy a retomar la percusión en bandas de aquí, conocen mi música y quizás me embarque en alguna otra composición. Quizás.
Rubén Ruipérez tiene ahora mismo treinta y cuatro años. Si con poco más de veinte compuso “Jesús del Puente” y “En tu primera caída”, solo tiene que ponerse bajo el banzo de la música, mirar hacia arriba y encontrarse de nuevo.